Era un domingo cualquiera, con una tarde cualquiera, haciendo lo mismo que siempre hago todos los domingos en la tarde: Lavar mi coche.
Solo había una cosa que no la hacía un domingo cualquiera: Los nuevos vecinos estaban llegando.
Sinceramente me daba lo mismo si lo hacían o no, igual saber quiénes eran, pero siempre les tendré un enorme agradecimiento porque ellos estaban sustituyendo obviamente a los que Vivian antes.
Los últimos vecinos eran de los más insoportables. No podía pasar al menos un día sin que no quisiera aventarles un huevo o echarles harina en la cara. Simplemente insoportables.
Y cuando anunciaron su partida fui simple y sencillamente feliz.
Estaba llegando el camión de mudanza y yo ya había terminado con mi coche así que lo metí al garaje y yo entre a mi casa, tratando de ignorar los ruidos que hacían los señores al meter muebles y camas a la casa vacía.
Después de una media hora, gracias al ruido y a mis ganas de salir de la casa, decidí irme casa de Edith, mi mejor amiga, que vivía a la vuelta de la esquina en donde su padre tenía una tienda.
Ya estaba con la mano en la puerta principal cuando a mi madre se le ocurre aparecer:
--- ¿A dónde, Carolina?
Lentamente me voltee, con el ceño fruncido. Ya no quería volver a pelearme con ella, ya estaba muy cansada. Así que simplemente le sonreí y salí corriendo de la casa.
Solo pude ver que muchos de los señores miraban la escena confundidos, pero a la vez a punto de reírse, cuando vieron la cara de mi mama, enfurecida por que una vez más la había desobedecido. Yo, por mi parte, cuando ya estaba afuera del peligro, vi pasar un coche rojo, con un sillón amarrado arriba del mismo. Dentro del coche estaba una señora al volante, un muchacho en el asiento del copiloto y una niña chiquita parada en los asientos traseros.
Supuse que era la familia que se mudaba. Una familia muy pequeña. Mejor así, causarían menos problemas.
Al llegar a la pequeña tienda de abarrotes del padre de mi amiga, ella se encontraba poniéndoles precio a unas latas de tomate. No pude evitar reírme, porque sabía muy bien que a Edith le molestaba demasiado tener que hacer actividades hay dentro.
---No te rías—me dijo.
Yo me acerque, le quite las latas que tenía enfrente, tome de su mano la maquina que las pegaba y empecé a hacerlo yo.
---Gracias—me sonrió— ¿Y por qué tan temprano por aquí?
--- ¿Temprano? Son las cuatro, Edith, además se estaba haciendo mucho ruido porque ya llego la pequeña familia de tres a su nueva casita—bromeé yo.
--- ¿Ya llegaron? Según los rumores no iban a llegar hasta la próxima semana. Bueno, mejor así.
---Mejor para ti—le dije. Concentrada en mi nuevo trabajito.
--- ¿Qué ya no quieres mas vecinos o qué?—se burlo.
Entorne los ojos.
---Se sentía más cómodo cuando veía por mi ventana y no había nadie. Ahora no sé quien ocupara la habitación que se ve desde mi ventana y sinceramente eso me preocupa.
---No debe. Si dices que son una familia pequeña seguramente abra puras cajas.
---Ojala.
Edith se levanto de su lugar, agarro su bolsa y me agarro de la mano, empujándome de mi asiento.
---Que haces, mujer.
--- ¿Cómo que hago? Estoy demasiado aburrida aquí—me soltó la mano y se cruzo de brazos sonriendo—No me digas que prefieres quedarte etiquetando latas a que venir conmigo por una malteada.
Me eche a reír.
---Por mi esta perfecto, pero sería en tu carro porque yo no regreso a mi casa.
---Hay, Caro, ¿ahora qué has hecho?
---Nada nada, es solo que mi mama no me dejo salir y me tuve que escapar.
--- ¿Pero eso que tiene de extraño? Si tú siempre te escapas.
---Si, solo que esta vez fue en sus narices—me reí.
Edith entorno los ojos.
---Hay, Carolina, está bien.
---Y también pagaras—solté una carcajada al ver su cara espanto.
Después de dos malteadas una vuelta por la mitad de la ciudad en coche, Edith me dejo en mi casa. Ya era noche y estaba muy oscuro.
El foco del porche de mi casa no estaba prendido. Traducción: Mi madre me esperaba para cortarme la cabeza.
Me baje del coche lentamente sin quitarle la mirada de encima a la ventana.
---Suerte—me susurro mi amiga.
Cerré la puerta y solo escuche como el coche daba vuelta en la esquina.
Camine hacia la puerta. Estaba cerrada obviamente, no es la primera vez que mi mama me deja fuera al menos unos veinte minutos, diciéndome que es muy generosa por dejarme pasar y no hacer que duerma afuera.
Me sorprendí enormemente cuando atrás de una maseta estaban dos bolsas enormes de basura, a lado de ellas una llave con una nota.
Decía:
“Hay esta la llave de la casa, podrás entrar cuando quieras solo y cuando hayas sacado la basura”
Sorprendente. Genial.
No será nada difícil. Solo me tendré que dar un baño porque esto huele horrible.
Me aguante la respiración por el olor e intente cargar una bolsa.
¡Dios mío! Pesaban horrible. De acuerdo, ya veo porque me pusieron a hacer esto.
Cargue una con las dos manos—lo cual me dio mucho asco—y lo lleve al basurero que estaba enfrente.
¡Era imposible tratar de poner las dos bolsas en ese botecito!
Camine muy rápido para hacerlo más fácil pero me cansaba, pero pude llegar al bote y tirar a lado la bolsa. Respire hondo al pensar que todavía me quedaba otra y me di la vuelta para ir y cargarla. Después de pensar muy bien decidí que arrastrarla era más fácil e inteligente. Apenas y estaba sacándola del porche cuando se prendió la luz de la casa vecina.
Uno de los nuevos vecinos iba a salir y se iba a dar cuenta del ridículo que estaba haciendo.
Se abrió la puerta y salió un muchacho alto, con una bolsa en la mano. Muerta de la pena, y sabiendo que el también sacaba la basura lo hice más rápido para acabar pronto entonces arrastre con todas mis fuerzas aquella bolsa negra de basura que apestaba.
--- ¿Quieres que te ayude?—dijo una voz de hombre.
Dejando la bolsa, voltee a ver al muchacho que tenía a un metro de mí. La obscuridad no me dejaba verle el rostro, pero se escuchaba algo confundido y sorprendido.
---No gracias, puedo yo sola—le conteste, agarrando la bolsa mientras hablaba, arrastrándola de nuevo. Faltaba muy poco.
Solo escuche la risa sorda del muchacho y me avergoncé un poco.
---No te rías—lo acuse, pero yo también me estaba riendo.
---De verdad no tengo problemas para ayudarte.
Camino hacia mí y la mano donde no tenía su bolsa, agarro la mía y se la llevo arrastrando con mayor facilidad que yo. Llevo las dos bolsas al basurero y regreso, poniéndose adelante mío.
---Gracias, pero yo podía hacer eso…--empecé a hablar, sonaba muy estúpida tratando de pelearme con un hombre al que apenas y había escuchado su voz. Me calle.
Era el mismo muchacho al que había visto en el coche rojo. Me trate de presentar con mi nuevo vecino.
---Soy Carolina
---Lo supuse—me contesto.
--- ¿Cómo?—pregunte confundida.
--- ¿Realmente no te acuerdas de mí?
No sabía a qué se refería. Yo no lo recordaba para nada, sobre todo porque no lo había visto bien.
---Lo siento, pero no te recuerdo. Bueno, aparte de que con esta luz no veo nada.
Me agarro del hombro suavemente y me llevo a lado de su casa donde si estaba el foco prendido. A si, si pude verle el rostro.
Alto, pelo un poco largo de color castaño claro. Delgado pero se notaban músculos debajo de su blusa, de piel aperlada. Y unos muy familiares ojos verdes. Ojos verdes. ¡Oh!
---Ya recordé—me dije realmente sorprendida.
No podía ser que aquel guapo muchacho sea mi mejor amigo de la primaria que se mudo de ciudad cuando éramos pequeños. Aquel amigo al que lo extrañaba mucho en los recreos de primaria.
---Sebastián—susurre, encantada.
El solo asintió con una sonrisa en la cara. Lo abrase instantáneamente. El me devolvió el abraso y me apretó. Después de que nos soltamos empecé a hablarle como si fuera una tía que hace mucho que no ve a su pequeño sobrino crecido.
---Mira cuando creciste estas altísimo, y tú pelo; tenías el pelo demasiado corto en la primaria—reí—y lo delgado que estas, deja tu eso ¡lo musculoso! Has estado yendo al gimnasio.
Sentí un gran nudo en la garganta, realmente lo había extrañado mucho cuando se fue.
---Y tú no te quedas atrás, también es crecido—dijo la palabra con sarcasmo—tienes el pelo enorme, en kínder lo tenias arriba del hombro. Te ves tan distinta.
---Hay, hay. Gracias—dije riéndome.
---Me tengo que ir—comento el después de unos cuantos segundos.
Yo ya me había recuperado.
---Si yo también—le sonreí—hasta mañana y bienvenido a la colonia.
Rio quedito
---Si, después hablamos. Tenemos mucho que contarnos.
Camine hacia la puerta, ya estaba muy cansada y todo lo que quería ir a dormirme a la de ya. Encontré la llave y abrí la puerta y solo me di cuenta que Sebastián ya no estaba.
---Llegaste temprano esta vez—mi mama estaba en la cocino, bebiendo agua.
---Si.
---Carolina—dijo levantándose, con un tono regañón—no quiero que me vuelvas a hacer pasar esa vergüenza. No le dije a tu padre porque ya suficiente tenemos con problemas para que aparte tu nos ayudes con tus rebeldías de cuarto grado.
Yo me estaba mordiendo el labio, viendo para otra parte. Mi mama siempre me pedía lo mismo de siempre. Ya estaba cansada del mismo sermón.
Di media vuelta y me fui corriendo por las escaleras, directo al baño. Ya dentro de la regadera me lave bien la cara y sintiendo el agua caliente. Salí con la toalla enredada y entre a mi habitación a ponerme mi pijama. Una blusa que me quedaba como vestido y un pesquero. Me fui a sentar a la cama, quería poner música pero no tenía ganas de ruido.
Mi recamara, estaba iluminada solamente por una lámpara que tenia alado de mi cama, yo solo contemplaba los colores vinos que tenia con todas las fotografías y poster que tenia pegados. Y un grafiti. Me reí con el recuerdo de cómo eso llego a mi recamara.
Me levante, dirigiéndome a la ventana que tenia a lado de la cama. Corrí la cortina, pero sin abrir la ventana.
Tremendo susto el que me lleve al darme cuenta que Sebastián estaba viendo también por la ventana. Esa ventana y la mía estaban a la misma altura y a muy poca distancia. El también se dio cuenta que estaba hay y se echo a reir, cosa que yo también.
Abrimos al mismo tiempo las ventanas.
--- ¿Qué haces hay?—le pregunte en un murmuro.
---Esta es mi nueva habitación—dijo en un tono orgulloso pero a la vez sarcástico—y tu ¿Qué haces hay?
---Esta es mi habitación—dije en el mismo tono que empleo.
---Genial, te aventare piedritas en la noche.
Era estupendo que nuestra camarería estuviera como si nada después de todos estos años que pasaron.
---Debo advertirte que mi cuarto es muy ruidoso—le dije.
--- ¿Ruidoso?
---Ya te enteraras. Buena me voy a dormir como la niña buena que soy porque mañana me voy a la preparatoria.
---Si, adiós.
Cerré la ventana, con la cortina, apaga la luz y me fui a mi cama.
Hola!! Gracias por pasarte por mi blog, primero que nada :)
ResponderEliminarHey me encanto este capitulo!! esta muy bueno, ya quiero saber que pasa con Sebastian *_*
Veo que es bastante nuevo tu blog, pero te esta quedando super bien!! Sigue asi =)
Besos!! <3 <3 me seguire pasando ;)
Bueno!!
ResponderEliminarHola Hola!!!
soy nueva!!! :)
en la historia porque el blog ya lo he visitado varias veces!!
bueno, lo he visitado porque pienso : debo leer la historia!!!
porque se ve buena!!
y no me equivoque, no habia tenido tiempo de hacerlo pero bueno :) aqui estoy!!
ya me he leido este cap!!
y debo decir que espero muchas cosas entre esos dos :)
sigo leyendo
amm me gusta eso de que las habitaciones casii esten unidas ;)
Bsos
Holaaaaa! Ya me leí el cap!
ResponderEliminarQue interesanteee!
Jajaja y ví los personajes y me pasé por la sinopsis.
Todo muy interesante y estoy por leerme el siguiente, pero tendrá que ser para mañana por que ya es tarde :C
Un beso! Y te invito a leer la mía! :D