jueves, 1 de septiembre de 2011

Capitulo 13: Sandoval



Camine aproximadamente un kilometro—cuando la música se fue perdiendo sabía que estaba ya demasiado lejos—con dos gorilas a mis costados. Uno se tomo su tiempo para sacar un cigarrillo y prácticamente echarme el humo de su asquerosa boca.
   Llegamos a una casa de acampar que bueno, parecía un castillo en miniatura. Las lonas tenían dos metros de alto y hasta ventanas como de platico, tampoco había electricidad adentro se veía la luz del fugo atreves de las ventanas. El viento que soplaba fuerte hacia que se movieran las paredes de lona pero no cedía.
   Me detuvieron a un metro de la entrada y uno de ellos entro para salir cinco segundos después, hacerle una seña al otro y hacer que entrara.
   En ese momento no se qué sentimiento o pensamiento o pregunta pasaba por mi cabeza en ese preciso momento en que di los cuatro pasos para entrar al castillo de acampar donde por dentro no se quedaba atrás. Había pequeñas lámparas de fuego por todos los rincones y una pequeña fogata alado de una mesa de madera con latas y botellas de licor, vinos y esas bebidas finas. Otra mesa pero esta grande y larga con más comida en una esquina y en la otra mucha variedad de pistolas, cartuchos y algunas granadas.
   Había pasado tanto tiempo con gente maleante que aparte de tener muchos amigos en los lugares menos indicados todos esos artefactos de violencia no me sorprendían, todo lo contrario era algo normal en mi vida desde que conocí a Roberto.
   Roberto, tenía que sacarle las respuestas si es que las conocía pero como lo hacía. La pregunta del millón.
-- ¿Así que tu eres Carolina Montes?—rio entre dientes—Vaya, no tienes idea desde cuando te he estado buscando. Pero que descortés soy, toma asiento.
   No me moví. El hombre de cabello castaño muy claro se levanto de su silla del siglo antepasado y rodeo la mesa y se acerco a la silla más pequeña—pero con el mismo estilo medieval—que estaba enfrente de mí y la jalo levantando las cejas como un gesto de invitación a sentarme. De nuevo, no me moví. Suspiro, soltó la silla y se puso exactamente enfrente de mi persona. Era unos centímetros más alto que yo y aunque quería con todas mis fuerzas echarme a correr o mínimo dar un paso atrás para no sentir su aroma, no pude. Mi uso de razón me decía que corriera pero mi orgullo me decía no dar un paso atrás. No sabía si hacia lo correcto en hacerles caso a los dos.
   Pero después de cinco segundos en silencio el que dio un paso atrás fue el… pero para contemplarme.
--Cuando me dijeron hace dos años que eras una chica linda nunca me dijeron cuanto. Eres muy guapa Carolina ahora veo porque tanto alboroto por ti.
   El paso que retrocedió lo volvió a dar pero más grande y estuvo muy cera de mi. Me rodeo y sentí como olía mi pelo. Asqueroso, tal vez si debí correr.
--Hueles muy bien, Caro. Y Dios tienes un cuerpo—inhalo profundo—nada flácido.
--No creo que me haya traído hasta aquí solo para alagarme—hable por primera vez con voz firme.
--Ya empezaba a pensar que eras muda.
   Volvió a tomar la silla en sus manos y entornando los ojos me senté en ella y el empujo suavemente hasta topar con la mesa de madera. Se fue a sentar a su silla y quedamos frente a frente. Me sentía fuera de lugar, incomoda y más incómoda.
--- ¿Quieres algo de comida? ¿O una bebida? Ibas por una cuando te atrape.
--- ¿Porque me trajo hasta aquí, señor?
--Tutéame, Caro. De verdad me vez tan viejo.
-- ¿Por qué me trajo hasta aquí, señor?
--Tienes carácter, eso me gusta. Pero creo que tienes más o menos una idea de porque estás aquí.
--No le hare la misma pregunta tres veces, señor
--Tenia que conocerte. Te confesare algo—se inclino y me susurro haciéndome una seña para que yo también me acercara pero no lo hice—hace dos años, cuando te buscaba te quería matar. Ese era mi plan: encontrarte, matarte y hacer que los hermanitos Saldaña dejaran de arañarse de una vez por todas.
--Usted causo su muerte—lo acuse.
   Bufo.
--No soy estúpido y mi reina, no finjas conmigo… sabes que él no se murió ese día, sabes que se marcho. Por cobarde; claro.
-- ¡Por supuesto que no fue por eso, se fue para protegerme de usted!—le grite.
--Cálmate caro. No querrás que alguien nos escuche y venga por nosotros.
--Nadie va a venir por nosotros—lo arremede y me sentí niña chiquita.
--No discutiré contigo, no te traje para esto—murmuro amable—después de que tu papi—que estrés que le llame así—se fugo seguí buscándote para agarrarte como cebo; si el regresaba te entregaba pero resulta que nunca lo encontré y a ti tampoco y me rendí en tu búsqueda pero no en la de él.
   “Carolina, en tu pequeño y sucio barrio en donde siempre estas las paredes escuchan y yo se que tus amiguitos siempre te ocultaron la verdad y ahora que te la dijeron querías venir y hablarme… ¿no es así? Yo lo sé todo.
   Se volvió a inclinar esperando una respuesta mía.
--- ¿Para qué me pregunta si usted lo sabe todo?
   Se quedo unos minutos callados mientras yo me enderece más. No iba a dejar que este hombre me asustara.
--Lindo collar—miraba mi cuello—yo le di ese collar a Saldaña cuando se convirtió en mi mano derecha, ¿Por qué te lo dio?
--Me lo regalo justo antes de… irse.
-- ¿Me lo podrías regresar?
   Instantáneamente puse mi mano en mi cuello como protegiéndolo aunque no servía de nada.
--No
--Es mío
--Usted se lo dio a Roberto y el a mí, ahora es mío.
--Es mio—repeti.
--Es lo único que me queda de él… no me lo quite por favor—le roge pero mi tono no era de suplica.
--De acuerdo Carolina, hagamos un trato—se levanto de su silla, rodeo la mesa y se sentó en el borde de esta mirándome de frente—yo te diré un pequeño secreto y tú me regresas ese collar, ¿sí?
   Me quede callada, sin saber que decir. Me daba curiosidad y algo de miedo a la vez, curiosidad por saber que me iba a decir y miedo por saber si era algo malo.
--Pero que veo hay—dijo divertido, como si la situación tuviera gracia—pequeños moretones en tus hombros, y ahí tienes uno por tu abdomen, tienes uno grande en el muslo.
   Deje de verme, pervertido.
--No me digas que te golpean en la escuela… no esa idea está descartada, ¿tus padres?—me quede en blanco—tampoco, estas muy grandecita para las nalgadas así que—rio entre dientes—eres una bailarina—rio mas fuerte—justo como Saldaña, nono, espera…  ¿el te enseño verdad? De tal palo, tal astilla ¡Esto es épico! Siempre llegaba lastimado y me ponía de pretexto cosas tontas.
   ¡EL KARMA TE VA A DAR DURO ALGUN DIA IDIOTA!
   Se calmo unos segundos para carraspear y volver a ponerse serio y retomar su papel de dios de los idiotas.
--Tú no sabes que paso después. No tienes una idea de si encontré a Saldaña y lo mate o lo encontré y no lo hice o simplemente no lo encontré. No tienes ni la más mínima idea y sé que en este preciso momento estas pensando en la respuesta, pensando tanto que puedo escuchar tus pensamientos desde aquí.
   ¿Me estará escuchando ahora? ¡Bastardo!
 --Así que tú decides, cualquier información es valiosa.
   Lo mire a los ojos. Yo también podría ser inteligente así que con cinco minutos viendo directo a sus ojos él se daría cuenta de que…
--Aceptas—concluyo.
   ¡Cayo! Haha
--Carolina estoy empezando a cansarme de solo escuchar mi voz así que te dejare hacer dos preguntas, después me regresas lo que es mío.
   Me queme el cerebro pensando en cómo formular correctamente las preguntas para que no me venga con ninguna babosada.
--Solo te daré esto—señale mi cuello—si respondes correctamente a mis preguntas, si no olvídate. Todo está a mi criterio.
--Eres más rápida de lo que pensé pero, de acuerdo. Jugaremos a tu manera.
   Levante la barbilla, fingiendo pensar de una manera algo exagerada aunque claro era puro cuento.
--- ¿Lo encontraste?
--Si
   Mis ojos se abrieron más y más hasta que me picaron por no parpadear. El corazón se me acelero pero sentía que ya no estaba ahí. La siguiente pregunta tenía que ser  casi perfecta pero no me decía entre preguntar si estaba vivo o en donde estaba. Si preguntaba si estaba vivo solo me respondería sí o no y si eso no me decía nada y si le preguntaba donde estaba podría mentirme o en el peor de los casos no contestarme por no saber en dónde. Ninguna de las dos preguntas era buena pero pensé. Si preguntaba la segunda y no me respondía significaba que nunca encontró a Roberto y que podría estar vivo… o muerto y por eso no me respondería. ¡Todo era tan confuso! ¡Dios! Así que solo hable por un impulso y sin pensar siquiera.
--- ¿Dónde está?
   Inhalo profundo
--Primero dame el collar
--Primero dame mi respuesta.
--Carolina
-- ¿Sandoval?
   Bufo
--Hugo
-- ¿Qué?
--Mi nombre es Hugo—dijo pasándose la mano por el poco cabello que tenia.
--Dame mi respuesta, Hugo
--Dame mi collar—insistió. Parecía un juego.
--Tú dijiste que te preguntaba dos cosas y después solo después, te regresaba el collar.
-- ¡Esta en Sudamérica! ¡Vivito y coleando, de acuerdo! Ahora dame mi collar.
   Se paró de la esquina de la mesa y se acerco un poco hacia mí con la mano extendida, esperando su preciado collar. Pero yo me levante también y di un paso atrás.
--Sudamérica está demasiado grande; tiene 13 países, inteligente—sabia que insultar a un hombre tan peligroso estaba mal pero no me podía controlar.
   Rio entre dientes.
--Te digo el país si me nombras a esos trece países.
--Bolivia, Venezuela, Uruguay, Tobago, Trinidad, Surinam, Perú, Paraguay, Ecuador, Guyana, Colombia, Chile, Brasil y Argentina, idiota—hable rápido, nombrando a todos los países, sin poder detenerme hasta casi terminar sin aliento.
   No pudo fingir no sorprenderse. Se controlo un poco pero vi pánico en su cara. Yo también sabía perfectamente lo que estaba pensando, me había subestimado.
--Vaya, creo que Saldaña te enseñaba los países en sus tiempos libres.
--Dígame donde se encuentra. Quiero un país y si fuera tan amable también una ciudad—sonreí sínica.
   No lo vi venir pero de de bolsillo trasero del pantalón saco una pistola—Revólver Webley Mk IV—me apunto directo a la cabeza. No me asuste, al menos no demasiado y me controle bastante bien y para ser más exactos; no era la primera vez que alguien me apuntaba a mí con una pistola pero debía darle crédito, nunca con una Revolver Webley Mk IV.
--Cobarde—murmure al mismo tiempo que me hacía para atrás lo suficiente como para llegar a una fogata de las esquinas, quitarme el collar de muchos que tenía colgados en mi cuello y estire mi brazo hacia la fogata. El collar estaba muy cerca de las llamas y mi brazo se quemaba pero me hacia la valiente.
--Dígame en donde está y yo le entrego su cadena, así de sencillo así que empiece a hablar—dije como quien no quiere la cosa.
   En vez de contestarme cargo la pistola moviendo el dedo gordo a la parte de la pistola, listo para apretar el gatillo. Nos miramos a los ojos, sujete bien la cadena con una cruz de plata al final, y vi como lentamente iba presionando el dedo en contra del gatillo. Pero yo tenía que ser más rápida. Avente el collar y cayó en la tierra y en ese mismo segundo saque mi pequeña pero servidora pistola de mi bota y le apunte también.
   Esta era la escena: en una tienda de acampar altísima y enorme había un hombre feo y una muchacha preciosa que luchaban por tratar de conseguir lo que más querían del otro. Se apuntaban el uno al otro con enojo e ira. Le apostaba a la chica, claro. Me caía algo bien.
   Sandoval observaba el suelo, intentando localizar el collar; ni siquiera yo sabía en donde lo había tirado. Use esa ventaja y me acerque dos pasos pero volvió a mirarme y estaba a tres segundos se dispararme y de nuevo tenía que ser más rápida y dispare… dos veces.
   Hugo soltó la pistola y cayó al suelo con cara de dolor. Empezó a agonizar casi gritando pidiendo ayuda. Le había dado en la pierna, justo donde yo quería. Estaba completamente segura que no se iba a morir por eso y  escuche pisadas fuertes fuera de la tienda así que debía apresurarme en salir.
   No sin antes ponerme alado suyo, la sangre—que no era mucha por desgracia—ya corría debajo de él y paro de quejarse para mirarme con una emoción que no pude describir. Si pistola estaba muy fuera de su alcance, no tenia que preocuparme por eso. Me acerque aun más, hasta llegar a su oído y le susurre:
--Saldaña no solo me enseño países.
   Vi sombras pasar lento, como con cuidado y le di un pequeño beso en la mejilla y me manche las manos se sangre.
   Salí caminando normal, sin presiones; sabiendo que atenderían perfectamente a él y olvidando completamente que momentos antes escuche pisadas.  
   Hasta que estuve afuera de la tienda y me di cuenta de lo obscuro que estaba la noche, solo la luz de la luna que era más de lo usual ya que brillaba en el centro del cielo y más grande que nunca.
   Volví a escuchar los pasos de nuevo desde el lado derecho de la tienda e inmediatamente alce de nuevo mi pistola a la espera de alguien que me atacara. Ese alguien  salió pero no pude reconocerlo y di un paso adelante para escuchar:
--- ¡Esta aquí!—murmuro y la voz sonó a Gustavo.
--Gracias a Dios, Carolina—ese era Martin.
   ¿Dónde quedaba Sebastián?
--- ¿Cómo me encontraron?—pregunte mientras bajaba el arma y ellos hacían lo mismo.
--Vinimos a rescatarte pero… creo que no lo necesitabas—Sebastián hizo una mueca. Suspire de alivio.
-- ¿Qué le hiciste?—pregunto Martin al ver de lejos a un Hugo tratando de ver la herida de su pierna.
--Quería la cadena de plata pero no la obtuvo—por inercia me toque el cuello para darme cuenta de que no estaba ahí.
   ¡Mierda! Seguía dentro de la tienda.
--Maldición lo deje adentro—estaba a punto de empezar a caminar hacia el mini castillo y se escucho como otros hombres armados venían desde el sur y no dejaban de ladras los perros… que no creo que fueran chihuahuas.
--- ¡Vámonos!—exclamo Gustavo.
--- ¡El collar!
--- ¡No tenemos tiempo!
--Si que si
   Martin me agarro de los hombros
--No me hagas cargarte así que mueve ese trasero que tienes—murmuro nervioso.
   De pronto dispararon y los hombres ya estaban más cerca.
--- ¿Los conoces?—pregunto Sebastián
--Si, trabajo con algunos de ellos así que si nos agarran dile adiós a la vida normal, muévanse—respondió Gustavo.
   Por suerte no podían ver nuestras caras por tanta obscuridad pero si adivinar si éramos hombres o mujer. Empezamos a corres hacia el este, en dirección a la fiesta así sería más fácil escabullirse y escapar.
   Los balazos se detuvieron por un tiempo hasta que se escucho uno más fuerte y a los tres segundos sentí algo rozarme el brazo. No lo tome en cuenta hasta que ya casi llegábamos a los arboles más altos donde no nos encontrarías, fue ahí donde lo sentí y mire mi brazo.
   Un poco más abajo del hombro; me disparó. No fue un simple raspón, dolía; demasiado. La sangre empezó a correr por mi brazo y como le daba la espalda a los tres nadie me podía ver sangrar o mi cara de pánico.
   Seguí corriendo y mi cara tenia la expresión de haber chupado limones hasta que tomamos la dirección hacia donde se encontraba mi choche que supongo y Sebastián les dijo donde estaba.
    Hasta que nos encontramos hay, ya en la gran reunión donde la música volvía a estar que te rompía el tímpano, tomando aire recargados en mi coche cuando Gustavo exclamo:
--- ¡Tu brazo!
--Maldición—murmuro Sebastián.
   Yo seguí tapando la herida así que lo que Gustavo vio fueron mis manos y ropa ensangrentada. Los tres se acercaron de inmediato y Sebastián me agarro la mano y la retiro.
--Esta profunda—susurro Martin.
--Demasiado, tenemos que llevarla a un hospital.
-- ¿Hospital?—exclame frunciendo el ceño.
--Necesitas puntos, no se cerrara solo y se te puede infectar así que sube al carro, yo conduzco.
--No qui…
--Sin chitar, arriba.
   Suspire con pesar, cada vez dolía menos y ya todos metidos en el coche Martin rompió parte de su blusa y la enredo en mi brazo, deteniendo el sangrado.
--- ¡Ay!
--Se aguanta—se burlo Gustavo.
   No sé quien me arrebato de las manos las llaves que había sacado de mi bolso trasero y para cuando me di cuenta Sebastián ya estaba en el coche esperándonos. Mi carro solo tenía dos asientos así que Gustavo y Martin se fueron en la parte de atrás que no tenía nada de la mini camioneta que tenia.
--- ¿Sabes dónde está el hospital más cerca?
--No, pero de seguro que en este pueblo pequeño no así que tendremos que ir hasta la ciudad más cerca.
-- ¿Te duele mucho?
--Ya no tanto, ¿esa es mala señal?
--No lose pero—Sebastián acelero—más vale prevenir que lamentar.







--- ¡Ay!—exclame pero fue más un murmuro.
--Ya falta poco—me trato de tranquilizar el doctor.
   Llegamos al hospital público más cercano que encontramos y nos metimos por urgencias, aunque la sangre ya no corría yo toda estaba manchada de ella. Sebastián me prestó su chaqueta para que no vieran mi mini blusa y no sospecharan nada ya que como no estaba tan lejos de Bustamante los rumores debieron de llegarles.
   Volviendo a mi herida, necesitaba 5 puntos que en este momento llegaba tres y me estaban insertando la aguja por cuarta vez y estaba a punto de volver a quejarme pero calle. Sebastián me agarro la mano desde el segundo punto y me sonrió… eso me ayudo bastante. Martin y Gustavo prefirieron quedarse afuera excusándose que ver como literalmente me cosían no sería nada agradable de ver así que solo mi vecino entro conmigo y con eso me confortaba.  
   Sentí que de nuevo la aguja entro a mi piel y por quinta vez maldije hasta que salió.
--Y terminamos—el doctor corto la tela, listón lo que fuera y me puso una venda encima—la venda es solo para que no se infecte o algo y sanara más rápido—se volvió y empezó a escribir en una tabla— ¿Puedo preguntar cómo se corto?
--Eeee—solte la mano de Sebastian—estabamos preparando la cena él y yo—lo señale—y al tropezar  por accidente pasó porque tenía un cuchillo en mi mano.
   Trate de parecer convincente pero sabía que me creería.
--- ¿Son novios?
--Ehh…—hablo Sebastián.
--Si—le sonreí al doctor—por eso me ayudaba.
--Bien, supongo que deberías de hacer que no se tropiece… ¿o tu eres la razón por la que se tropezara?—bromeo el doctor.
   Reímos entre dientes.
--Tal vez, es lo más probable—bromeo también Sebastián.
--Bien entonces, dejen de tropezarse con cuchillos y creo que estarás perfecta. Puedes irte en cualquier momento.  
--Gracias—le sonreí. Me caía bien.
--Así que… ¿ahora somos novios?—pregunto Sebastián—cuando el doctor marcho—mientras sacaba una manzana de la mochila que traía.
--Ya no, ¿terminamos?
--Me parece perfecto pero ya me quiero ir.
   Me baje de la camilla y nos dirigimos a la salida riendo para ver que Martin y Gustavo ya no estaban.
--- ¿Suelen hacer esto muy seguido?
--Tan seguido como vamos a los hospitales, solo espero que no se hayan llevado mi carro.
-- ¿Pero tú tienes las llaves no?
--Amigo; hay otras maneras de encender un carro—le guiñe el ojo— ¿Te dejo en tu casa?
--Más al rato, vamos a otra fiesta—reímos juntos.
--Ya dime, ¿Qué quieres?
   Salimos del hospital y llegamos a mi carro. Me recargue en una de las puertas y él se cruzo de brazos.
--Interrogarte, quiero que me cuentes toda la historia desde como conociste a Roberto, porque cuando como en donde y porque se fue, como fue que inventaron su muerte y donde queda el narcotraficante.
   Reí entre dientes y rodee el carro para sentarme en el asiento del copiloto.
--- ¿Quieres saber todo?
   Se subió al asiento de alado.
--Si, y no me vengas con que “te digo después”
   Arranque el coche.
--Bien—asentí—te contare toda la historia, mi vida desde que te fuiste. Tal vez  te sorprendas.
--Inténtalo—y ahora el me guiño el ojo.

   

5 comentarios:

  1. Mmmm a mi no me molesta tanto la idea de que ellos se han novios xD pero lo que ahora me da miedito es lo que le va a pasar ahora a Caro ya que Hugo no va a estar muy contento :S
    Publica pronto !
    Besitos, bye

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  2. aaaww ke buen capiun poco larga pero
    la termine jajaja XD

    esta bien xidisima
    espero ya el siguiente n_n

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  3. Holis (: Te sigo,me gusto este capitulo!Te empiezo a leer desde el 1ro :D Que andes super.Becho♥

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  4. Hola,como andas?Me gusto la sinopsis (:
    Te empiezo a leer obviusly.Te pasas por mi blog? http://365diasstory.blogspot.com/ Beso,te sigo!♥

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  5. Me ha gustado mucho el capitulo :)
    La verdad no me importaría que Carolina y Sebastian sean novios ;)
    Publica pronto.
    Tengo un nuevo capitulo: http://lavida-cambia.blogspot.com/2011/09/capitulo-23-esto-no-es-lo-mio.html espero que te guste
    besoss

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