-¿Esas son todas?—grito
-Sí, la última la llevo yo
Sebastián
llego hasta donde estaba su madre cargando la ultima maleta para quitársela y
meterla a mi coche que se lo prestare por hoy, ya que el coche rojo de la
familia estaba en el aeropuerto preparado para trasladarse también.
Jimena
no parecía para nada triste por la partida, todo lo contrario cada minuto estaba
más exaltada con la idea de irse a otro país. Me recordó a mi cuando lo único
que quería era salirme de mi casa cuando tenia se edad
Me
acerque a ella en el porche de la casa y le di un fuerte y largo abrazo que me
correspondió de igual manera. Le olí discretamente su pelo… fresas. Esta sería la última vez que la vería
y a su madre.
-Cuando te conocí tenias siete años, lamento no
estar cuando cumplas los nueve
- ¿Ya no te volver a ver?
Le
sonreí plenamente
-Tal vez nos encontremos después de un tiempo,
¿te gustaría eso?
Asintió
y me volvió a abrazar. Comencé una conversación con ella, me despedí todo lo
que me tenía que despedir y antes de que Sebastián la llamara para subirse al
carro le prometí que algún día nos volveríamos a ver, aunque eso no se
cumpliría. Nos tomamos una foto juntas con mi celular y la deje ir.
Su hermano
la acomodo en su lugar dentro de la pequeña camioneta llena de maletas y salió
su mama con su bolso. Le di un abrazo dándole las gracias por todo, todo
durante los casi tres años de que llegaron.
Mientras estábamos abrazadas le dije algo al oído
-Dicen que los secretos son del
diablo—carraspeo Sebastián con una sonrisa en la cara
-No es ningún secreto—rio entre dientes Emma—Cuídate
mucho hija—me dio un beso en la mejilla—Gracias por hacer a mi hijo tan feliz,
ojala se encuentren más adelante
-Ojala—repetí con un suspiro
Emma
se subió al coche, acomodándose a ella y un poco mejor a Jimena. Sebastián
antes de subirse al coche se acerco a mí
-Vuelvo en un rato, vale—asentí—empieza las
maletas y cuando regrese te ayudo a pasarlas a la casa
Me dio
un beso en los labios y partió hacia el aeropuerto para dejar a su familia. No
le dijimos a Emma que me quedaría a vivir con el mientras se vendía la casa.
Estas
dos últimas semanas fueron catastróficas. Llegaban empleados inmobiliarios para
ver la casa, tomarle fotos para empezar a venderla. Cuando día a día iban
quitando mas mueblería para despejar todo y venderlo por internet para ganar
dinero, me golpeaba mas la realidad. A
las personas que más le gustaban la casa por medio de las fotos llegaban para
verla en vivo. Cada dos días mínimo gente desconocida entraba a la casa y
resultaba demasiado incomodo y en parte también para el visitante pues estaban
entrando a una casa ajena pero Emma decía que estaba bien, que entre más rápido
se vendiera, mejor
La
casa se fue vaciando. Ya no había comedor, ni mesa en la cocina. Se fue la mesa
de centro en la sala, quedo solo uno de los tres sillones enfrente el
televisor. Ni el trinchador, y se fueron todos los retratos, adornos, y
pinturas de las paredes. En el segundo piso la habitación de Jimena se despejo
toda excepto el colchón junto con la base. En la habitación de Emma se dejo igual,
solo la base y el colchón junto con el gran televisor sobre una pequeña mesa de
madera que se encontraron mientras limpiaban todo.
Cuando
el coche arranco y lo perdí mientras daba vuelta en la esquina derecha muchos
horribles pensamientos se me vinieron a la cabeza.
Me los
sacudí y me puse en acción. Camine hacia mi habitación y agarre la mochila más
grande que tenia—a falta de maletas—y meta toda mi ropa, absolutamente toda.
Desde mi ropa interior hasta las blusas descocidas que usaba para dormir.
Di un
suspiro largo al darme cuenta que iba a necesitar más de una ida, pues era poca
ropa para sobrevivir por un mes y medio.
Salí
con la mochila y algunos productos de maquillaje, pasando por la estancia donde
Sara se encontraba leyendo. La puerta de la casa de Sebastián estaba abierta y
solo deje las cosas sobre el suelo y regrese a mi habitación para cargar otra
mochila llena de ropa.
A la
tercera vez que pasaba, Sara hablo
-¿A dónde vas con todo eso?
-Me mudare por un tiempo
Reacciono
varios segundos después
-¿Qué?—se levanto lentamente
-¿Algún problema?—pregunte de buena manera
-No puedes
Sacudí
mis manos de desesperación y me puse enfrente de ella
-No puedes detenerme, Sara
-Este no es un hotel del que puedes ir y
regresar
-Es tanto mi casa como tuya, ¿no?
Se
volvió a sentar
-No puedo permitir esto
-Intenta detenerme a golpes, como en los viejos
tiempos—dije mientras subía las escaleras.
Continúe
con mi mudanza, ahora agarrando cosas mundanas y más productos de belleza.
Avente todos los zapatos a otra bolsa grande y volví a bajar con las manos
llenas
Sara
ya no se encontraba sentada en la estancia, pero cuando volví a regresar estaba
afuera de la puerta de mi habitación.
No
dije nada y al tratar de entrar me bloqueo el paso
-Te estoy dando una orden, Carolina. Tú no te
vas a vivir a otra casa
-Tienes que estar bromeando, Sara. ¿Sabes
cuantas veces no he llegado a dormir? ¡Me la he pasado semanas sin poner un pie
en la casa!
-Pero regresabas
-Y voy a regresar, solo me iré a vivir con Sebastián
mientras él se va…
Mierda
Se
quedo callada y sonrió, una sonrisa que no pude descifrar. Maléfica, tal vez.
En mi cabeza se armo la escena de Blanca Nieves y la Bruja, solo que o había
una manzana; pero si una amenaza
-¿El vecino? ¿No se iban ya todos de una vez?
-No—me hice para atrás
-¿Es tu novio verdad? Así que te irás a vivir
con el novio… no te creí tan estúpida
-Déjame pasar—grite cuando me volvió a bloquear
el paso
Me
señalo con un dedo
-Tu sigue con tus cambio de casa, pero eso si
te digo; ya no regreses
-¿Qué?—susurre con la garganta seca
Camino
hacia su habitación meneando el trasero
-Lo que escuchaste. Ya no regreses, ya no
quiero que sigas viviendo aquí
-¿Acaso me odias?—susurre, con mis shock
presente
Volteo
para otra parte, incomoda y sé que un pensamiento fuerte se le vino a la cabeza
-No te odio
-Pero qué clase de madre eres—susurre— ¡Soy tu
hija! ¡Cómo te atreves a correrme de la casa!
-No tengo por qué estarte dando techo
Pero…
si hasta yo pago por mi alimento, yo pago por mi educación, yo pago por casi
todo lo material que tengo
Me enderece
y levante la cabeza
-En un mes vengo a recoger el resto de mis
cosas
Si
piensa que le voy a rogar, esta muy equivocada
Quería
empezar a organizar mis cosas pero no me sentía con ánimos. Sentada en la
escalera de la casa de Sebastián, esperando por él. Se sentía tan bien el saber
que contaba con alguien, que cuando me pasaba estas situaciones tenia a
alguien… ¡Dios como le iba a hacer cuando él se fuera! Sola de nuevo… aun mas
sola que antes
La
puerta se abrió y yo me paro con el sonido. El rostro de mi novio se puso serio
al ver el mío y me pregunte que expresión me cargaba
-¿Nos vamos a quedar en tu habitación? Sí,
claro. Que tonta pregunta… perdón
Empecé
a hablar con nerviosismo para terminar callándome avergonzada y mirándome los
dedos
Se
quito la gorra negra que llevaba y la dejo en la mesita de noche alado mio. Se
acerco a mí y sabia que me iba a abrazar y yo empezaría a llorar y no había
derramado una sola gota de lágrima por causa de mi madre en más de cinco años,
no iba a empezar ahora
Así
que le di la vuelta y camine a la cocina, actuando despreocupada
-¿Tienes hambre? Hare la comida—mire hacia la
ventana, ya estaba obscureciendo—bueno la cena
Al
llegar a la cocina, me recargue en el lavabo
-¿Qué se te antoja?—hable más alto
Sebastián
no contesto así que saque las cosas necesarias para hacer lo que fuera, tacos
tal vez. Empecé a buscar las tortillas y no había pero encontré tostadas
Mi novio
llego a la habitación, recargándose en el refrigerador y mirándome intensamente
-Mañana vamos de compras, no hay nada que comer
No
dijo nada, solo me siguió mirando
Termine de hacer la cena y puse dos platos en la barra. Empecé a
servirme sin esperarlo a él. Después de segundos se me unió y cenamos en
silencio. Quise sacarle plática pero las palabras no querían salir de mi boca.
Hasta que lo entendí, el permanecía en silencio porque sabía exactamente que
eso era lo que necesitaba.
Después
de terminar y lavar todos los platos y sartenes subimos para acomodar mis cosas
en un espacio en su closet.
-¿Nunca me vas a decir que paso mientras no
estaba?—murmuro despreocupado mientras doblaba mis pantaletas y las metía a un
cajón, ni siquiera me volteo a ver
-Antes dime como te fue en el aeropuerto
-Con gusto, antes de que me digas que paso
mientras yo no estaba
Suspire pesadamente y deje la blusa que tenia entre las manos. Me volteé
para verlo y el ya estaba delante mío. Agarro mi cara entre sus manos y me miro
cálidamente
-Sara me corrió de la casa
Su
respuesta inmediata fue alzar sus cejas, haciendo que si frente de arrugara.
Inclino su cabeza y casi podía escuchas sus pensamientos arreglando el rompecabezas
-¡¿Ella hizo qué?!—hablo más fuerte de lo
normal
-Me vio empacar mis cosas y me dijo que su casa
no era un hotel, o al menos eso fue lo que yo entendí—dije confundida—no
recuerdo bien
-No puede hacer eso
-Si puede y ya lo hizo—me encogí de hombros
En la
cara de Sebastián se reflejaba su preocupación y su enojo.
-Mañana a primera hora iré a hablar con tu mama
-¡No! ¡No lo harás!
Me
miro sin decir nada y al final resoplo y me abrazo, dándome un beso en la
frente
-No sé que voy a hacer—empecé a lamentarme—Esto
ya es demasiado, no me da tiempo de nada. Tal vez tendré que pasar trabajando
para pagar un lugar y comida, no podre estudiar por el momento…
-Relájate, tenemos mucho tiempo para solucionar
esto
-¿Tenemos?
-Carolina, tus problemas también son los míos.
Por el momento tienes una casa donde vivir, ya encontraremos algo y yo te daré
algo de dinero
-No me darás nada
-Ya veremos, pero por ahora no hay que
preocuparse, ¿o sí?
Sacudí
la cabeza y le sonreí abiertamente
-Te quiero tanto
Solo sonrió
y me soltó para seguir doblando mi ropa interior. Me he dado cuenta que desde
que nos reconciliamos después de que me conto sobre su partida, hace dos
semanas cada vez que le decía “te quiero” parecía decepcionado, como si
esperara algo más de mi.
-Bonitos calzones—empezó a reír ruidosamente así
que voltee para ver que sostenía una calzón mío de conejos sonrientes
sosteniendo zanahorias
Primero que nada me puse roja mientras me reía para después lanzarme
sobre él.
-No te rías—decía yo a carcajadas y eso causaba
que se riera más
En un
intento de recuperar mis bragas me subí a su espalda de caballito haciendo que
ambos nos calleáramos al suelo, olvidando todas mis preocupaciones de hace
cinco segundos ambos nos clavamos en unas carcajadas que no paraban de salir.
Mientras Sebastián pone en alto mi linda ropa interior y trataba de preguntar
porque
-Deberías de verme con estas puestas
Todo
rastro de risa salió de su cara en el momento en que termine la oración.
Estaba
arriba de él, apreciando su cara y su mirada que irradiaba… ¿Qué? ¿Deseo?
¿Amor? Tal vez ambas
Recordé
la semana—hace ya vario tiempo—donde tuve esa fuerte discusión con Sara y me
corrió de la casa—solo que esa vez no me dijo que llevara mis cosas conmigo—y
me quede a dormir en esta casa, con Sebastián y su familia. El primer día las sensaciones
de tenerlo entre mis brazos, amarlo y devorarlo eran intensas, pero yo le pedí
que nos detuviéramos y ahora me pregunto ¿Por qué?
Me encontraba
a horcajadas en su regazo, con las piernas abiertas. Sus manos se fueron a mis
caderas, para después acariciar mi trasero y terminar subiendo por mi espalda.
Mis manos descansaban en su abdomen y desee besar cada parte de su cuerpo.
De
pronto, estar vestida se me hacia incomodo
Se
enderezo, así que quedamos cara a cara, pegando nuestras narices y comiéndonos
con la mirada.
-Eres hermosa—susurro entre mis labios
Nos
encontrábamos jadeando por el deseo anticipado
En un
impulso puse una mano en su pelo y la otra en su pecho. El por su parte
sujetándome por la espalda y cortando todo espacio que había entre nosotros. Se
acerco a mi boca un poco más para morderme el labio inferior y solté un pequeño
gemido. Me vuelve loca cuando me muerde los labios.
Sin
poder resistirnos más nuestros labios se encontraron y en cuestión de segundos éramos
puro lenguas, caricias y pequeños jadeos. Nuestras manos se movían,
descubriendo el cuerpo del otro, memorizándolo y acariciándolo. Al ya no quedar
aire para respirar me separe un poco y el siguió dándome besos en la barbilla, mandibular
y bajando aun mas por el cuello. Lo arquee, facilitándole la entrada… y alguien
toda la puerta.
Fruncí
el ceño pero él no detuvo sus besos, subiendo su cara de nuevo comenzó a
besarme en los labios.
-Para, para—lo hizo y me miro confundido— ¿No
escuchaste?
-Claro que lo hice pero no te quiero soltar
-Supongo que tenemos que abrir
-Quien sea puede esperar—sus labios
mordisqueaban mi mandíbula
Solté
una risilla y con urgencia volvimos a nuestras bocas, cada vez con más deseo
entre nosotros, saboreando todo…
El
timbre volvió a sonar, doble. Me detuve de nuevo
-Tranquilo, rey león. Sea quien sea me deshago
de él y regreso.
Baje
con una enorme sonrisa en mi cara—pura felicidad—y mordiendo mi labio, luchando
con el impulso de mandar a la mierda a la persona de la puerta y volver
corriendo a la habitación
Abrí
la puerta y la sonrisa de mi cara decayó.
La
persona que estaba delante de mi casa
abrió la boca para hablar pero inmediatamente levante la mano para que no lo
hiciera
-Sebastián, es para ti—grite apática.
Aunque
quería salirme de la escena de inmediato espere en mi lugar. Con la persona
viéndome a los ojos podría decir que se sintió incomoda y se veía la sorpresa
en su cara de verme aquí. Sebastián bajo y se detuvo alado mío y su rostro paso
de la sorpresa a la dureza
-¿Qué haces aquí?
Ahora
si me di media vuelta y me fui directo a la cocina. Sintiéndome de la tercio
Me serví un vaso de agua, luego dos y tres
para calmar el sentimiento que me dio. ¿Celos? No, ¿Desconfianza? Jamás, tal
vez si celos… aunque no debería.
Por un
momento me creí encerrada en esta cocina mientras los dos ex-novios conversaban
pero al poco tiempo entro Sebastián con una cara no muy convencida. Se fue acercando
a mí
-Voy a salir un rato con Samanta
Trague
ruidosamente y cerré los ojos saboreando esa amarga sensación.
Si sales de esa puerta con esa mujer juro
que en mi vida te vuelvo a hablar, ¿Qué sientes? Es el colmo que se aparezca en
nuestra casa y ahora te largas con ella, en un sábado por la noche. Olvídalo,
ciérrale la puerta en la cara o yo le dejare muy en claro quién es la que manda
aquí
Abrí los ojos y le di una pequeña y muy falsa
sonrisa que duro apenas dos segundos
-Diviértanse
Se
quedo viendo mi expresión un rato y sabia lo que hacía. Adivinaba mis emociones
y la mayoría de las veces le atinaba.
-No te pongas celosa—murmuro
-¿Quién dijo que lo estaba?
-Tus ojos
Baje
la mirada inmediatamente sintiéndome un poco avergonzada
-¿No te sientes bien con esta situación?
-Claro que no, Sebastián pero no soy nadie para
prohibirte las cosas
-Eres mi novia
-No es suficiente—hice una pausa—Vale, ven aquí—se
acerco lo suficiente y le di un pequeño beso en los labios—Confió en ti
-Yo también te quiero, Cari—y sé que me estaba
respondiendo a mi afecto que le dije hace unos momentos— ¿Acaso no te lo he
dicho lo suficiente?
-Me lo has demostrado, que vale aun más
Me
rodeo la cintura con sus brazos
-Dame otro beso—se lo di y refunfuño—uno más
largo—murmuro
Agarro
delicadamente mi barbilla mientras me daba un beso menos violento y más dulce
que el último que nos dimos en su habitación. Bueno, nuestra habitación desde
hoy
Era la
gloria sentir sus labios rosando los míos, mientras nos pegábamos cada vez más
y más hasta que me dejo ir. Yo mantenía mis brazos alrededor de su cuello,
nuestras frentes pegadas, respirando entrecortadamente por el largo beso recién
dado.
No vayas, quédate conmigo
-Regresare lo más pronto que pueda—leyó mi
pensamiento
-Una pregunta, algo fuera de tema—murmure sin
soltarlo, con nuestras frentes aun pegadas, con los ojos cerrados—Si decido
dormirme antes de que llegues, ¿en qué cama debo hacerlo? La de tu madre esta
mas grande…
Me
interrumpió con un beso y nos quedamos callados unos segundos, abrí los ojos y él
me observaba con intensidad
-Te quiero en mi cama
Me
corto la respiración, y el sonrió ante mi respuesta. Me soltó no sin antes apretarme
la mano y volverme a decir que regresaba lo más rápido que podía.
Lo
deje ir—ahora sin celos ni reproches—con su ex novia.
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