domingo, 10 de abril de 2011

Capitulo 3: Desesperación


Terminaban las pesadas clases y yo moría de hambre. Mientras caminaba a mi coche pensaba en un restaurante al que pudiera ir. Barato sobretodo; porque ni de chiste iba a mi casa a comer con ellos.
    Abrí la puerta del coche, hasta que se me ocurrió ir al pequeño pero muy bonito restaurante que estaba a una calle de mi casa. Me quede un minuto sentada viendo al volante. Tenía sueño, estaba cansada y hambrienta. Pestañe, y arranque el motor, prendiendo la música a alto volumen. Cantando y casi sonriendo me pare en el semáforo rojo.
    Por inercia voltee para otro lado y vi que Sebastián caminaba, de nuevo; hacia la parada de camiones. Reí suave, le baje el volumen y le grite:
--- ¡Sebastián!
    Volteo confundido y me saludo cuando me encontró. Yo le hice señas para que se acercara.
---Sube, pequeño—sonreí—No quiero que tomes un camión.
--- ¿Estás segura?
    El semáforo cambio, y el coche de atrás sonó la bocina. Ante esto, Sebastián se subió rápido y yo pase de largo.
---Segura—conteste a su pregunta y le subí a la música.
--- ¿Quieres ser mi chofer?—pregunto riéndose.
---No me cuesta nada llevarte a tu casa; o ¿te llevo a otro lado?
--- ¿A dónde vas tú?
---A comer.
--- ¿A tu casa?, porque si es así…
---No—dije secamente.
---Entonces… ¿?
    Suspire
---Solo dime adonde quieres ir.
---A comer—dijo secamente. Yo solté una risa.
---Hay un restaurante que tiene rica comida y barata. Sobre todo barata—mi sonrisa no se iba. Había olvidado que era muy divertido estar con Sebastián en los recreos de primaria.
---Esta bien, así me platicas de tu vida—hizo una cara de broma.
    Hace mucho que no iba a ese restaurante que ya había olvidado lo bonito que era. Pequeña, casi y era cafetería, el piso de madera y las paredes, que eran falsas pero tenían la forma de troncos de madera clara. Parecía que estaba en el campo y era una sensación agradable.
---Solo nosotros—dijo Sebastián.
    Estaba tan concentrada en la decoración que no escuche cuando la mesera le preguntaba a Sebastián por las mesas. Nos hizo pasar a una mesa en el rincón más apartado, cerca de una ventana.
---Ahora les traigo los menús.
   La mesera se fue y yo me acomode mejor en mi lugar.
---Esta bonito—Sebastián quería sacar plática.
    Reí.
---Si, aquí venia de chiquita.
--- ¿Antes o después de irme?—pregunto picaron.
---Siempre—le conteste igual yo-- ¿A dónde te fuiste cuando estábamos pequeños?
---A la capital. Cuando papa enfermo, él quería morir cerca de toda su familia—suspiro.
--- ¿Tu papa enfermo?, ¿de qué?
---Leucemia. Le dieron poco meses de vida. Pero lucho varios años.
---Lo siento mucho, no tenía ni idea. ¿Y porque no me dijiste? Bueno, ya sé que éramos unos niños pero…---ya no sabía que decir así que calle.
---Exacto, éramos demasiado niños para entender la situación, estaba muy difícil para nosotros y más para mi mama. No quería estar sola cuando el muriera.
---Debió de ser difícil.
---Lo fue, mas por lo pequeño que era. Cuando papa murió mi hermana apenas tenía un año. Yo once.
--- ¿Tienes una hermana?—con toda la sorpresa escrita en mi rostro y los ojos abiertos.
---Nació después de irnos.
--- ¿Cuántos tiene ahora?
---Siete.
    Llego la mesera con los menús y se fue diciendo que en un momento más regresaba. Los abrimos y el empezó a ver la comida, yo iba pero algo llamo mi atención.
    Había una mesa a varios metros de distancia. Una familia. El padre, la madre y supongo que esa era la hija. Lo que llamo mi atención fue que los padres discutían, en voz baja pero se notaba la tención. Movían la mano con fuerza. Me recodo a mis padres. Peor aún, la niña, estaba cruzada de brazos, con aspecto aburrido. Tendría unos 10 años, parecía acostumbrada a eso pero lo que me dio tristeza fue ver que había una lágrima en su mejilla.
---Carolina, caro—Sebastián me paso la mano por los ojos.
--- ¿Que paso?
---Eso te pregunto yo—dijo preocupado—te quedaste paralizada.
---Lo siento—yo seguía mirando a aquella pequeña, que le salía otra lagrima. La mujer la señalaba y el señor le bajaba la mano. Otra lagrima; yo solo quería levantarme y llevarme a esa niña y decirle que todo estaba bien, que no le iba a pasar nada y limpiarle esas lagrimas.
    Sebastián miraba a la dirección a la que yo miraba. Claro el no iba a comprender porque los miraba y porque mi reacción.
---Que tiene esa familia, porque los miras tanto—me miro raro. Justo el porqué no le contaba a nadie lo que pasaba dentro de mi casa, porque esas miradas no me gustaban.
---No es  ellos… me quede pensando y me fui por un momento, solo quiero comer.
   Me seguía mirando de esa manera. Los recuerdos en mi cabeza seguían y seguían y yo abrí la carpeta de comidas para distraerme.
---Realmente estas bien.
---Si—dije demasiado fuerte.
--- ¿Qué quieren de comer?—pregunto la mesera.
---una hamburguesa—contesto él. Mi mente seguía recordando que casi le salía humo.
--- ¿y usted?—me miro inquieta.
---Lo mismo—dije con tono distraído sin quitar la vista del menú.
---Ahora se los traigo—dijo amablemente y se volvió a ir.
    Nos quedamos cayados varios segundos. Yo viendo a la familia marcharse y el viendo mi rostro.
---No sé que tanto le ves a esas personas, pero olvidémoslo.
---Gracias—dije aliviada.
---Te pusiste muy bonita—dijo como de pasada.
    Me puse algo roja.
---Gracias—dije de nuevo, media chiveada.
---Me sorprende que reacciones así.
--- ¿Por?—lo dije lentamente.
---Por lo que vi solamente cuando entre hay, esos muchachos me veían raro, no creo que era porque les caía mal—me miro picaron—si ni siquiera los conozco. No creo que haya sido el único hombre que te haya llamado bonita.
---Eso que—dije más ruborizada.
---Después ese tal Alex, hasta entro a la oficina y todo; y puede que tú no te diste cuanta por lo ocupada que estabas corriéndolo pero al salir de ahí, había más muchachos viéndonos. Viéndote a ti defenderme de aquel. Celos.
   Me quede viendo mis dedos retorciéndose por la pena. No me gustaba presumir sobre aquel tema. Tal vez presumir otras cosas, menos esa. Todos esos pretendientes que me cargaba y realmente no sabía por qué.
---No sé por qué tocamos este tema.
    Rio suave.
---Escucha, Carolina. Yo soy muy pero muy observador y en eso casi no me equivoco. Mira adivinare y me dirás si es cierto o no.
--- ¿Adivinar qué?—dije rápidamente confusa y un poco asustada.
---Tienes muchos pretendientes, sin embargo has tenido muy pocos novios.
   ¡Wow! Ahora este se agarro de adivino.
---Se que me sonare muy engreída, pero yo se que merezco algo mejor. Esos muchachos solo quieren el cuerpo y ya, y yo jamás caeré en su juego. Solo hay que ser inteligente y muchas no lo son.
---No suenas engreída, suena lógico. Pero, no creo que solo quieran tu cuerpo. Escucha, muchos muchachos persiguen a las muchachas por eso, pero cuando no lo consiguen simplemente las desechan. Y esos  muchachos realmente están locos por ti.
---Quieren tomarme, porque creen que soy un trofeo y que si salgo con uno de ellos me restregaran en la cara de sus amigos. Están obsesionados por ver quién me llega primero, no porque realmente les guste.
    Suspiro.
---Saliste mejor que yo—me sonrió.
---Solo uso la lógica—dije en tono de misterio.
---También tienes muchas enemigas—menciono lento.  
---Enemigas porque quieren. Yo ni las volteo a ver—me ataque de la risa.
--- ¿Por qué?—pregunto confuso.
--- ¿No que tú eras el que adivinaba?—le eche en cara.
---Es que en eso no estoy muy seguro. Puede ser que porque ellas piensan que tu les coqueteas a los chavos que les gustan. ¿Acerté?—entrecerró los ojos.
---Acertaste. Lo cual es estúpido. Jamás me fijare en nadie que esté dentro de esa escuela. Al menos que entre alguien nuevo.
    Sebastián carraspeo fuerte en forma de sarcasmo, lo cual hizo que me diera un ataque de risa.
---Bueno, otro nuevo—dije entre risas y risas y se unió a las mías—y como tú me dijiste bonita—alce la ceja—También tienes lo tuyo.  
    Llego de nuevo la mesera con la comida y los refrescos, se fue diciendo: “provecho”. Moría de hambre, y al parecer también Sebastián. No hablamos de mí durante todo el rato, lo cual estuvo bien.
    Terminamos, y el pago la cuenta aunque me opuse totalmente el salió ganando. Lo lleve a su casa, y él me pregunto muy confuso si yo no iba a llegar a la mía.
--- ¿Entonces hasta que horas llegas  tu casa?—pregunto, cuando él estaba fuera del coche, preguntándome por la ventana.
    Me encogí de hombros.
---No tengo un horario fijo. Puedo llegar cuando se me antoje—voltee a ver a otro lado.
---Vaya, entonces hasta luego.
   Dio la media vuelta y camino hasta llegar a su casa. Todos reaccionaban de la misma manera cuando les decía que podía llegar a mi casa a la hora que quisiera. Era típico que las madres normales siempre les ponían reglas a sus hijos, y la primera era la hora de llegada.
    Realmente no quería manejar, ir a ninguna otra parte con gente. Pero me gustaba más la idea de manejar por horas que entrar a esa maldita casa. La familia en el restaurante me puso muy mal y ahora que no tenía a Sebastián para distraerme o hacerme reír…todo se me vino encima. No se me ocurría ir a casa de un amigo por el simple hecho de que no quería molestar.
    Si pudiera cambiaria tantas pero tantas cosas de mi vida y por desgracia no puedo. Eso es lo que me tiene más triste; que ni intentarlo puedo. Mire por el espejo retrovisor, un carro color negro venía dando la vuelta.
    Mierda.
  Encendí el motor y arranque demasiado prisa, tanto que hasta casi me golpeaba la cabeza. El carro negro aceleraba y se estacionaba enfrente de la casa. Mi padre se bajo de su coche y gritaba mi nombre para que volviera. No iba a dejar que el me ordenara que hacer y que no. Ya estaba harta de eso. Harta de todos ellos. Seguí manejando y en realidad no me importaba a donde me dirigía. Pensé en ir a visitar a mis muchachos pero en realidad no quería moverme y ellos siempre tienen ganas de hacer que sus pies rodaran por sus cabezas. Podría ver como están las cosas con la Doña Piedad, pero siempre que iba le llevaba un detalle y ya no traía dinero.
--- ¿Y si mejor regreso, me encierro? Hasta me podría echar un sueñito—me dije a mi misma.  
    En eso sonó el teléfono.
--- ¿Qué pasa, Edith?
---Habrá una fiesta, hoy en la noche. Llego la invitación a la escuela para TODOS—recalco la palabra—Habrá cerveza y tenemos que ir—termino ansiosa.
---Una fiesta… ¿?—tal vez necesitaba eso para animarme.
---Donde ira todo Monterrey.
--- ¿En dónde?
---Esa parte es la que te va a gustar más; en casa de Samanta.
    Solo escuche su nombre y sonreí maliciosa. No era la primera vez que iba al intento de mansión de los Treviño.
    Samanta. Hija del mejor amigo de mi padre. Una de las muchas razones por la cual mi padre duda de mí. Se supone que la muchacha y yo también seamos muy amiga por nuestros padres, pero error masivo. Ella y yo nos odiábamos, no me pregunten por qué. Realmente nunca lo supe solo que desde la vi se me hizo una niña chocante y sangrona… y no me equivoque. Aparte de eso chillona y más tarde chiflada y mimada. Su padre le daba todo y ella siempre creció en cuna de oro, al contrario de mí. La que creció en cuna de oro fue Lorena, yo no. Y aunque yo también crecí en una de oro, me trataron como en una de bronce por así decirlo, eh aprendido a valerme por mi misma a pesar de que mis padres me pudieron dar todo. Nunca dependí de ellos, cosa que ni Lorena ni Samanta saben hacer.
    Tal vez por eso tenía muchos pretendientes y amigos. Tenía demasiada seguridad en mi misma, seguridad que poco a poco agarre de recuerdos no muy buenos. Si la seguridad se agarraba con malos recuerdos como los míos…Hubiera deseado no tenerla nunca.
--- ¿Caro, sigues hay?
---Si, si—parpadee varias veces—Lo siento, me fui por un momento.
---Pasare por ti a las nueve.
---Okey—colgué.
    No tenía ni idea de donde estaba. No tenía ni idea de cómo regresar a la casa. No tenía ni idea…de nada.
--- ¡Caro, mi caro, ca-ro-li-na!
    Pegue un susto y salte un poco cuando de pronto Alex se acerca a mi carro y se sienta en el asiento del copiloto. Con los ojos cerrados hable:
---Una: no soy tu caro. Dos: como jodidos me encontraste, ni tengo idea de donde estoy. Tres: ¿Qué quieres?—dije lento y con voz firme. Todavía ojos cerrados.
---No estás de buenas—Alex no hacia una pregunta. Me concia demasiado—Si quieres te puedo llevar a tu casa.
    Abrí los ojos. Lo voltee a ver unos segundos. El tenia escrita en la frente: di que sí. Siempre, todo el tiempo.
    Me baje del coche, yendo al otro lado, abrí la puerta del copiloto donde bajo al verme parada a su lado.
---Vamos, Hércules—le agarre la mano—Sálvame de esta.
    Se acerco a mí más de lo que esperaba. Me gustaba Alex, eso si no podía negarlo. Pero su actitud de que puede manejarme no me gusta. Y eso hace que hasta lo desprecia algunas veces, como esta mañana. Me retire.
---Llévame a casa—susurre. Y entre en el coche.
    Se quedo unos segundos parado donde estaba. De nuevo le hice lo mismo, hasta que reacciono y le dio la vuelta al coche donde se sentó y arranco.
--- ¿Se puede saber en donde fui a parar?—dije para romper el hielo, ya que el no hablaba y se había vuelto algo incomodo.
---A otro municipio.
   Reí bajito
--- ¿Es enserio?
---San Pedro. Con exactitud.
    Wow. ¿Maneje tanto?  A mí se me hizo una nada.
--- ¿Y cómo es que tú me encontraste? ¿Cómo es que estas aquí?
---Justo de donde estabas a tres cuadras vive una tía que está enferma. Y le hice de caperucita roja porque le traje comida que mi mama le hizo.
    Reí muy fuerte.
---No te rías—me dijo, aunque él también se reía.
---Bueno, ya—dijo después de un rato de risas.
--- ¿ya qué?—pregunte.
--- ¿iras a la fiesta?
    Reí más.
---Obvio—agarre mis lentes de sol ray-band y me los puse.
   Me acorde en ese momento de cuando Alberto me las compro y me las puse. Había dicho que parecía un policía.
---Sera en casa de Sergio—dijo apagado.
--- ¿y?
---Olvídalo—y acelero más. Ya casi llegábamos, pues estábamos por nuestros rumbos.
   Serio Treviño. Hermano gemelo de la Samanta. Más de una vez me dijo que le gustaba demasiado, desde el quinto grado. El era guapo, si, pero de solo pensar que de cuñada tendría a esa otra que tiene por hermana se me revuelve el estomago. Aparte no me atrae, lo conozco desde chiquito  lo considero un muy buen amigo. 

1 comentario:

  1. Me ha gustado!!!
    jejeje esa amistad entre sebas y ella!!
    cuando le dijo q era linda y se sonrojo :P
    y lo del chico nuevo!!
    ejejeje me dio tambien risa
    bueno ese Alex es un fastidio!!
    pero por lo menos la ha ayudado :)

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