Me pare de
golpe.
Encendí las luces.
No podría dejar que me aplastara. Simplemente,
no podía.
No era mi estilo, no era quien Roberto me
enseño a ser; dejar que el dolor de apoderara de mi no era quien yo era,
Para ser sinceros, no tenía tiempo. No tengo
el tiempo para desmoronarme, que el dolor me aplastara. No tenía tiempo para
nada. Tenía a una Doña Piedad que por ahora—hasta que su hijo regresara y con
suerte su hijo mayor también—solo me tenía a mí.
Tenía que esperar a Gustavo, Martin,
Gabriel… todos los que se fueron. Tenía que esperar a Roberto—el único hombre
al que tengo bien definido mis sentimientos—regrese.
Tenía que arreglarme cara a cara con Alex y
con él y sobre todo con el tenia que verme más fuerte que nunca. No podía dejar
que me viera afectada por lo que me había hecho y lo mismo pasaba con Sebastián.
No podía dejar que me viera tampoco afectada por sus palabras.
Uno por sus acciones y otro por sus palabras
pero el mismo resultado: hacerme daño.
Mas del que me han hecho mi familia con cada
golpe e insulto. Les llore demasiado a esas personas, a esas acciones y a esas
palabras.
Yo ya había superado ese periodo de mi vida.
Había aprendido de ella a que no debo dejarme llevar por los sentimientos y
sobre todo a ser fuerte. Y ahora más que nada tenía que poner eso en práctica,
si no lo hago por mí al menos por Roberto que fue el que me dio ese gran
empujón. El empujón de alzar la voz, de soportar cosas como estas.
No tenía tiempo para desmoronarme, si lo hacía
no iba a parar nunca. No tenía tiempo para mis emociones, sentimientos o
pensamientos.
No le iba a dedicar mis lágrimas a Sebastián.
Lo que Alex hizo algún día lo superare. No lo
justifico pero no sabía lo que hacía, no estaba en sus cinco sentidos. Sin
embargo Sebastián si lo estaba. Las palabras duelen más que las acciones y ahí
se demostraba.
Me metí a la ducha, me senté en el suelo
mientras sentía el agua tibia bajar por mi espalda. Sentía mis ojos pesados
pero no quería dormirme, no quería nada.
Después de un rato salí de la ducha en ropa
interior y me escabullí a la sala donde
teníamos un trinchador; hay guardábamos todo el alcohol que teníamos y me robe
una botella sin abrir de vino tinto.
No lo iban a notar y si lo hacían me
importaba una mierda.
Me subí a mi habitación, me puse mis
audífonos con la música a todo volumen que casi me reventaba mis tímpanos pero
se sentía bien.
Al siguiente día no quería existir. Me
encontraba en mi cama boca arriba. Seguía en ropa interior. La botella de vino
tinto estaba a mis pies completamente vacía y la resaca era la peor de mi vida.
Hace tanto que no me emborrachaba así. Y nunca lo había hecho sola y por
despecho… me sentí patética.
La cabeza me martillaba como siempre después
de ponerme ebria pero esta vez era peor porque me martillaba con recuerdos de
la noche anterior. Me levante lento, sin querer hacerlo pero no quería seguir
en mi lecho de porquería. Al salir me encontré a mi madre que me vio confundida
al verme casi desnuda, con el maquillaje corrido, y la cara de resaca.
-
Niña
estúpida—susurro demasiado fuerte.
-
Lo
saque de usted—le escupí.
Se dirigió a mi enojada pero yo le cerré la
puerta del baño en la cara y me metí en la ducha con todo y brasier y bragas.
Me quite el maquillaje con agua. Salí con no se qué toalla envuelta y en lo
único que podía pensar era en ir por mi café de cruda.
Sebastián se metió de nuevo en mi cabeza ya
que el siempre me acompañaba a ese lugar.
Me encontraba muy augustamente sentada en
la misma silla en la misma mesa de siempre. La cafetería—entre comillas—tenia
la misma clientela de siempre y la mayoría no se quedaba pues no era muy cómodo.
El café hacia el mismo efecto que siempre y
me calmaba el martillazo hasta considerarlo aceptable y soportable.
Entre la fila de gente vi a El
Borjas. Le sonreí sutilmente cuando también me vio. Después de unos minutos, y
después de comprar su café se vino a sentar conmigo.
-
¿Cómo
estás?—me saludo
-
Bien
Rio entre dientes
-
No
parece
Ahora yo reí entre dientes
-
¿Por
qué?
-
Tienes
cara de espantada—le puso azúcar a su café— ¿cruda?
Asentí
El Borjas era como el mejor amigo de Sebastián
y tenía una curiosidad enorme de preguntarle si ya sabía—que era lo más
probable—y que como se encontraba el.
De
seguro bien consolado por su novia, ni siquiera se ha de acordar de ti.
-
Yo
también la tengo—pensó por unos segundos—ayer…Sebastián me hablo a mitad de la
noche.
Mis ojos pasaron de ver al cielo de mira directo
a los ojos avellana que tenia.
-
¿Enserio?
Qué bien—le di un sorbo a mi café
-
Al
grano, ¿quieres saberlo o no?
Le di varias
vueltas con el dedo a la tapa de mi capuchino
-
Si—me
apene
-
Fui
hasta a su casa y estaba furioso muy apenas y podía hablar sin que se pusiera
rojo y no dejaba de mencionarte a ti y quien sabe cuántos hombres. Me pidió que
llevara cervezas y él se acabo la mayoría—hizo una pausa— ¿Qué le hiciste?
-
¡¿YO?!
Mejor pregúntale que él me hizo a mi
-
El
no tiene la culpa, Carolina.
-
¿Y
por qué dices eso?—pregunte algo molesta digo… claro que tiene la culpa.
-
Estaba
cegado por los celos—dijo como si estuviera diciendo algo del clima
Escupí mi café y comencé a toser.
-
¿Qué?—dije
cuando controle mi garganta.
Bufo
-
Es
más que obvio; digo—se encogió de hombros
-
¿Celos?
¿seguro? Pero… ¿Qué clase de celos?
-
¿Hay
diferentes clases de celos?—comenzó a reír
-
Claro
que los hay. Están los celos de familia como primos e hijos y padres. Los de
amigos y … los de amor de pareja
Borjas termino su café y saco un cigarro.
Odiaba los cigarros pero no diría nada hasta que terminara de decirme esto.
-
Pues…
para mi celos son celos. El significado de sentir que la persona que quieres
pueda querer, preferir o simplemente hablar con otra persona que no seas tú—me
miro sacando humo de su boca—no sé como tú lo veas con tus clasificaciones.
-
Eso
no me dice nada, Alejandro—me cruce de
brazos
-
Te
diré algo, solo porque tu pareces estar igual que el. Te extraña y demasiado,
Carolina
Me quede callada, volviendo a ver el cielo
-
No
parece aparte… la tiene a ella
-
¿Es
más fuerte su orgullo que su amistad?
-
Claro
que no pero… ¡me ofendió! Me ofendió como nunca imagine. Puedo soportar que mi
mejor amigo defienda a alguien como ella pero no a tal grado de insultarme como
lo hizo el. Me llamo horrible, lo odio.
-
Te
digo que no estaba en sus cinco sentidos, igual que Alex. Y no lo odias. Lo
quieres demasiado para odiarlo.
-
Si
tanto me extraña… ¿Por qué dejo de hablarme?
Suspiro
-
No
sabría decirte
-
No,
si sabes solo que no puedes decirme
-
Mejor
tu contéstame—se llevo el cigarro a la boca y después saco el humo— ¿Por qué tu
dejaste de hablarle?
-
Porque
el dejo de hablarme a mi primero—me defendí
-
¿No
será que tu también estas celosa?
-
¡¿Qué?!
Comenzó a reír y tiro su cigarro ya
terminado o como se le diga.
-
No
tengo razones para estarlo—me puse a la defensiva.
-
Claro
que si… tú lo quieres.
-
Claro
que lo quiero si es mi amigo, o al menos eso pensé.
Volvió a bufar
-
No
de esa manera, Carolina. Más que amigos
-
¿YO?
¿QUERERLO A EL?—bufe— ¡Claro que no! ¿Cómo puedes pensar eso?—casi gritaba.
Llevo su ojo índice al ojo, como indicando
que era más que obvio.
-
Pues
te equivocas
-
Como
digas, Carolina pero yo sé que es verdad.
-
Te
equivocas—dije en un tono más enojado
Se levanto de su silla
-
Ya
me tengo que ir pero… piensa en lo que te dije y admítelo de una vez, pequeña—Borjas
me decía así cuando nos conocimos, me arranco una leve sonrisa— Mira, se lo que
sientes acerca de esa relación pero yo me aguanto por ellos, inténtalo tu
también. Hablamos después.
Me dejo hay con la duda de cómo es que el
siente lo mismo que yo.
Al día siguiente—que era lunes—y me estaba
preparando para la escuela me preguntaba cómo iba a hacer para siquiera volver
a mirar a los dos.
Me tocaba clase de valores, alado de uno de
ellos. Hoy iba a ser uno de los di asmas difíciles. Trate de que no se notara.
Parece que Alex no fue—mejor para mi—pero
después del descanso me tocaba la clase alado de Sebastián.
Busque a Borjas y me lo encontré en el
estacionamiento, encima de un coche y recargado en el parabrisas fumando
tranquilamente un cigarrillo con los ojos cerrados.
Me subí alado de él sin que lo notara
-
Hooooooooooooooooooooooooola
El muchacho se sobresalto y me dio un ataque
de risa
-
Hola
Carolina—dijo entre risas—casi me matas de un susto
-
Ayer
me dejaste pensando
-
¿Sobre
tus sentimientos hacia Sebastián?
-
Yo
tengo bien definidos mis sentimientos hacia el—que lo quiero demasiado y quiero matarlo por cómo me hizo sentir… que
dices Carolina tu lo odias—pero no es sobre eso.
Borjas levanto una ceja, esperando
-
¿A
qué te refieres con eso de que tú sientes lo mismo que yo sobre esa relación?
Borjas comenzó a toser, como que no quería
hablar del tema
-
Si
no me quieres decir no hay problema
-
Es
muy complicado para mi decirlo
-
De
acuerdo…
Suspiro
-
Si
te lo digo es solo para que también lo admitas tú, ¿de acuerdo?
Asentí
-
Tengo
sentimientos… algo fuertes por Samanta
-
¡QUE!—grite—ni
de chiste
-
Quieras
bajar la voz—tiro su cigarro
-
¿Cómo?
¿Cuándo? ¿Por qué?—pregunte sin poder creerlo
-
Dejémoslo
en que solo paso
-
¿Sebastián
sabe sobre esto? Porque no es muy bien visto que uno ande con la chava que le
gusta a su amigo
-
Los
únicos que sabemos somos tu y yo
-
Oh…
gracias por la confianza
-
Misma
confianza que espero que tu pongas en mi y admitas también tus sentimientos. No
le diré nada a él, te lo prometo
-
Si
confió en ti es solo que siento que no estoy lista para admitir mis sentimientos
a alguien que no sea a mi misma o Edith
-
Aaaah…
eso quiere decir que ya lo admitiste—me dedico una sonrisa de oreja a oreja
Me eche a reír
-
En
este momento no. No quiero ni topármelo ni nómbralo porque de verdad me hizo
daño su comentario y su desconfianza. Pero la verdad no fueron sus palabras
fueron que esas palabras salieron de él, ¿me entiendes? Así que lo que sea que
sienta por el… no lo siento ahorita mismo; todo lo contrario.
La campana sonó
-
Por
ahora limítate a ir a tu clase de valores y enfrentarlo. Has una lista
-
¿De?—pregunte
confundida
-
Las
razones por las cual lo odias, a ya tu sabes, haber cuando dices hacerlo—me
guiño el ojo
-
Y
tú también… razones por las cuales odias a ya tu sabes—me reí
-
Realmente
no tengo muchas razones para odiarla a ella pero de acuerdo y exacto en una
semana nos veremos aquí para leerlas
Todos se empezaron a ir sus respectivos
salones y Borjas me hizo el favor de acompañarme y darme una sonrisa de
comprensión.
La clase todavía no comenzaba pero la
maestra ya estaba en su escritorio leyendo una revista. Me acerque a su lugar
-
Ehh…
¿maestra?
Bajo lento la revista y me miro otra vez de
sus anteojos. Waki, ya estaba algo vieja y desgastada. Me arqueo la ceja en
forma de respuesta
-
¿Me
podría hacer el favor de cambiarme de lugar?
-
¿Y
porque te quieres cambiar de lugar? ¿Qué tiene de malo el tuyo?
Lo dijo tan fuerte—casi gritando—como si
supiera todo y lo estuviera haciendo apropósito. Lo dijo tan fuerte que todos
callaron, creyendo que la clase había comenzado. Pero siguieron callados
incluso cuando se dieron cuenta que no. Y yo les daba la espalda pero sentía
algunos ojos clavados en mi
-
Es
un poco incomodo—dije en voz baja—solo, ¿si podría cambiarme?
-
No—dijo
tajante mientras sus ojos volvían a la revista
-
Pero…
La vieja me chito.
Hija
de su madre…
Enojada—pero tratando de que no se me
notara—me di vuelta y me di cuenta que la mayoría no me veía a mí sino a Sebastián
que lucía demasiado incomodo y quería sordearse de la situación
Claro, los mejores amigos de la escuela. Las
personas que fueron testigos de ver cómo nos convertíamos en amigos
inseparables ahora volvían a ser testigos de cómo alguien—una zorra—arrancaba
la unión que teníamos.
Incomoda y no saber para donde mirar me fui
directo a mi asiento. Me senté lo más lejos que pude de el, como quiera desde esa distancia me llegaba su
delicioso perfume
Lista:
las cosas que odio de el
1.
Su olor
Y la maestra
comenzó su clase.
me encanto!!!!
ResponderEliminardios esperaba estos caps eternamente! lamento no haber comentado el anterior pero es que estuve un poco alejada de blogguer pero ya volvi ^^ pobre Caro Sebastian realmente se pasó!
plis publica pronto
besos
cuidate