martes, 28 de enero de 2014

Capitulo 44: "Fernando"

Al final termine usando el mismo vestido blanco informal que use para visitar a Ignacio, con mi cabello convertido en una cebolla alta.
   Sentada en donde estaba, no podía estar más nerviosa. Intente pensar en que le diría, intente recordar mi conversación con Ignacio. Pero ni siquiera las preguntas que toda mi vida me he hecho pude recordar.
   No pienses tanto, que se diga lo que se tenga que decir
   Vi a Sara entrar por la gran puerta de arco dorada y respire hondo. Aquí vamos
   Sara se sentó enfrente mío, llamo a la mesera y pidió un refresco light con pocos hielos
-Agua, por favor—dije cuando el mesero se dirigió a mí
   Al irse el hombre, Sara me miro por primera vez
-Así que… aquí me tienes
   Estaba más amable que la última vez que nos vimos, que fue cuando me corrió de su casa
   Sonreí a medias, sin intención de verdad de sonreír
-Por dónde empezar—pensé en voz alta
   El mesero regreso, dándome más tiempo. Nos entrego el menú pero Sara decidió al instante, y yo para no perder más tiempo pedí lo más barato.
-Ahorita se los traigo—el mesero tomo las cartas y se marcho
   Le di un trago largo a mi agua helada
-¿Has hablado con Ignacio?
   Levanto una ceja
-¿Qué si he hablado con mi esposo?
   Sé que debí de ser mas especifica pero intentaba orientar mis palabras
-Pues nada importante, o que te incumba. Me comento que fuiste a verlo a su oficina.
   ¿Empezaba ahora con el interrogatorio? ¿O esperaba a que se mostrara más cooperativa? Si empezaba ahorita el mesero llegaría a interrumpirnos. ¿Necesitaba una interrupción? Tal vez podría decirle de lo que se trata esto y con esa interrupción…
-No estás embarazada, ¿verdad?
   La voz de Sara me saco de mis pensamientos sin sentido. Al procesar estas palabras me enderecé para verla con los ojos abiertos… para después soltar una carcajada  
   Me retorcí un poco en mi silla a causa de la risa, pero a Sara no le hacía ninguna gracia. Trate de contenerme pero la risa me salía involuntaria.
   ¿Embarazada? Jamás
-Oh, perdón—dije apaciguada—Pero no, no es eso.
  Cuando se tardo en contestarme, la mire. Sus ojos me inspeccionaban más de lo que deberían. Me puse seria inmediatamente
-Sara, no lo estoy
   Se recargo en su silla con gesto burlón
-Bueno, como no querías que lo pensara si estás viviendo con un hombre.
   Entorne los ojos. Ahí estaba mi madre enfrente de mí, la vi de verdad por primera vez en años. Con su pelo rubio teñido, corto hasta el hombro y su figura casi perfecta a pesar de su edad—evidencia de su largo tiempo estando en el gym. Sus manos eran tan delicadas como toda señora adinerada las tenia; perfectas uñas cuidadas y anillos de oro y plata.  
   A contrario de con Ignacio, tenía mucho parecido con ella. Por fotos que me enseño la abuela antes de marcharse junto con la tía Carmen, Sara y yo compartíamos tono de cabello hasta que se lo tiño rubio, mucho antes de que yo naciera. Tenía su nariz respingada y su carácter, ese carácter duro, frio y orgulloso. Había adquirido alguno de sus gustos y un ejemplo claro era ver sus manos y las mías; eran demasiado parecidas con las uñas largas y todos los anillos que lo adornaban. Me parecía más a ella de lo que me gustaría, pero que le hacía. Era mi madre después de todo  
   Mire alrededor para echarle un vistazo al lugar desde que me senté. Estaba casi lleno y se escuchaba mucho ruido por las conversaciones animadas que tenían cada una de las mesas. El restaurante tenía varios salones privados y un área de juego para niños, lleno de estos con sus gritos y risas.
   En otros momentos me hubiera encantado escuchar risas de infantes, pero ahora quería mandarlos a callar de una manera no muy amable.
   Me lleve las manos a la cabeza y me masaje los ojos.
-De que se trata todo esto—pregunto Sara, impaciente
-Fui a la oficina de Ignacio porque él me lo pidió, no esperaba que me confesara cosas. Pero lo hizo—hice una pausa larga y la mire a los ojos, esos ojos color marrón—El sospecha que tal vez no sea su hija
   Los ojos de mi madre se ensancharon por la sorpresa. Comenzó a respirar más rápido y se quedo inmóvil por varios—muchos—segundos. El mesero llego con nuestra comida  y agradecí la interrupción.
-¿Alguna otra cosa que se les ofrezca?
-No, muchas gracias—le sonreí al mesero que se retiro rápidamente
   Sara todavía no se recuperaba de mis palabras y no la presione. El plato que estaba frente mío estaba lleno de comida que no sabía que era, pero tenía papas a la francesa así que no podía quejarme. Agarre una y me la lleve a la boca, estaba muy salada; como me gustaban.
-Carolina—la voz de Sara hasta parecía débil, tenía un nudo en la garganta—¿Qué acabas de decir?
-Me conto todo lo que el sabia, lo que sospechaba y me dijo que mejor debería de hablar contigo. Me dijo que tu no sabías que el sabia, pero que podría decírtelo. Que me merecía respuestas.
-No entiendo—dijo confundida, muy confundida
-Yo tampoco
   Pero si entendíamos una cosa, ella sabía que yo me refería a su infidelidad
   Me miro a los ojos, y pude ver lo dolida que se encontraba. De seguro estaba luchando con sus fantasmas internos del pasado, ahora desatados. Trague saliva ruidosamente
-¿Qué paso antes y después de mi nacimiento? Hablo del matrimonio entre ustedes. Si no me lo quieres decir, está bien
   Y lo decía enserio, si no me lo quería decir me marcharía de ahí convenciéndome a mi misma que intente todo sin ser así. ¿Por qué debería de asustarme este asunto? ¿Por qué? No entendía, no debería de tenerle miedo a una verdad que paso hace más de 18 años. No debería, pero lo hace.
-Ignacio y yo decidimos solo tener una hija—comenzó
   Oh, oh. ¿Quería escuchar esto?
-Me cuide después de tener a Lorena. Anticonceptivos y esas cosas—agito la mano, restándole importancia—No quería más hijos de un hombre que yo no amaba
   Una verdad confirmada: Sara nunca amo a Ignacio.  Siempre supuse eso, que ella solo se caso por dinero.
   Me miro, como si me estuviera leyendo el pensamiento y confirmándome algo que siempre supe
-Tuve depresión post-parto pero Ignacio nunca lo noto, y comprendí que parte de mi depresión era su culpa—los recuerdos la arrastraron, lo supe por la expresión de su rostro—Y no hubiera mejorado de no haber sido por él… Lo conocí en una de las reuniones de amigos de Ignacio. Bien parecido pero un poco mayor que yo, alto, robusto y soltero—se llevo un dedo a los labios, con una media sonrisa
   Agarre una de mis papas y me la lleve a la boca. Sara bajo la mirada hacia su comida y, agarrando la cuchara, se llevo un trozo a la boca. Trago al cabo de unos segundos y volvió a repetir el acto; tres veces.
-No recuerdo ya como comenzó todo, pero comenzó algo. Comenzó lo que sería una de las cosas más emocionantes y alegres que nunca me ha pasado. Sin duda la mejor etapa de mi vida. Me enamore perdidamente de Fernando
   Fernando.
   Sara volvió a comer, tan lento como pudo. Y seguía sin presionarla. Recordé aquella noche—hacia años ya—donde yo le conté toda mi infancia a Sebastián. Recuerdo que yo también me tarde demasiado contando mi historia, sumergiéndome entre los recuerdos. Por eso mismo estaba lidiando ella y tal como Sebastián lo hizo conmigo, no la presionaría.
-Nuestro romance duro dos años, luego supe que estaba embarazada… de ti
   Su mirada me penetro como una acuchillada. Entrecerró los ojos, observándome
-Te pareces tanto a él—se lamento, el tono de su voz iba de sufrimiento a frialdad—Tienes su boca y sus ojos, y cada vez que miraba en tus ojos me recordaba a lo que había perdido.
   No soy hija de Ignacio
   Soy hija del tal Fernando, aquel hombre que nunca conocería. No era una Montes, nunca lo fui.
-Cuando naciste fui tan feliz. Eras fruto del amor que le tenía a Fernando, que era muy grande. Fuiste una bendición, fuiste el pequeño sol de mi vida
   Desvié la vista de su rostro. Eso fue demasiado para mí. Recuerdos de los golpes llegaron a mi mente como disparos, cerré los ojos tratando de borrarlos
-Tengo cicatrices en todo mi cuerpo, por tu culpa—susurré con un nudo en la garganta— ¿Pequeño sol de mi vida? ¿Bendición? ¿Fruto del amor? Eso es pura mierda—dije llena de rencor
   Sentía puñaladas en el estomago de puro coraje
-Se que nunca debí maltratarte pero…
-¿Pero qué?—casi grite
-Yo creí que Fernando también me amaba, me lo decía y me lo demostraba siempre—se podía sentir la tristeza de su voz—Al decirle la noticia de ti se alegro tanto—bufo con el recuerdo
  Con la historia a la mitad contada, me pregunte si algún día perdonaría a mi madre por todo. Aun contándome sus razones para hacerlo—un corazón roto—no creía capaz. Pero esto era algo que tenía que saber, no podía marcharme ahora.  
-Me convenció a decirle todo a Ignacio y largarnos a hacer nuestra vida juntos. “Una vida nueva, Sara” me había dicho. Hasta nos íbamos a largar a otra cuidad los cuatro: Él, Lorena, tú y yo. No podía pedirle nada más a la vida.
   Unas lágrimas cayeron por su rostro y ella las limpio rápidamente, volteando a otra parte. Casi podría sentir sus emociones de tan fuertes que eran.
-Fue a verme al hospital cuando me alivie, te sostuvo, te dio un beso en la frente y dijo que olías delicioso—rio entre dientes y yo sonreí un poco involuntariamente. Mi padre dijo que olía delicioso—Él fue quien dio la idea de tu nombre y yo acepte. Sin embargo, había algo diferente en el. Cuando me besó para despedirme, sentí su actitud diferente, distante. Y ese beso fue el último que nos dimos.
-¿Qué paso después de eso?
-Se largó. Sin explicación, sin mensajes; simplemente me dejo—hizo una pausa muy larga—Nos dejo. Yo tenía 35 años y ahora que han pasado casi 19, no he sabido nada de él. 35 años, un matrimonio fallido, dos hijas y un romance trágico
   La mire con el ceño fruncido.
-Y decidiste descargar tu ira en mí, ¿no es así? Ignacio me comento que comenzaste a alejarte cuando comencé a crecer
-Cada día te parecías más a él. Ahora que me dices que Ignacio siempre lo supo no me sorprende que él igual siempre se mantuviera alejado de ti.
-Quiero una explicación Sara—había desesperada lamentación por mi misma en mi voz
-No la hay, Carolina. Ya te conté mi tragedia, siempre he lamentado la manera en que te he tratado, créeme—se inclino hacia mi—Si eso es lo que quieres escuchar de mi; perdóname por todo lo que te hice pasar, y sé que siempre has pensado que nunca te ame, pero lo hice y lo hago. Ame tanto a Fernando, te ame tanto a ti que me mataba. No podía salir corriendo como siempre quise, sí me descargue en ti y me arrepiento como no tienes idea, pero ver tu rostro me mataba. Me hacia recordar todas las cosas que pude y estuve a punto de tener, recordar la vida que Fernando me hizo imaginar pero nunca me dio. Y la promesa de disfrutar lo nuestro sin tener que ocultarnos, el de poder dormir noches enteras y despertar despreocupados; uno al lado del otro
-Me causaste tanto daño—ahora yo estaba a punto de derramar lagrimas—no tenias ningún derecho
-Me habría gustado tanto que todo hubiera sido de manera distinta.
-La que mas salió perdiendo de este amorío fui yo—puse mi puño en la mesa, agitando un poco a Sara—Es tan injusto que tu excusa sea que me parezco a él, yo no tengo la culpa de parecerme a mi padre, yo nunca tuve la culpa de nada. Hicieron toda mi vida un pequeño infierno, tu y él. Nunca pensaron en mi; él al dejarme y haberme podido darme una vida mejor y tú con tus golpes y rechazos. Par de egoístas—le escupí las palabras y trate de contenerme.
   Me tape la cara con las manos y respire hondo
  ¡Contrólate, contrólate, mujer!
   Me sorprendió demasiado sentir la mano de Sara sobre la mía. Todavía con la respiración acelerada la mire a la cara y pude ver su rostro crispado. Era la primera vez en mi vida que trataba de consolarme
   Y todo lo vi en su expresión. Sus disculpas, sus remordimientos, su culpa, su tristeza; vi a la verdadera mujer que era mi madre.
-Ya supere hace mucho tus maltratos—susurre—Pero no creo poder perdonarte
-Lo sé. Lamento nunca haber estado ahí, lamento no haber sido una buena madre. Siento nunca haber festejado un cumpleaños, pero ese era el día más difícil de todos. Lamento haberte corrido de la casa, puedes regresar en cualquier momento.
   Negué con la cabeza y retire mi mano de la suya. Hasta podía causarme gracia que tanto Ignacio como ella se disculparan conmigo por lo sucedido en el pasado.
-No regresare a esa casa—dije cortante
-Eres hermosa, hija
   Aquello me sorprendió
-Siempre lo he pensado, esa belleza heredada de tu padre. Estaría tan orgulloso de ti, lo sé. No creas que no he notado lo fuerte e independiente que eres
   Bueno, no gracias a ninguno de los dos
   Asentí de mala gana
-Es demasiado el rencor que sientes hacia mí, ¿verdad?
-Tanto como tu enojo cuando me veías a la cara y te recordaba a él. No te juzgo, nunca lo hare. Se hacen demasiadas cosas cuando uno está enamorado
-Y tu ya has de saber eso, no es así—levantó una ceja
   Sonreí a medias, una sonrisa genuina al recordar a Sebastián.
   Ya no había más que decir del tema, las preguntas que me había formado en la cabeza estaban ahora claramente contestadas.
-Sara, te hable también para comentarte otro asunto
  El semblante de Sara todavía tenía tristeza en el, pero trataba de alejar esa emoción, volvió a agarrar la cuchara y comenzó a comer. Hice lo mismo
-¿Recuerdas a Roberto?
-Como olvidarlo—hablo con la boca llena
   Quise entornar los ojos. Roberto nunca simpatizo a mi madre, ella sabía perfectamente quien era en mi vida y no le gustaba. Siempre me castigo por irme con él y cuando le grite que él era más padre de lo que ellos dos nunca serian recibí lo que recuerdo fue mi último golpe salido de ella.
-Me iré a vivir con él, a Brasil.
   Levanto la cabeza bruscamente
-¡¿Qué?!
-Ya está haciendo el papeleo, iré a la universidad allá, viviré con Doña Piedad
   Sara también sabia quien era Doña Piedad, que tampoco la apreciaba. Siguió comiendo sin mirarme. Hablo al casi acabar su plato
-Supongo que no puedo detenerte
-No—dije de inmediato
-¿Cuándo?
-En un poco más de un mes, aproximadamente.
-¿Y tu novio?—aventuro
   Sentí una punzada en el pecho
-Se reunirá con su familia a España, donde comenzara sus estudios
-¿Emma y la niña están en España?—pregunto con el ceño fruncido
  Emma y ella hablaron varias veces, después de todo eran vecinas.
-Y él los alcanzara dentro de un mes aproximadamente
   Suspiro pesadamente, juntando las manos delante de ella
-¿Regresaras?
-No se—no lo había pensado y no quería indagar por ahí
-Vaya—levanto sus cejas—Te hicimos más daño del que nunca podremos imaginar, ¿verdad?




   Me baje del carro y camine lentamente todo el porche hasta quedar enfrente de Sebastián, que estaba sentado contra la puerta principal y un cigarro en la mano
-No creas que no me he dado cuenta que solo fumas cuando estoy fuera
   Se encogió de hombros y me puse a su lado
-Se que no te gusta el olor
   Me encogí yo de hombros y le agarre el cigarro de la mano y me lo lleve a la boca. Sebastián me observo con una sonrisa y cuando solté el humo pregunte
-¿Qué?
   Rio entre dientes
-Nada—se volvió a recargar—me vas a contar todo o tendré que sacártelo a golpes
   Suspire. Antes de levantarme de la mesa, Sara me dijo el apellido de mi padre biológico.
-Tal vez algún día decidas buscarlo, por las dos—había murmurado con seguridad
   Sebastián se le acabo el cigarro y lo tiro lejos. Agarro dos de su bolsillo junto con un encendedor y me tendió uno, para después prender ambos
-Estuvo bien, supongo. Estuvo más cooperativa de lo que nunca imagine, e igual que Ignacio, me sorprendió—solté humo—Tuvo un romance con un amigo de Ignacio
-¿Entonces él no es tu padre biológico?
   Lo mire a la cara, y se veía que estaba confundido
-No—alzo las cejas en sorpresa—Fernando Cadaval lo es
   Hubo un momento de silencio, uno largo
-Ya veo. ¿Fue una buena historia la que te conto?
-Se ahorro el lujo de detalles. Decidieron solo tener una hija, luego a Sara le dio depresión post-parto y apareció este señor. Duraron dos años hasta que Sara se embarazo de mi.
-¿Y luego él se fue?
   Negué con la cabeza. Observe el cigarro que se consumía lento, y suspire pesadamente
-Se iban a escapar, Sara le diría de la aventura a Ignacio y también iban a llevarse a Lorena. Cuando nací fue a verme al hospital a mí y a mi madre. Sara me dijo que me cargo—inhale—supongo que fue solo a despedirla porque después de eso ya no regreso.
-¿Sin explicación?
-Sin explicación—sacudí la cabeza—Es muy difícil imaginarla enamorada y con un corazón roto.
-¿Te dio explicación para su maltrato hacia ti? O esa es la explicación
-Suena ridículo, pero lo es. Dice que me parezco mucho a él, que tengo su boca y sus ojos, que a veces ni podía verme—mi voz sonaba cortante
   Traté de ponerme en los zapatos de Sara, al menos por un minuto. Teniendo una aventura imprudente porque no amaba a su marido. Y llegando amar a otro, durando casi tres años de amante, y quedar embarazada. Planear toda la escapatoria—ella menciono que hasta se mudarían de ciudad—eso es demasiado para confesarle a tu marido—aunque Ignacio ya lo sabía—Se debe de estar muy enamorada para hacer todas esas locuras, ¿no? Para que al final todo se fuera a la mierda. Todo lo que ella planeo para un futuro, eso lo podía entender y perfectamente. Todo se te fue a la mierda, eso es lo que me esta pasado a mí. Con la excepción que yo no seré dejada con un bebé. 
   Tal vez ella pensó que yo sería un consuelo al principio pero conforme fui creciendo vio que sería todo lo contrario. Ahí era donde tenía que ponerme en sus pies, ese era la situación donde yo tenía que entenderla. Yo era un recordatorio diario, verme le debió de resultar doloroso, tal vez insoportable pero… ¿maltratarme de la manera en que lo hizo? Si no soportaba verme, ¿Por qué no me dejo irme con Tía Carmen cuando me ofreció irme con ella? Fue injusto para ella como lo fue para mí, pero fue peor para mí.
   Y Fernando al margen de todo esto, sin tener idea de lo que dejo atrás.
-¿Por qué crees que se haya marchado?—dijo ido en pensamientos, igual que yo
   Me encogí de hombros
-Tal vez no la quería lo suficiente—baje mis ojos, no queriendo aceptar eso
   Sí, eso sonó cruel
-Nunca se sabe—sacudió la cabeza, con el ceño fruncido—un hombre no hace planes para escaparse con dos hijas que no son de él solo porque si, a menos que sea un hombre muy cruel
   Lo mire consternada, pero se veía que estaba seguro de sus palabras
-Siempre se tienen dos versiones de la historia—concluyó
-Bueno, yo nunca sabré la suya—murmure, llevándome lo ultimo del cigarro a la boca
-No te dijo porque nunca lo busco, digo ¿al menos lo intento?
   Fruncí el ceño, no había pensado en eso
-Bueno, si Sara y yo tenemos algo en común es el orgullo. Si alguien me dejara embarazada con promesas de llevarme lejos de un matrimonio no deseado con otra hija que no es de él y al final se largara… no lo buscaría.
-¿No lo buscaras tú?—pregunto, con el ceño de nuevo fruncido. Tiro su cigarro lejos
   Y algo dentro de mi hizo bum
- ¡Sebastián, incluso aunque le hayan puesto una pistola en la cabeza al hombre para que se marchara jamás regreso!—grite—Y ya han pasado 18 años, el interesado debería de ser él, ¿no? ¡Y al parecer no lo está! ¿Por qué yo sí debería? ¡Apenas me acabo de enterar de su existencia hace unas horas!
   Y conforme gritaba estas palabras mi voz se fue quebrando. Tenía un nudo en la garganta. Había durado años sin llorar, perfectamente. Pero desde que Sebastián me dio la noticia que se iba, llore mares, derribando todos los muros que tenía separando las lagrimas de las emociones. Aquellas paredes que puse atreves de los años y las experiencias, estaban ahora derrumbadas. ¿Cuánto me tardaría en volver a separar esas dos cosas? Tal vez mucho tiempo.
   Y ahora, por culpa de eso el nudo en la garganta convertia lágrimas en los ojos. Trate de controlarme pero no sabía cómo, había olvidado cómo.
   Mire a Sebastián
-Perdóname, no pretendía gritarte—susurré
   Me tendió la mano y me llevo adentro de la casa donde, sentándose en el sillón, me acomodo en su regazo. Deje llevarme por las lágrimas 

No hay comentarios:

Publicar un comentario