---
¡¿Cómo me puedes hacer esto Sebastián?! ¡Yo te dije todas las cosas horribles
que me a echo esa perra! ¡Por su culpa casi me matan a golpes! ¿No escuchaste nada de lo que dije de ella
esa noche en la camioneta?
--Pero
Carolina…
--Carolina
mis ovarios ¿Por qué ella Sebastián? ¡Habiendo tantas que darían lo que fuera
para siquiera ser tus amigas! ¡La escoges a ella! Y no me vengas con las
idioteces de “no eliges a la persona que quieres” ¡eso es una estúpida barra
que usan todos los hombres!
--Déjame
explicarte
--No
Sebastián, ella te hará elegir entre ella o yo ¿no te das cuenta? ¡Eso es lo
que más me preocupa! ¡Nuestra amistad muere desde el momento en que salgas con
ella! ¡No por mi si no por Samanta!
Lanzarle la botella de tequila rompérsela en
la cabeza y dejarlo solo en el cementerio a que se muriera de hambre, frio y
sed.
Eso se merecía y mas. Estaba demasiado
enfadada.
Si; eso debió de haber pasado pero por desgracia
solo pudo pasar en mi cabeza. Lastima
Volví a la realidad abriendo mis ojos y lo
mire directo a los suyos.
--Repítelo
por favor, solo que más claro.
--Me
gusta Samanta y creo que me corresponde
---
¿Crees?
--Por
la manera en que me habla—se encogió de hombros.
Me salió un suspiro de alivio. Samanta era así
con todos; y no le iba a decir iba a dejar que él se diera cuanta por sí solo.
---
¿Cuánto te gusta?
Se volvió a encogió de hombros. No quería
decirme, tenía miedo a mi reacción.
--Sebastián,
¿me consideras tu mejor amiga?
--Claro—lo
dije sin pensar y me miro sonriendo.
--Entonces
contéstame… ¿o no confías en mí?
--Claro
que confió en ti; es que si me gusta mucho pero nose.
--
¿no sabes qué?
--Que
tan cómoda te sientes con el tema.
--Eso
importa una mierda. Si tenemos que hablar de tus sentimientos lo haremos.
--Eres
la mejor—me dedico la mejor de las sonrisas que nadie me dará en mi vida
entera.
--Dime
algo que nose—bromee.
La
siguiente media hora me la pase fingiendo que me gustaba el tema, pero lo hacía
por mi mejor amigo. Me contaba como ella comenzó a hablarle y los sentimientos que de pronto brotaron de él.
Un capricho podría decir. O al menos eso
espero.
--Pues,
si pasa algo quiero ser la primera en enterarme—dije en un susurro y bajo mi
orgullo y voluntad.
Tenía que apoyarlo en todo, o al menos eso
sentía que debía hacer y si ponerse la soga al cuello al enamorarse de esa
puta. No hay nadie para decirle que no
pueda estar con ella.
Genial.
Volvimos
a cabo de unos minutos. Se que el noto mi disgusto por el modo en que le dije que
lo apoyaba y que estuve callada todo el viaje de regreso pero es que no podía
evitarlo. Mi cabeza no dejaba de pensar en todas las cosas que pasarían si
ellos llegaran a estar juntos.
Mi amistad con Sebastián cambiaria de un
modo u otro. Por ella, su veneno lo obligaría aunque él no se diera cuenta. Me
dio miedo, entre en pánico pero también estaba la posibilidad de que no fuera así.
Que nuestra amistad no fuera afectada por esa perra.
Peeeeeeeero también la ultima y espero la
única posibilidad de que jamás pase absolutamente nada. Pero es que Sebastián
se lo tenía bien escondido; si que sí.
Si todo lo que me conto es cierto se han
estado acercando de mas ¡y yo ni en cuenta! ¿Cómo estuvo eso?
Solo sabía que debía de mantener las
esperanzas de que nada malo fuera a pasar entre él y yo. Nada más que lo
normal.
Y sin darme cuenta ya estábamos enfrente de
nuestras casas. Eran como las diez de la noche.
Apago el motor y nos quedamos quietos.
Ninguno de los dos hicimos indicio de movernos. No quería. Parece que él
tampoco.
--Gracias
por confiar en mi hoy—dije en un susurro.
--Gracias
por confiar en mí desde hace tiempo—me respondió de igual manera—Acerca de
Samanta…
Le puse la mano en la boca. Me acerque a él
y le di un beso en la mejilla.
--Te
quiero demasiado, Sebastián—le sonreí dulce—No quiero perderte—no quiero que esa vieja nos separe, mantente
alejado de ella—no quiero que salgas lastimado de todo esto.
Le quite la mano de la boca y lo primero que
hizo fue regresarme el beso.
--Nadie
saldrá lastimado de todo esto, te lo prometo.
Salimos del coche y nos fuimos a nuestras
respectivas casas.
Dos semanas después recibí una llamada de un
hombre del barrio. Por algún milagro me encontraba estudiando y haciendo tarea
y fui cuando termine entrada la noche.
No puedo negar que me emocione pensando que
los chicos ya habían regresado. Ellos también me telefonearon la semana pasada,
unos días después de que se fueron diciendo que aun no encontraban nada pero si
lo suficiente como para saber que Roberto seguía vivo.
Llegue más rápido de lo normal. Tuve que
dejar en carro más abajo del cerro ya que en donde vivía el hombre era la parte
más peligrosa de todas; tanto así que cuando daban las 10 de la noche ponían
troncos en las calles para impedir el paso de la policía a las colonias. Era aun más peligroso porque aquí asesinaban a
más personas de lo normal.
Llegue a la casa de madera un poco
desgastada con el tiempo. Según tenía entendido solo vivía hay un hombre, el
que me había hablado. Cesar “El gato”
Toque tres veces y solo esas ya que me
abrió. El tipo era alto y musculoso pero tenía cara fea y sus músculos eran
demasiado ostentosos para mi gusto. Tenía una botella de cerveza en la mano.
--Carolina
Montes—me miro de arriba abajo—la pequeña de Saldaña.
--Vamos
directo al grano, ¿no?
Creo que no me escucho porque se quedaba
como bobo viéndome toda. Me sentí asqueada.
--Eres
mejor de lo que te describen, bueno es que se les olvida decir que estas muy
fina, ¿quieres pasar?
Ni de
chiste
--Estoy
mas cómoda aquí, gracias—dije con falsa modestia.
--
¿Segura? Acabo de limpiar solo por ti.
Dirigí mi mirada al interior de la vivienda
y estaba más sucia que el pan.
¿A eso
llama limpio? No quiero saber que es sucio.
--Segura—dije
con mi tono molesto.
Saco una pistola de su sudadera y me apunto
con ella.
--Te
estoy diciendo que entres, estúpida.
Saque mi pistola de entremedio de mis
pechos.
--Te
estoy diciendo que no quiero, animal.
Se oyó un disparo de la nada y cayó en la
puerta del vato cerrándola, alguien me jalo y me escondió debajo de un coche
tapándome la boca con su mano.
---
¡Cállate! ¡No hables que nos puedes descubrir!
Obedecí al instante porque reconocí la voz de
aquel hombre. Alberto, igual que mi primo.
Los disparos se intensificaron y El Gato
salió corriendo de su casa supongo que a buscarme.
--Era
una trampa para capturarte y contigo negociar con Saldaña chico y Martin por el
Saldaña grande. ¿Cómo pudiste ser tan estúpida y caer?
--Cuida
tu lengua—dije enojada con su mano en mi boca. El la quito lentamente para
comprobar que no iba a gritar.
--Si
pensé en esa posibilidad pero tenía que venir de todas maneras.
--Da
igual, ¿traes tu pistola?
--Si
--
¿Está cargada?
--Si—abrió
la boca para preguntarme otra cosa pero me le adelante—si, está cargada y con
suficientes cartuchos.
--Bien—me
entrego una navaja—por si las dudas.
Yo la puse donde siempre me guardaba las
navajas, en medio de mis pechos.
Alberto de les quedo bueno como baboso.
--Mis
ojos están aquí arriba—dije de nuevo molesta.
--Que
también no están nada mal—bromeo.
No puse evitar reírme
--Ponte serio—dije tratando de poner cara de saber en dónde estaba—si dices que me quieren capturar para negociar significa que Roberto sigue vivo ¿verdad?
--Ponte serio—dije tratando de poner cara de saber en dónde estaba—si dices que me quieren capturar para negociar significa que Roberto sigue vivo ¿verdad?
--Alto
hay niña, no te hagas muchas ilusiones. Bien lo pudieron matar hace dos años,
bien lo puedes estar matando ahorita.
--Bien
lo pueden estar encontrando su hermano y el resto del grupo.
--Puede
ser, pero hay que mantener abierta todas las posibilidades. Ahora escucha; hay
tiradores en todos los techos de las casas en el resto de la manzana así que
tenemos que ir muy discretamente de aquí hasta sacarte del territorio de estos
hombres.
--Pero
ese hombre dijo que tenía información de los chicos.
--
¿Sigues creyendo eso? Te creí menos inocente.
--Cuida
tu lengua—volví a decir.
--Cuidado
gatito, no me das miedo.
Rodé mis ojos.
Sentí
sus labios encima de los míos. Lo aparte bruscamente
---
¿Qué te ocurre?
--De
la buena suerte—me guiño el ojo y se volvió a acercar a besarme y por alguna
razón no lo aparte. Besaba demasiado bien y hace mucho que no besaba a alguien.
--Suficiente—dije
cuando intento meter su lengua en mi boca.
Empezó a reírse.
--Recuerda,
Carolina, sin hacer ruido y si ves a algún hombre te detienes. Comoquiera iré
adelante tuyo.
--
¿Por qué haces esto?
--Le
prometí a Gustavo que te cuidaría.
--
¿Cómo es que me conoces si solo te reconozco por tu voz? En llamadas por
teléfono con Martin
Bufo.
---
¿Quién no te conoce en este barrio?
Nos arrastramos hasta salir de la parte de
debajo de aquel coche. Me hizo señas para quedarme agachada y el avanzo a la
esquina y checo los muros en la costa.
Alberto no estaba nada mal. Bronceado, con
suficientes músculos que mostrar, cabello castaño rojizo y unos labios gruesos
y rojos que yo acababa de probar. Me dieron ganas de nuevo.
Volteo a verme y me indico que siguiera. Con
la pistola en la mano y el pánico en mi corazón avance hasta situarme atrás de
Alberto.
--Hay
arriba hay un hombre con un rifle, de seguro que te ve así que ponte mi gorra, quítate
la blusa y ponte la mía y camina despistadamente hasta aquella calle.
--
¿Qué?—reí sarcásticamente—no.
--Bueno,
¿quieres arriesgarte a correr hasta aquella calle que esta taaan cerca a que me
maten a mí y te secuestren a ti?
Volví a entornar los ojos y me quite mi
blusa de tirantes. Alberto me miro de arriba abajo con los ojos pelones.
---
¿Cómo es que Roberto fue capaz de verte como una hija?
Me volví a reír sarcásticamente con cara de
fastidio y a punto de pintarle el dedo.
--Deja
de decir eso o habrá serios problemas.
--Te
ves muy graciosa enojada y semi desnuda.
Le di una cachetada leve y se quito la
camisa al instante, entregándomela.
--Solo
no tires baba—me dijo entre risas cuando me descubrió mirando su fuerte
abdomen.
Me sonroje pero no se dio cuenta.
--No
es que te apure pero te estás tardando mucho.
La camisa de Alberto me quedaba más aguada
que el pan y olía a hombre. Me entrego su gorra y yo hice un nudo en mi cabeza
para que no se me viera el cabello. Escondimos nuestras pistolas en nuestros
pantalones y caminamos muy despistada y tranquilamente hasta aquella calle que
estaba a una cuadra de distancia.
No se escucharon balazos, todo iba bien.
Hasta que un hombre que iba caminando también con un rifle nos vio, bueno más
bien me vio a mí con mi disfraz de hombre y rápido saco una foto de su
bolsillo. La vio por unos segundos.
---
¡Maldición!—grito Alberto mientras sacaba su arma.
---
¿Qué?—mientras yo decía esa palabra de tres letras el hombre tiro la foto y
apunto hacia mi dirección pero Alberto que ya se le había adelantado y le
disparo muchas veces.
Por la sorpresa y el pánico comencé a voltear
por todos lados para ver si había más hombres y si no había con el ruido de los
disparos aparecieron más por detrás de nosotros y comenzaron a disparar hacia
lo loco.
Me dieron en el mismo hombro donde me
dispararon la vez pasada en la fiesta en
Bustamante. La única diferencia es que esta bala si había entrado en mí.
No grite pero si agarre el brazo de Alberto
y le enterré las uñas que casi creo se las entierro.
--Tranquila—musito
mientras me agarraba de la cintura.
--No,
no; puedo caminar no es nada.
Entorno los ojos. Aquellos hombres ya
estaban caídos porque Alberto les había disparado mientras yo me tapaba la
herida donde no dejaba de salir sangre.
Corrimos hacia el sur, colina abajo de nuevo
escondiéndonos entre carros y carros y más hombres empezaban a aparecer pero no
nos veían.
No me había dado cuenta que Alberto había
agarrado la fotografía que aquel hombre tenía.
Llegamos a una esquina y vimos que la calle
de salida estaba llena de hombres con armas vigilando. Como zombis esperando la
carne.
---
¿Qué vamos a hacer aquí?—pregunte.
Se quedo callado frunciendo el ceño.
--Tendremos
que dispararles a todos.
Alberto comenzó a contarlos en susurros.
--Son
12 exactos, seis tu y seis yo. ¿Tienes suficientes disparos?—asentí—hazlos
contar.
Me dio un beso sorpresa.
--Ya
te estás emocionando con esto—le dije cuando se alejo.
Se encogí de hombros.
--No
sé si salgamos de esta y tú ya estas débil con toda esa pérdida de sangre.
Si me sentía débil y mareada cada vez que
veía todo el abdomen desnudo de Alberto manchado de sangre y a mí mismo con las
manos ensangrentadas y la blusa de este.
--Estoy
bien—mentí, sentía que en cualquier momento me iba a desmayar—Terminemos con
esto.
--Siempre
ponte detrás mío, se como esquivar balas ¿Entendiste?
Asentí con los ojos cerrados y aferre más el
arma a mi mano.
--Dispara
desde mi hombro.
Salimos de la esquina donde nos encontramos
y me puse detrás de el como me lo indico. Lo menos que quería ahora era volver
a recibir una bala.
Comenzamos a disparar como había quedado;
seis y seis.
Los primeros estuvieron fáciles pero los que
se dieron cuanta después cuando vieron a sus compañeros tirados comenzaron a
dispararnos de regreso.
Alberto les daba directo a la cabeza o al
corazón pero yo no quería ser ninguna asesina y les daba un disparo en cada
pierna para hacer que caiga.
Yo termine con mis seis y Alberto también
pero más hombres venían corriendo hacia nosotros.
Intentamos correr pero no podía así que sin
avisarme Alberto me cargo con mucho cuidado y como si no estuviera entre sus
brazos corrió igual de rápido. Tenía en sus manos la foto que recogió de aquel
hombre y yo la tome en mis manos.
Era yo, hace dos años. Esa foto fue tomada
un día antes de que Roberto se fuera por el propio Roberto.
No sé qué ocurrió después porque después de
escuchar múltiples gritos y disparos detrás de nosotros me quede dormida.
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