lunes, 2 de septiembre de 2013

Capitulo 41: "Respuestas"

Estaba consciente que estaba despierta pero no quería abrir los ojos. Estaba boca abajo y podía sentir las sabanas en mi espalda baja.
   Unos dedos comenzaron a acariciar mi espalda, de arriba a abajo. Me hacia cosquillas
   Creo que estaba algo aturdida. Poco a poco fui abriendo los ojos y me encontré con Sebastián recargando su cabeza sobre su codo, observándome.
   Pase mis ojos de su rostro a la ventana donde el sol brillaba
   ¡El trabajo! ¡Maldición!
   Me levante y parecí cual bala, recogiendo una blusa del suelo y ponérmela.
-¿Qué pasa?—dijo realmente confundido
-Llegare tarde al trabajo
-¿Qué? ¿Trabajo? No, no, no señorita
   Me detuve en mi búsqueda de ropa y lo mire con una ceja alzada
-Tengo un trabajo que no puedo perder, Sebastián
   Desde que me gradué mi empleo en la cafetería ya no cubría todos los gastos que iba a necesitar así que conseguí otro empleo de secretaria en una pequeña empresa. Era demasiado el trabajo pero era buena paga para un trabajo de medio tiempo, me daban dos días de descanso, no podía quejarme.
-¿No puedes faltar hoy? De verdad te quiero conmigo
-No me hagas esto, Sebastián. Créeme que yo también pero no puedo
   Me dirigí al baño, tome mi ducha y salí con solo una blusa y mis bragas. Al regresar al cuarto él seguía en la misma posición en la cama.
-Ven
-Sebastián…—comencé a quejarme
-Solo ven
   Me acerque hasta él y me senté alado de sus piernas
-Quédate—agarro mi mano
   Le sonrió dulcemente, y meneando la cabeza. Me mataba que me mirara de esa manera y después de la noche que pasamos… tan maravillosa. Los recuerdos me inundaron la mente y un pequeño rubor subió por mis mejillas
-Deberías de estar aquí alado mía, todavía bellamente desnuda—solté una risilla—o mejor aún, deberías de estar en solo una blusa mía haciendo el desayuno, como en las películas.
-Tendría que hablarle al jefe, decirle que llegare tarde
-¿Tienes el teléfono de tu jefe?—exclamo muy emocionado
-Si—fruncí el ceño al no entenderlo
   Agarro mi celular de la mesa de noche alado de la cama y comenzó a buscarlo mientras le preguntaba constantemente que haría. Se puso el teléfono en el oído y con dos manos agarro mi boca como si fueran pinzas.
-Señor—hablaba con voz un poco más gruesa—Perdón por interrumpirlo, le habla el padre de Carolina Montes, si, si, su secretaria. Solo quería avisarle que mi hija está enferma, le dio indigestión o algo así y no deja de vomitar no puede salir ni de la cama. Muchas gracias por entender señor, si la llevaremos con un doctor. Disculpe mi atrevimiento, ¿mañana también puede faltar? Muchísimas gracias, señor. Que tenga buen día
   Colgó y me entrego el teléfono. Al mismo tiempo soltamos una carcajada y ahora, sin tener que ir a trabajar me subí a su regazo y lo envolvió con mis brazos
-Así que, ¿sabes hacer desayunos?
-¿Por qué no hicimos esto antes?
-¿Hablarle a tu jefe?
   Menee la cabeza
-Sabes a lo que me refiero
   Me dio un beso en a frente
-Fue maravilloso—susurre
   Beso mis labios
-Lo sé, fue increíble. Ahora será difícil que te mantenga lejos de esta cama—me miro profundo.
   Mis brazos reforzaron mi agarre a su cuerpo y mis dedos acariciaron su barbilla, subiendo ligeramente por sus patillas. Nuestras narices de rozaron lentamente y sentí si aliento contra todo mi rostro. Nuestros labios estaban a milímetros de distancia, observe su rostro, sus ojos cerrados por nuestra cercanía. Pase mi dedo índice por sus labios carnosos
   Me levante de sus piernas y lo jale fuera de la cama
-Por ahora, vamos a hacerte un desayuno
  





   Mientras comía alegremente el desayudo con mi novio, mi padre me marco. Me necesitaba en su oficina a las cuatro de la tarde y no dijo nada más.
-¿Qué crees que quiera?—dijo Sebastián al yo colgar  
-Debe ser importante para tomarse el tiempo de llamarme—me encogí de hombros, tratando de no darle importancia
   Sebastián me agarro la mano y me dio un suave apretón, haciendo que lo mirara a los ojos. Este chico me conocía demasiado, sabiendo como reconfortarme.
   Y eme aquí, diez minutos antes de las cuatro de la tarde saliendo del elevador que daba al piso donde se encontraba su oficina. Era un edificio alto que se dedicaba a varias ocupaciones y en el sexto piso se encontraba el buffet de abogados donde Ignacio trabajaba.
   Todo era demasiado elegante para mis pobres ojos a pesar de haber nacido bajo el mismo techo de un hombre que trabajaba aquí. El piso y las paredes eran de mármol, en medio de la recepción había una mesa alta y amplia donde atrás se encontraba sentada una señorita atendiendo teléfonos. Enfrente de la recepción había un gran ventanal que actuaba como pared donde se veía un día soleado en la ciudad. Había una fila de sillas negras recargadas en dos paredes donde había muchas personas esperando a ser atendidas. Muchas hablaban entre ellas y otros se limitaban a hojear las revistas que había en las pequeñas mesas con arreglos florales en las orillas.
   Sintiéndome algo tímida avance hasta donde la señorita estaba sentada. Trate de vestirme bien para la ocasión, me puse creo yo el único vestido que tenia; blanco, corto de tirantes gruesos y pegado al cuerpo, muy casual. No era la manera en que normalmente me vestía pero si Sara me corrió de la casa y hago una mala impresión en el trabajo de Ignacio podrían cortarme las pocas cosas que ellos me daban como el pago al celular o el mantenimiento de mi coche.
-Buenas tardes, señorita, ¿en qué puedo ayudarla?
-Ignacio Montes me cito hoy a las cuatro de la tarde
   La mujer—joven y de pelo color negro—comenzó a teclear en la computadora que tenía enfrente.
-¿Cuál es su asunto con el Señor?
-Emm… soy su hija.
   La mujer se enderezo un poco más y me miro realmente sorprendida. Fruncí el ceño ante su mirada y ella se recupero de su shock
-Lo siento, es solo que no sabía que el Sr. Montes tenía otra hija aparte de la señorita Lorena
   Le sonreí amable
-No se preocupe
   Me senté en el lugar más alejado de todos, admirando la vista. El sonido de elevador sonó y escuche como las puertas se abrían. Mire de reojo y vi como Sergio—nuestros padres trabajaban juntos, casi se me olvidaba—se encontraba hablando con la mujer de pelo negro, se podría decir que con confianza. Terminaron con una gran sonrisa y sin aparente sorpresa vino a sentarse a mi lado
-Mucho tiempo si verte a ti—me sonrió
   Le regrese la sonrisa
-Eh estado ocupada con el trabajo, ya sabes. ¿Cómo vas en la universidad?
-Muy bien, de hecho he sacado buenas notas últimamente—comento con orgullo al que yo respondí con una risilla
-¿Y tú?
-Espero entrar pronto—fue lo único que dije y fue lo único que me pregunto
-Es muy raro verte aquí
   Me encogí de hombros
-Ignacio me llamo, quiere verme. Parece que tu vienes aquí seguido—mire hacia el escritorio donde estaba la mujer, refiriéndome a como se hablaron como amigos
   Sergio sonrió, se veía mejor que la última vez que lo vi, hace semanas. Había algo diferente en el que no encontraba
-Si, siempre vengo a pedirle dinero a mi padre y me lo da porque se lo regreso con tiempo. Casi como negocios—bromeo
   Comenzamos a hablar de cosas tontas y sentía su mirada evaluándome. Me pase las manos por el cabello como reacción incomoda, notando su mirada
-Tienes el pelo aun más largo, si eso es posible—rio entre dientes—Estas más hermosa que nunca por ese nuevo rubor en tus mejillas
-Sergio…
-Solo estoy diciendo lo que veo—alzo las manos, como modo de disculpa
   Torcí el gesto
-¿Cómo vas con tu novio?—pregunto con buen tono
-Genial—sonreí de oreja a oreja al suelo mientras Sebastián aparecía en mis pensamientos
-Se puede ver. Samanta me conto que se mudara lejos—susurro
   Mantuve mi vista lejos de la suya mientras asentía
-Enloqueció cuando se entero—sonrió para sí mismo, como si e recuerdo le causara mucha gracia
-Imagina mi reacción—murmure
  Puso su mano encima de la mía
-Que gacho, lo siento
-Si tampoco se va a morir—dije para aligerar el ambiente, me regreso la sonrisa
-Pero parecido, ¿no?
   Todo lo que pensaba y sentía reducido a una sola oración. Había olvidado cómo era Sergio con las palabras, siempre acertándolas.
   La mujer con el pelo negro—que Sergio me aclaro que se llama Sofía—me hablo diciéndome que podía pasar a la oficina de Ignacio. Algunas personas en la sala de espera se vieron molestas por pasar antes que ellos  
  Pase muchas otras oficinas, era un largo pasillo antes de encontrar la puerta con el letrero elegante anunciando el nombre de mi padre. Entre sin tocar la puerta. La oficina de Ignacio era grande y el gran ventanal estaba detrás de su escritorio, de espaldas. El gran escritorio, con dos sillas de cuero enfrente. Tenía una pequeña sala aun lado de la oficina y muchos cuadros en las paredes. Era sofisticado y moderno y para mi sorpresa, me agrado.
   Estaba al teléfono así que solo me hizo una seña para que me sentara y poniendo los hombros para atrás, me fui sentando en la silla.
   Observe su rostro mientras atendía a un cliente en el teléfono. Ya se le empezaban a formar canas y sus arrugas alrededor de los ojos eran con los años cada vez más notorias. Termino la llamada y así como yo a él, me observo por un largo rato
-Una disculpa por lo ocurrido entre tu madre y tú—por fin hablo
-No hay problema
    Más silencio
-¿Te gustaría regresar a la casa?
   Incline la cabeza eh hice una mueca en señal de mi disgusto
-Por Sara no te preocupes, ya sabré manejarla
   Si claro, como siempre estás en casa
-No regresare, Ignacio.
-¿Puedo preguntar el porqué?
-No hay un porque, solo que tu esposa no me quiere hay y yo realmente no estoy cómoda
   Más silencio. Se reclino en la silla de cuero, lo que hizo que sonara. Me enderece
-¿Dónde estás viviendo?
   Pensé en la respuesta
-En la casa del vecino—no lo mire a los ojos
-Cual de todos—no me sorprendía que Ignacio no supiera de cuál de todos los vecinos—que por cierto no son muchos--, me refería.
-Los de la derecha, los Herrera
   Asintió y se llevo un dedo a la barbilla
-¿Por qué hay?
   Me encogí de hombros
-Una conversación necesita de dos, Carolina
-Lo sé—lo mire a los ojos—Sebastián es mi novio—dije al final
   Ignacio inclino la cabeza y frunció el ceño.
-No lo sabía—susurro—Parece un buen muchacho—parecía hablar con honestidad
-Lo es—levante las curvas de mi boca en un intento de sonrisa— ¿Eso es todo?
-Lo único que parece que puedo hacer por ti es darte más dinero que solo el mantenimiento del coche y tu celular…
   Levante una mano para interrumpirlo y el callo y volvió a reclinarse en su silla
-No necesito más dinero del que para el gasto de esas dos cosas, no te pido nada más. Que este fuera de tu casa no cambiara nada.
-Carolina, apenas tienes 18 años
-Y he parece que he sobrevivido y no es por ti, Ignacio
  Se volvió a llevar el dedo a la barbilla
-Cuando tu madre y yo nos casamos…
-¿Qué haces?—pregunte confundida, con mi ceño fruncido cortándolo
-Antes, cuando eras una niña siempre me preguntabas porque tu madre te odiaba a lo que yo te lo negaba. Y te lo sigo negando. No se puede odiar a un hijo. Te mereces algunas respuestas—se paso la mano por el pelo casi canoso y retomo donde lo interrumpí
   “Cuando tu madre y yo nos casamos, realmente no teníamos planeados cuántos hijos queríamos tener. Nunca en si tocamos el tema hasta que tu madre se embarazo de Lorena dos años después de nuestro casamiento. Después de eso, decidimos que con una bastaba.
   No fui deseada
   Fue mi primer pensamiento
“Pasaron los años y pues Sara se embarazo de ti, fue una agradable sorpresa. Sin embargo siempre que yo tocaba su barriga tenía cierta expresión en su cara—bufo—realmente no lo note hasta que me entere de todo.
   “Al momento de tu nacimiento tu madre estaba dichosa, feliz pero al momento de comenzar a crecer se fue alejando de ti, cuando comenzaste a caminar y tus facciones estaban más definidas.
-¿Qué tiene que ver mi rostro?
-Tu madre me engañaba con uno de mis mejores amigos
   Wow, wow, wow
   Fruncí el ceño, mi cerebro trataba de pensar en una conclusión lógica pero no podía encontrarla
-No entiendo—casi grite
-Ella no sabe que yo sé, eso se acabo hace mucho tiempo un poco después de que tu madre se embarazara de ti.
-¿Cómo te enteraste tu?
-Lo sospechaba desde hace mucho tiempo. Cuando Sara me viene dando la noticia… sabía que era diferente de Lorena. Hable con él y me lo confirmo. Poco después, desapareció, y al menos yo no he sabido de él.
-¿Y qué pasa con Sara?
-Nuestro matrimonio siempre fue un fracaso y no me sorprendió la noticia—me miro profundamente que sentí que me perforaba—Lamento nunca ser un buen padre, lamento nunca haber estado hay para defenderte de los golpes de tu madre
-¿Lamentas haberme dejado casi inconsciente y sangrando?
   Abrió los ojos aun más, con evidente sorpresa
-Nunca lo olvidaras, ¿verdad?
-Lo siento pero no. Nunca volví a ser la misma desde esa golpiza
   Hubo un silencio largo, pero no incomodo y se podía notar los pensamientos del otro
-¿Soy tu hija?—susurre
-No lo sé, nunca me atreví a confirmarlo. Creo que perdería la cabeza si lo hago
-Tal vez si lo sabes, en el fondo. Por eso nunca me trataste como una hija.
-Lamento no haberte dado ese tipo de amor. Lamento todo, desde los golpes y no haberte defendido, desde descuidarte hasta el punto de no dejarte conocer a mi familia. Pero Sara era tan indiferente a ti, y siempre que te miraba intentaba no recordar a aquel hombre que decía ser mi amigo.
   Me mordí el labio y mire hacia el gran ventanal. Con la ciudad limpia y soleada, ajena a esta conversación familiar. Me recargue en la silla y esta sonó
-Así que la razón por la cual yo he sido tan mal tratada dentro de tu casa es por probablemente haber sido un producto de una infidelidad.
   Ignacio frunció los labios
   Mi mente viaje atrás, hace meses cuando estaba en la cocina con Sara y dije inocentemente sobre si Ignacio era mi padre o no. Ella enloqueció y me amenazo para no decirle nada. Irónico que ahora el me lo decía a mi
-¿En qué piensas?—susurro
   Mire su rostro consternado
-Creo que estoy enojada
   Sin embargo mi tono era tranquilo
-No te culpo—su tono era de culpa
-Me descuidaron tanto por algo que yo no tenía culpa alguna. Me descuidaron tanto que tuve una pésima infancia, me involucre con personas con morales diferentes, no llegue a dormir a la casa por días y días enteros sin que se enteraran. Podría haberme vuelto drogadicta o alcohólica o lo que quieras sin que ustedes se hubieran dado cuenta.
-Lo siento—paso su mano sobre su cabello de nuevo
-Deberías. Tu, Sara y aquel tercer hombre que sabrá Dios donde esta que ni siquiera tuvo la cortesía de verificar si tuvo un hijo con la esposa de un amigo
   Ignacio permanecía callado con su rostro crispado. Me hizo darme cuenta que nunca había tocado este tema tan profundamente con nadie y menos una de las personas más involucradas. La que se llevo toda la desgracia de este viejo triangulo amoroso
-¿Cuál es su nombre?
   Dudo un momento pero al final no dijo nada
-¿Pretendes que le pregunte a Sara?
-Si hablas con ella significara que sepa que yo siempre he sabido
-¿Te importaría?
-No realmente. Tal vez es hora de hablar con ella acerca de esto.
-Pero no lo hare— ¿o sí?
-Has lo que quieras, Carolina—dijo en buen tono—ya tienes mi versión de la historia.
-Sigo sin entender porque Sara no me acepta.
-Solo ella te podría decir. Tal vez al verte le llegan recuerdos
   Me levante lentamente y cuando estaba a punto de dar la vuelta pregunte
-¿Nunca me pudiste ver como una hija verdad? Incluso aunque lo sea, no podías. ¿Esa es la razón por la cual nunca tuve tu interés?
   Se levanto de su silla y se puso enfrente de mí. Trate de recordar la última vez que estuvimos frente a frente, trate de recordar la última vez que tuvimos una conversación tan larga y no pude. Me sacaba una cabeza entera y percibí su colonia. Agarro mi rostro con las dos manos
-Perdóname por estos 18 años en que nunca te pude dar lo que tuve que darte. No te culpo si me tienes algún rencor o si incluso me odias
-No lo hago—susurre rápidamente
   Hizo un intento de sonrisa
-Se que pude haber hecho mejor y no lo hice, no sé como recompensarte todo eso
   No puedes
-Al decirme esto, ya has hecho mucho. Gracias Ignacio
   Le di un beso en la mejilla. Al irme de nuevo me ofreció darme dinero para mantenerme pero de nuevo lo rechace.
-Estoy bien en donde estoy ahora.
-¿Cuándo te volveré a ver?
-Iré a la casa en un mes por el resto de mis cosas, si quieres podríamos tener más conversaciones como esta después de eso
   Me enseño una sonrisa genuina por primera vez
-Claro, Carolina. Cuídate mucho—me abrazo
-Gracias por decirme esto, le diste respuesta a muchas preguntas

   Me dejo ir con un beso en la frente  

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