Se me paso de noche el tiempo en que paso de ese día a hoy. Después de eso me fui definitivamente del edificio. No me quedaría hay para ver como se corría el chisme y me señalaban con el dedo. Aparte estaba demasiado harta y estresada. Sebastián me rogo hasta el cansancio que el me llevaba pero no lo iba a sacar del horario de clases. Me fui caminando sola a casa, pensando en todo lo que había pasado y sintiendo como la mejilla se me hinchaba.
Recordé cuando mi mama me abofeteo después de que me salí de casa por dos días enteros, me dio con tal fuerza que me hiso una pequeña cortada en el cachete y se me hincho durante cinco días. Le decía a la gente que me había arañado un gato. Y no estaba mintiendo.
Cuando llegue a casa lógico y estaba vacía. Mejor para mí, en un espejo me di cuenta de que la golpiza estaba más fea de lo que creía. Si me lo hubiera hecho más arriba en el ojo no se que hubiera hecho. Tendría que ponerme kilos de maquillaje para que se tapara solo un poco. Me puse un poco de hielo y me senté a ver tele en la sala. Puse los pies arriba de la mesa de enfrente y deje que el frio me relajara un poco. Hace mucho que no estaba así en mi casa, siempre estaba en mi habitación o en la cocina. Siempre rondaban las arañas de mi madre y mi hermana y se me hacía imposible hacer algo en paz; por esa razón nunca estaba en casa.
Más tarde después llegaron a mi casa Edith y Marcelo. Me cargaron y me llevaron a la casa de mi mejor amiga. Sin escuchar mis resistencias, me curaron. Y realmente me ayudaron porque me pusieron mas hielo, árnica y esas cosas. Al siguiente no fui a la preparatoria por lo mismo del golpe. Me preguntarían los maestros si iba la razón del golpe y no les podía decir la verdad. Mucho menos pensar decirles que fue un golpe por accidente, que realmente lo fue pero estaba demasiado grave como para correr el riesgo. Fui hasta los dos días donde Alex no dejaba de hablarme y visitarme. Yo le decía que las cosas estaban perfectas en el sentido de mi salud, pero si me medio enoje con el por su pelea con Sergio. Alex no tenía por qué estar metiendo su narizota.
El jueves, después de dos días de falta me presente en la entrada de la prepa. Con kilo y medio de maquillaje sobre la mejilla, con unos shorts rotos de mezclilla una blusa de tirantes color blanco y arriba un chaleco más largo que el shorts con rayas blancas y negras. Todos se me quedaron viendo mientras pasaba; o mejor dicho a mi mejilla, buscando un rastro del moretón. No iban a encontrar nada, lo tape todo acabándome casi mi botellita de base. No me maquille los ojos, ya que tanta base sentía que si delineaba mis ojos parecería una barbi de segunda por no decir de tercera.
Me encontré a Edith en el patio.
---Hasta que te decidiste por venir—me abrazo—Ya me tenias asustada.
No supe que contestarle. Me sentía muy incómoda. Me sentía como la típica niña tímida en su primer día como nueva en la escuela.
---No podía quedarme más en casa, me estaba volviendo loca—reímos juntas—estoy demasiado incomoda—le susurre—todos me señalan.
---Déjalos, es un pretexto para mirarte—bromeo.
--- ¡Ahora resulta!—reí fuerte.
---Alex esta en el estacionamiento, dicen que te está esperando.
---No creo, me vio cuando iba bajando de mi coche, solo me guiño el ojo; como siempre lo hace.
Edith se encogió de hombros.
--- ¿Y tu clase de valores?—le pregunte para cambiar de tema, suficiente tenia con lo que Alex me iba a hacer padecer con sus perdones como para todavía estar hablando de eso y de él.
Edith entrono los ojos.
---Lo tuve el miércoles ¡que flojera de clase! Me toco el profesor Víctor. No dejaba de hablar sobre los valores de la casa te juro que si no hubiera sido por su voz chillante me hubiera dormido.
Me reí de ella.
---Me toco la profesora Verónica, peor para mí porque al menos el profesor Víctor ni te voltea a ver—la consolé. Ya que la maestra Verónica también tenía algo encentra de Edith.
Ella y yo éramos como el dúo dinámico. Era tan popular como yo, y ella lo disfrutaba al doble que yo. Éramos mejores amigas desde los doce, e inseparables hermanas.
Sonó la campana y nos fuimos juntas a la primera clase.
El maestro hablaba, pero en mi cabeza; no. Ya casi pasaba tiempo que no iba a bailar con los chicos y realmente que los extrañaba. Iría hoy, me prometí a mí misma. En mi cabeza empezó a formularse un pequeño plan. Tenía examen de psicología mañana, le pediría a Sebastián que me ayudara un poco, pasaría por una panadería y le compraba pan, frijoles y unas galletas a Doña Piedad; luego llegaría al barrio.
Sí, me gustaba. Excepto por la parte de estudiar. Pero Sebastián era muy bueno en psicología y no tenía idea de por qué. Hoy le preguntaría porque si está utilizando un método de estudio tenía que saberlo, porque me han dicho que hasta al maestro a corregido.
--- ¿Ya nos vamos?—me pregunto Edith, sacudiéndome el hombro.
--- ¿Qué?—parpadee.
---Ya vámonos, tengo hambre.
La clase ya había acabado y yo ni encuentra. Me pare y camine lento.
---Escucha, carolina. No sé qué te pasa pero antes duque toque de nuevo la campana para la otra clase quiero comer algo—me regaño.
Vi a Sebastián en su casillero y tenía que hablar con él.
---Ve a comprar algo, yo me tengo que ir—hable rápido que casi no me entendió y me fui caminando hacia él.
En los casilleros de enfrente había tres chicas que sin disimularle nada lo admiraban y se lo comían con los ojos.
---Hola, guapo—llegue saludándolo. El sacaba sus libros y los acomodaba en su mochila.
---Hola, bonita.
Era la única persona en el mundo al que le podía decir guapo, que dejaba que el me dijera bonita…y no había problema alguno.
Mientras tanto las chicas que estaban al frente me comieron a mí también… pero de la peor manera. Yo solo les sonreí y se fueron de ahí sin antes torcerme la boca. Me reí.
---Te hago un trato ¿sí o sí?—me recargue.
--- ¿Trato de qué?—pregunto confundido.
---Ayúdame a estudiar para el examen de psicología.
--- ¿y qué me darás a cambio?—cerro el casillero y se recargo en el también.
---Una linda y bonita amistad.
Empezó a reírse.
---No ya, bien—seguía riendo.
---Te pago los exámenes que suspendas, entonces… ¿sí?—junte las manos.
---Por supuesto que no—dijo serio.
Baje las manos, confundida. De la nada, me sonrió.
---Por supuesto que no me pagaras nada, hasta crees. Te ayudare sin que me des nada a cambio, Cari; no es pregunta.
--- ¿Cómo me has llamado?—me detuve.
--- ¿De qué?
--- ¿Cómo me llamaste?—repetí.
---Cari… ¿te molesta?
Observe el suelo sin saber por qué. Que me dijera Cari me hacía sentir como la niña que en realidad nunca fui.
--- ¿Por qué así?—murmure sin dejar de ver el piso.
---Es como Caro, solo le cambio la O por I—se rio ente su explicación que sonaba algo tonta.
---Suena bien, entonces… ¿hoy a las tres?
--- ¿Tan temprano?
---Tengo unas vueltas, pero si quieres lo hacemos a la hora que tú quieras.
---No, no. Es solo que a esa hora le tengo que dar de comer a Jimena, mi madre la trae a casa y luego se regresa a su trabajo.
Sonreí.
---No hay problema, yo te ayudo.
Entonces llega Alejandro Borjas, “el Borjas” como le dicen. Al parecer él y Sebastián se volvieron muy amigos desde que llego.
--- ¿Iras al partido esta noche?—llego emocionado—Hola, Caro.
---Que hay, Borjas.
---Supongo, si no me da flojera ir a la mera hora—le contesta.
De pronto me entro un terrible dolor de cabeza. Y empecé a marearme un poco, los amigos empezaron a hablar de sus cosas y yo como gesto de despedida les sonreí mientras caminaba derecho y con expresión de dolor.
De camino al baño me encontré a Adriana, la cara de sapo. La que me odiaba por ninguna razón aparente.
---Hey, Carolina—di la vuelta lento—Deja de acosar a mi novio ¿si me haces ese favor? Entiéndelo, es MI novio, consíguete uno de tu listita…
Me fui contra ella y la empuje contra los casilleros que resonaron al instante. Sus ojos se hincharon y vi por un segundo en ellos que creí que la iba a golpear. Pero no, no soy esa clase de persona.
---Escúchame niña y hazlo bien, porque solo lo diré una vez.
Empezó a hablar así que le puse una mano en la boca y me acerque más.
---Si yo quisiera a tu novio, no perdería el tiempo coqueteándole. Si yo quisiera a tu novio créeme que ahora ya no sería tuyo, porque si yo quisiera a tu novio ya estuviera conmigo y no con un poco cosa como tu—de murmurar mi tono subio—Asi que ya deja de estar molestando, porque lo único que haces es que me saques de quicio ¿Entendiste?
Ella estaba con los ojos pelones, muerta de miedo. Ya no quería asustarla más y me dirigí al baño de nuevo, sin voltear. No había nadie en los pasillos, las clases ya habían comenzado desde antes de asustar a Adriana. Su famoso novio, Ernesto, me coqueto, hace mucho, una vez. Y por surte mía o de los dos su amada vio todo. Por supuesto me maldijo desde ese día pensando que yo era la que lo había sonsacado y entonces siempre me ve mal y esas cosas. Le había aguantado muchas cosas pero ya había llegado a un límite. Espero y después de esto deje de parlotear.
Llegando al baño, me eche agua en la cara. Mi maquillaje era aprueba de agua y ahora era cuando más se lo estaba agradeciendo. La cabeza no dejaba de martillarme y el mareo aumentaba. Si intentaba entrar a clases ahora no me dejarían entrar. Si me iba las perdería todas y eso no me convenía para nada.
¡GENIAL!
Me encontraba sentada en la sala del vecino. Viendo Bob esponja mientras su hermanita lo veía animada, esperando a que su hermano mayor terminara de calentarle la comida que su mama le había hecho. En realidad yo también estaba animada. Mínimo uno tres años que no veía Bob esponja y ya extrañaba su risa chillona.
Lleve a la niña a la mesa cuando llego un olor de pizza desde donde estábamos. Sebastián servía tres pedazos de pizza en la mesa.
---No, Sebastián yo solo vine a estudiar.
Los hermanos ya estaban sentados y la niña, devorando su pedazo.
---Podemos estudiar más adelante, ándale y después me invitas a comer a tu casa—me guiño el ojo.
Jimena palmeo la silla que estaba alado de ella, sonriéndome.
Me senté resignada, pero me moría de hambre y esa pizza olía delicioso.
--- ¿De dónde es? La comprare muy seguido—dije mientras Sebastián me serbia otro pedazo por qué no mío ya estaba en mi estomago.
---La hico mi madre.
--- ¿Emma? Wow—esa pizza sabía más que rica, deliciosa.
Al terminar Jimena volvió a las caricaturas y Sebastián y yo limpiábamos la cocina. Al terminar nos fuimos al comedor y sacamos todos los materiales de psicología.
Y mi amigo hablaba y hablaba pero simplemente no me entraba nada. Ponía cara de cólico cada vez que una palabra parecía estar escrita en idioma alienígena. Lo que era la física y la psicología yo no daba una.
--- ¿Entendiste? La verdad.
Puse de nuevo mi cara de cólico.
Suspiro.
---No es tan difícil.
---Para ti, ¿Cómo lo haces?—pregunte curiosa.
Rio entre dientes.
--- ¿Hacer qué?
---Que seas un genio en esto.
Se quedo un minuto viendo el libro, después se le quedo viendo a Jimena y me miro.
---Estudio sobre psicología desde mucho antes de llevar la materia. Todo esto ya lo sabía desde la secundaria.
--- ¿Y eso cómo?
---Mi padre era un psicólogo. El mejor—sonrió a la nada—El quería que yo llegara a ser tan bueno como él, no me lo dijo directamente pero yo escuche como le decía mi mama una noche.
De nuevo miro el libro.
---Desde entonces me he dedicado a esto. Y bueno a otras cosas.
--- ¿Y te gusta realmente esto?
---Al principio yo también ponía mi cara de colico—rei fuerte—pero con el tiempo le fui entendiendo y ahora podría decir que me encanta. Se me hace fascinante el hecho de cómo el cerebro capta las emociones, como reaccionamos ante ella. Lo único malo es que tendré que ver a mucha gente deprimida y con pasados raros.
No supe que decir. Me quede admirándolo, ahora me parecía un muchacho muy dulce. Sebastián es un muchacho rebelde que le gusta seguir sus propias reglas y no me lo imaginaba en diez años como un doctor que escucha a la gente pacientemente.
---Empezando por mi—susurre.
--- ¿Qué?
---No, nada. ¿Es por eso que eres tan observador?
Asintió
---Y es por esto que se que me ocultas algo.
Sacudí la cabeza.
---Ya te lo he contado todo…
---Todo lo no importante—me acuso.
---No sé a qué te refieres—me hice la tonta y agache la cabeza inconscientemente.
Puso un dedo en mi barbilla e hizo que lo viera a los ojos.
---Espero y algún día me tengas la suficiente confianza como para contarme todo tu pasado—me susurro.
Luego me sonrió. Seguimos estudiando hasta las cuatro y media y fue ahí donde llego Emma.
---Hola, Caro ¿Cómo estás?—me dio un beso en la mejilla. Me dolió un poco el contacto.
---Bien, gracias. Debo decirle que cocina de maravilla.
--- ¿Sebastián te ha dado mi pizza no es así?
---Si, estuvo riquísima.
---Pues gracias, cuando quieras puedes volver a venir a comer y serás bien recibida.
---Gracias.
En eso mi celular sonó. Era Martin.
--- ¿Si?
---Ya vente, te estamos esperando—se escuchaba mucho ruido en la llamada.
---Perdón, llegare un poco tarde. Pero ya voy para allá.
---Llega pronto, por favor. Te esperaremos.
---En media hora llego.
Colgué y empecé a guardar todas mis cosas mientras hablaba.
---Perdón señora Emma pero me tengo que ir. Sebastián gracias por la comida estuvo deliciosa y también gracias por la estudiada.
Me despedí de beso de él y de su madre y le di un abrazo a Jimena. Salí disparada por la puerta. Avente la mochila en el suelo al llegar a mi casa, y subí rápido a mi habitación donde encontré mi ropa de baile y me cambie rápido. Mis converse, el pantalón aguado y la blusa mas maltratada que nada; guarde la ropa que traía puesta en una bolsa y me salí corriendo. Suerte y la comida que le llevaría a Doña Piedad ya las había comprado antes. Con todo, me fui directo a mi carro que… ¡NO QUERIA ARRANCAR!
¡MIERDA!
Giraba la llave y el motor hacia un ruido chillante y después no pasaba nada. En un intento de desesperación, salí del coche y patee la llanta. Fui hacia la parte delantera del carro y levante la tapa, donde salió demasiado humo. No sabía absolutamente nada sobre motores y lo que se relacionaba así que tenía dos opciones.
La primera: seria hablarle a Edith y que me prestara su carro y la segunda: que llamara a un taxi, pero no tenía dinero ahora. Me tendría que ir en camión.
Estaba a punto de hablarle a Edith cuando recordé que estaba en el cine con su novio. O Dios, me lo dijo esta mismo tarde; ni modo. En camión se ha dicho.
Un foquito encima de mi cabeza se prendió. ¿Y si le pedía de favor a Sebastián que si me llevaba?
Sacudí la cabeza. No ni hablar, el barrio es muy peligroso y puede y le roben cosas del coche. De acuerdo, caminar era lo único que tenia.
Pero como o si me hubieran leído la mente, Sebastián salió de casa. Con expresión irritada y las llaves del coche en la mano.
--- ¿Qué haces hay parada?
--- ¿Sabes sobre motores?
Se acerco al coche y empezó a revisar cables y cosas que no entendía. Pasaron los minutos y yo estaba sentada sobre el césped de su patio.
---Este motor está fatal.
--- ¡Hey, no lo insultes!
Se echo a reír mientras me levantaba.
--- ¿Cuándo fue la última vez que lo llevaste a un mecánico?
---Eeeeeeeeeeeemmmmmmmmmmmm….
Alzo la ceja.
---Creo que en mucho, mucho tiempo no lo he hecho.
--- ¿Y a donde ibas?—pregunto mientras cerraba la enorme tapa del coche.
---Cosas mías—le guiñe un ojo— ¿y tú?
---A donde sea, me harte de estar dentro de casa. ¿Te llevo?
---Estaba a punto de pedírtelo.
En todo el camino me empecé a preocupar. No quería llevar a Sebastián hasta dentro del barrio. Eso no. Para quien no lo conoce o conoce sus trucos era muy peligroso.
--- ¿Por aquí me dijiste que era? –pregunto haciendo caras al ver tanto malandro, grafitis en las paredes, casas humildes y abrió los ojos cuando a lo lejos vio muchas cruces en una esquina de una calle que decía arriba pintado con espray: “Descansen en paz”
--- ¿Estás segura?—me volvió a cuestionar.
De acuerdo, hasta aquí lo dejare meterse. Iba muy lento, admirando de la mala manera la pinta de aquellas colonias. Abrí la puerta.
---Espera, Cari. ¿De verdad es aquí a dónde vienes?
---Si—dije con tono inocente— ¿Qué tiene?
--- ¿Cómo que “que tiene”? ¿Qué harás aquí?
Suspire.
---No hare nada malo de acuerdo—lo consolé. Pero antes de bajar me volví a meter para decirle algo importante. Cuando me vieron unos muchachos de aspecto callejero y tatuados empezaron a señalar el coche y yo sonreí para mis adentros. Esto era como casa. Unos se fueron corriendo y dieron vuelta en la esquina.
--- ¿Qué harás con esa ropa? ¿Ejercicio aquí?
Basta de preguntas.
La puerta del lado de Sebastián tenía el seguro abierto; estire mi mano para cerrarlo.
---La salida esta si das la vuelta a dos cuadras y bajas hasta llegar a la avenida. No quiero que te detengas por ninguna razón y sobre todo no te bajes del coche hasta que salgas del barrio ¿entendiste?
--- ¿Y cómo regresaras tu?
---Le pediré a alguien que me lleve.
---Cari, este barrio es demasiado peligroso.
Bufe y salí del coche. Lo despedí con la mano y me fui corriendo calle arriba en dirección en donde me quede de ver con mis amigos. Afuera de un estudio viejo, que con donativos de personas lo reconstruimos y pusimos enormes espejos. Aquí todos les gustaba el baile, antes de decir la palabra: “quiero ir al baño” aprendieron sus primeros pasos. Bailaban en las calles todo el tiempo antes de ver la realidad de la vida. La realidad de sus vidas al vivir en rumbos como estos.
--- ¿Caro?—escuche que me llamaban.
Gire mi cuerpo
--- ¿Si?—pregunte viendo una chica atrás mi— ¿Paola?—me sonrió— ¡Paola!
Nos abrazamos instantáneamente, acariciándole su cabello negro teñido.
--- ¡Aquí esta!—grito a lo lejos Martin, el mejor de los amigos; y llego corriendo hacia mi—Media hora, si claro—se burlo— ¿Cuánto es media hora para ti?
Me reí junto con él y lo abrase.
---Perdón, se me descompuso mi carro.
Fue saludando uno por uno a todos. Los amigos con los que he pasado más de 6 años juntos y nunca me han decepcionado. En si todo el barrio me conoce por haber sido, según ellos “La causa de muerte de Roberto Saldaña” otros por ser “Los ojitos de Roberto Saldaña” y por últimos por ser “La cenicienta descubierta por Roberto Saldaña” HA-HA pero solo era amiga de cómo 15 personas en aquel lugar, el resto eran conocidos.
---Tenemos una coreografía nueva—me dijo Iván. Estábamos sentados en la esquina, donde no daba el sol—Como no has venido en mucho tiempo…
--- ¿Por qué te perdiste?—pregunto Juan.
---No pude, enserio. Perdónenme. Ya no volveré a faltar tanto.
---Muchos van a venir para la clase de hoy—continuo Guillermo.
--- ¿Cuántos?
---Casi todos—me contesto Valeria—Hasta los niños.
---Muchos preguntaron por ti… empezando por mi abuela Piedad—dijo Gustavo, mientras se acercaba.
Todos observaron mi rostro haber cual expresión ponía. Gustavo se peleo una vez con Roberto por mí, así fue como el jefe supo de mi existencia. Gustavo y Roberto hacían negocio y traían los paquetes aquí. Las ganancias se las quedaba el jefe y su paga, era más de la que yo siempre creí. Lo que vendían no era de mi agrado.
---Quiere verte—murmuro y se sentó a mi lado.
---Iré a verla en cuento termine la clase—le murmure igual.
En eso veo que viene un coche rojo hacia nosotros. Me le quede viendo deseando con todas mis fuerzas que no fuera quien creo que es.
--- ¿Qué pasa?—me pregunto Gustavo al ver mi cara.
El carro dio vuelta y se estaciono en la banqueta de enfrente. Se bajo aquel muchacho.
--- ¿Quién es él? ¿Lo conoces?—me pregunto Martin.
---Lindo coche—murmuro Gabriel. Mi amigo que ha robado más de un coche por necesidad. Lo voltee a ver con cara de: “ni se te ocurra” y él me puso cara de: “BUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU pero bueno”
Gustavo lo miro de los pies a la cabeza con gesto confundido.
--- ¿Sebastián?—murmure.
Justo lo que le digo no hacer, lo hace.
El pobrecito creo que ha sido mujy valiente en ir a una brrio que ni siquiera conoce quiero ver la reaccion de Caro. Me ha encantado el capi además de que ha sido super largo^^
ResponderEliminarbesos y cuidate.
Me encantaaaaaaaaaaaaaa! ;D
ResponderEliminarMe encanta como escribes y la trama de la historia. Sigue así (:
Que días publicas?
Besos!
hola! muchas gracias por dejar un comentario en mi blog. espero ponerme al dia con tu novela. un beso!
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