Al final termine
usando el mismo vestido blanco informal que use para visitar a Ignacio, con mi
cabello convertido en una cebolla alta.
Sentada en donde estaba, no podía estar más
nerviosa. Intente pensar en que le diría, intente recordar mi conversación con
Ignacio. Pero ni siquiera las preguntas que toda mi vida me he hecho pude
recordar.
No
pienses tanto, que se diga lo que se tenga que decir
Vi a Sara entrar por la gran puerta de arco
dorada y respire hondo. Aquí vamos
Sara se sentó enfrente mío, llamo a la
mesera y pidió un refresco light con pocos hielos
-Agua, por favor—dije
cuando el mesero se dirigió a mí
Al irse el hombre, Sara me miro por primera
vez
-Así que… aquí me
tienes
Estaba más amable que la última vez que nos
vimos, que fue cuando me corrió de su casa
Sonreí a medias, sin intención de verdad de sonreír
-Por dónde
empezar—pensé en voz alta
El mesero regreso, dándome más tiempo. Nos
entrego el menú pero Sara decidió al instante, y yo para no perder más tiempo
pedí lo más barato.
-Ahorita se los
traigo—el mesero tomo las cartas y se marcho
Le di un trago largo a mi agua helada
-¿Has hablado con
Ignacio?
Levanto una ceja
-¿Qué si he hablado
con mi esposo?
Sé que debí de ser mas especifica pero
intentaba orientar mis palabras
-Pues nada
importante, o que te incumba. Me comento que fuiste a verlo a su oficina.
¿Empezaba ahora con el interrogatorio? ¿O
esperaba a que se mostrara más cooperativa? Si empezaba ahorita el mesero
llegaría a interrumpirnos. ¿Necesitaba una interrupción? Tal vez podría decirle
de lo que se trata esto y con esa interrupción…
-No estás
embarazada, ¿verdad?
La voz de Sara me saco de mis pensamientos
sin sentido. Al procesar estas palabras me enderecé para verla con los ojos
abiertos… para después soltar una carcajada
Me retorcí un poco en mi silla a causa de la
risa, pero a Sara no le hacía ninguna gracia. Trate de contenerme pero la risa
me salía involuntaria.
¿Embarazada? Jamás
-Oh, perdón—dije
apaciguada—Pero no, no es eso.
Cuando se tardo en contestarme, la mire. Sus
ojos me inspeccionaban más de lo que deberían. Me puse seria inmediatamente
-Sara, no lo estoy
Se recargo en su silla con gesto burlón
-Bueno, como no
querías que lo pensara si estás viviendo con un hombre.
Entorne los ojos. Ahí estaba mi madre
enfrente de mí, la vi de verdad por primera vez en años. Con su pelo rubio
teñido, corto hasta el hombro y su figura casi perfecta a pesar de su
edad—evidencia de su largo tiempo estando en el gym. Sus manos eran tan
delicadas como toda señora adinerada las tenia; perfectas uñas cuidadas y
anillos de oro y plata.
A contrario de con Ignacio, tenía mucho
parecido con ella. Por fotos que me enseño la abuela antes de marcharse junto
con la tía Carmen, Sara y yo compartíamos tono de cabello hasta que se lo tiño
rubio, mucho antes de que yo naciera. Tenía su nariz respingada y su carácter,
ese carácter duro, frio y orgulloso. Había adquirido alguno de sus gustos y un
ejemplo claro era ver sus manos y las mías; eran demasiado parecidas con las
uñas largas y todos los anillos que lo adornaban. Me parecía más a ella de lo
que me gustaría, pero que le hacía. Era mi madre después de todo
Mire alrededor para echarle un vistazo al
lugar desde que me senté. Estaba casi lleno y se escuchaba mucho ruido por las
conversaciones animadas que tenían cada una de las mesas. El restaurante tenía
varios salones privados y un área de juego para niños, lleno de estos con sus
gritos y risas.
En otros momentos me hubiera encantado
escuchar risas de infantes, pero ahora quería mandarlos a callar de una manera
no muy amable.
Me lleve las manos a la cabeza y me masaje
los ojos.
-De que se trata
todo esto—pregunto Sara, impaciente
-Fui a la oficina
de Ignacio porque él me lo pidió, no esperaba que me confesara cosas. Pero lo
hizo—hice una pausa larga y la mire a los ojos, esos ojos color marrón—El
sospecha que tal vez no sea su hija
Los ojos de mi madre se ensancharon por la
sorpresa. Comenzó a respirar más rápido y se quedo inmóvil por
varios—muchos—segundos. El mesero llego con nuestra comida y agradecí la interrupción.
-¿Alguna otra cosa
que se les ofrezca?
-No, muchas
gracias—le sonreí al mesero que se retiro rápidamente
Sara todavía no se recuperaba de mis
palabras y no la presione. El plato que estaba frente mío estaba lleno de
comida que no sabía que era, pero tenía papas a la francesa así que no podía
quejarme. Agarre una y me la lleve a la boca, estaba muy salada; como me
gustaban.
-Carolina—la voz de
Sara hasta parecía débil, tenía un nudo en la garganta—¿Qué acabas de decir?
-Me conto todo lo
que el sabia, lo que sospechaba y me dijo que mejor debería de hablar contigo.
Me dijo que tu no sabías que el sabia, pero que podría decírtelo. Que me
merecía respuestas.
-No entiendo—dijo
confundida, muy confundida
-Yo tampoco
Pero si entendíamos una cosa, ella sabía que
yo me refería a su infidelidad
Me miro a los ojos, y pude ver lo dolida que
se encontraba. De seguro estaba luchando con sus fantasmas internos del pasado,
ahora desatados. Trague saliva ruidosamente
-¿Qué paso antes y
después de mi nacimiento? Hablo del matrimonio entre ustedes. Si no me lo
quieres decir, está bien
Y lo decía enserio, si no me lo quería decir
me marcharía de ahí convenciéndome a mi misma que intente todo sin ser así.
¿Por qué debería de asustarme este asunto? ¿Por qué? No entendía, no debería de
tenerle miedo a una verdad que paso hace más de 18 años. No debería, pero lo
hace.
-Ignacio y yo
decidimos solo tener una hija—comenzó
Oh,
oh. ¿Quería escuchar esto?
-Me cuide después
de tener a Lorena. Anticonceptivos y esas cosas—agito la mano, restándole
importancia—No quería más hijos de un hombre que yo no amaba
Una verdad confirmada: Sara nunca amo a
Ignacio. Siempre supuse eso, que ella
solo se caso por dinero.
Me miro, como si me estuviera leyendo el
pensamiento y confirmándome algo que siempre supe
-Tuve depresión
post-parto pero Ignacio nunca lo noto, y comprendí que parte de mi depresión
era su culpa—los recuerdos la arrastraron, lo supe por la expresión de su
rostro—Y no hubiera mejorado de no haber sido por él… Lo conocí en una de las reuniones
de amigos de Ignacio. Bien parecido pero un poco mayor que yo, alto, robusto y
soltero—se llevo un dedo a los labios, con una media sonrisa
Agarre una de mis papas y me la lleve a la
boca. Sara bajo la mirada hacia su comida y, agarrando la cuchara, se llevo un
trozo a la boca. Trago al cabo de unos segundos y volvió a repetir el acto;
tres veces.
-No recuerdo ya
como comenzó todo, pero comenzó algo. Comenzó lo que sería una de las cosas más
emocionantes y alegres que nunca me ha pasado. Sin duda la mejor etapa de mi
vida. Me enamore perdidamente de Fernando
Fernando.
Sara volvió a comer, tan lento como pudo. Y
seguía sin presionarla. Recordé aquella noche—hacia años ya—donde yo le conté toda
mi infancia a Sebastián. Recuerdo que yo también me tarde demasiado contando mi
historia, sumergiéndome entre los recuerdos. Por eso mismo estaba lidiando ella
y tal como Sebastián lo hizo conmigo, no la presionaría.
-Nuestro romance
duro dos años, luego supe que estaba embarazada… de ti
Su mirada me penetro como una acuchillada. Entrecerró
los ojos, observándome
-Te pareces tanto a
él—se lamento, el tono de su voz iba de sufrimiento a frialdad—Tienes su boca y
sus ojos, y cada vez que miraba en tus ojos me recordaba a lo que había
perdido.
No soy
hija de Ignacio
Soy
hija del tal Fernando, aquel hombre que nunca conocería. No era una Montes,
nunca lo fui.
-Cuando naciste fui
tan feliz. Eras fruto del amor que le tenía a Fernando, que era muy grande.
Fuiste una bendición, fuiste el pequeño sol de mi vida
Desvié la vista de su rostro. Eso fue
demasiado para mí. Recuerdos de los golpes llegaron a mi mente como disparos,
cerré los ojos tratando de borrarlos
-Tengo cicatrices
en todo mi cuerpo, por tu culpa—susurré con un nudo en la garganta— ¿Pequeño sol de mi vida? ¿Bendición? ¿Fruto
del amor? Eso es pura mierda—dije llena de rencor
Sentía puñaladas en el estomago de puro
coraje
-Se que nunca debí
maltratarte pero…
-¿Pero qué?—casi
grite
-Yo creí que
Fernando también me amaba, me lo decía y me lo demostraba siempre—se podía
sentir la tristeza de su voz—Al decirle la noticia de ti se alegro tanto—bufo
con el recuerdo
Con la historia a la mitad contada, me
pregunte si algún día perdonaría a mi madre por todo. Aun contándome sus
razones para hacerlo—un corazón roto—no creía capaz. Pero esto era algo que tenía
que saber, no podía marcharme ahora.
-Me convenció a
decirle todo a Ignacio y largarnos a hacer nuestra vida juntos. “Una vida
nueva, Sara” me había dicho. Hasta nos íbamos a largar a otra cuidad los
cuatro: Él, Lorena, tú y yo. No podía pedirle nada más a la vida.
Unas lágrimas cayeron por su rostro y ella
las limpio rápidamente, volteando a otra parte. Casi podría sentir sus
emociones de tan fuertes que eran.
-Fue a verme al
hospital cuando me alivie, te sostuvo, te dio un beso en la frente y dijo que olías
delicioso—rio entre dientes y yo sonreí un poco involuntariamente. Mi padre
dijo que olía delicioso—Él fue quien dio la idea de tu nombre y yo acepte. Sin
embargo, había algo diferente en el. Cuando me besó para despedirme, sentí su
actitud diferente, distante. Y ese beso fue el último que nos dimos.
-¿Qué paso después
de eso?
-Se largó. Sin
explicación, sin mensajes; simplemente me dejo—hizo una pausa muy larga—Nos dejo. Yo tenía 35 años y ahora que
han pasado casi 19, no he sabido nada de él. 35 años, un matrimonio fallido,
dos hijas y un romance trágico
La
mire con el ceño fruncido.
-Y decidiste
descargar tu ira en mí, ¿no es así? Ignacio me comento que comenzaste a
alejarte cuando comencé a crecer
-Cada día te
parecías más a él. Ahora que me dices que Ignacio siempre lo supo no me
sorprende que él igual siempre se mantuviera alejado de ti.
-Quiero una
explicación Sara—había desesperada lamentación por mi misma en mi voz
-No la hay,
Carolina. Ya te conté mi tragedia, siempre he lamentado la manera en que te he
tratado, créeme—se inclino hacia mi—Si eso es lo que quieres escuchar de mi;
perdóname por todo lo que te hice pasar, y sé que siempre has pensado que nunca
te ame, pero lo hice y lo hago. Ame tanto a Fernando, te ame tanto a ti que me
mataba. No podía salir corriendo como siempre quise, sí me descargue en ti y me
arrepiento como no tienes idea, pero ver tu rostro me mataba. Me hacia recordar
todas las cosas que pude y estuve a punto de tener, recordar la vida que
Fernando me hizo imaginar pero nunca me dio. Y la promesa de disfrutar lo
nuestro sin tener que ocultarnos, el de poder dormir noches enteras y despertar
despreocupados; uno al lado del otro
-Me causaste tanto
daño—ahora yo estaba a punto de derramar lagrimas—no tenias ningún derecho
-Me habría gustado
tanto que todo hubiera sido de manera distinta.
-La que mas salió
perdiendo de este amorío fui yo—puse mi puño en la mesa, agitando un poco a
Sara—Es tan injusto que tu excusa sea que me parezco a él, yo no tengo la culpa
de parecerme a mi padre, yo nunca tuve la culpa de nada. Hicieron toda mi vida
un pequeño infierno, tu y él. Nunca pensaron en mi; él al dejarme y haberme
podido darme una vida mejor y tú con tus golpes y rechazos. Par de egoístas—le
escupí las palabras y trate de contenerme.
Me tape la cara con las manos y respire
hondo
¡Contrólate,
contrólate, mujer!
Me sorprendió demasiado sentir la mano de
Sara sobre la mía. Todavía con la respiración acelerada la mire a la cara y
pude ver su rostro crispado. Era la primera vez en mi vida que trataba de
consolarme
Y todo lo vi en su expresión. Sus disculpas,
sus remordimientos, su culpa, su tristeza; vi a la verdadera mujer que era mi
madre.
-Ya supere hace
mucho tus maltratos—susurre—Pero no creo poder perdonarte
-Lo sé. Lamento
nunca haber estado ahí, lamento no haber sido una buena madre. Siento nunca
haber festejado un cumpleaños, pero ese era el día más difícil de todos. Lamento
haberte corrido de la casa, puedes regresar en cualquier momento.
Negué con la cabeza y retire mi mano de la
suya. Hasta podía causarme gracia que tanto Ignacio como ella se disculparan
conmigo por lo sucedido en el pasado.
-No regresare a esa
casa—dije cortante
-Eres hermosa, hija
Aquello me sorprendió
-Siempre lo he
pensado, esa belleza heredada de tu padre. Estaría tan orgulloso de ti, lo sé.
No creas que no he notado lo fuerte e independiente que eres
Bueno,
no gracias a ninguno de los dos
Asentí de mala gana
-Es demasiado el
rencor que sientes hacia mí, ¿verdad?
-Tanto como tu
enojo cuando me veías a la cara y te recordaba a él. No te juzgo, nunca lo
hare. Se hacen demasiadas cosas cuando uno está enamorado
-Y tu ya has de
saber eso, no es así—levantó una ceja
Sonreí a medias, una sonrisa genuina al
recordar a Sebastián.
Ya no había más que decir del tema, las
preguntas que me había formado en la cabeza estaban ahora claramente
contestadas.
-Sara, te hable también
para comentarte otro asunto
El semblante de Sara todavía tenía tristeza
en el, pero trataba de alejar esa emoción, volvió a agarrar la cuchara y
comenzó a comer. Hice lo mismo
-¿Recuerdas a
Roberto?
-Como
olvidarlo—hablo con la boca llena
Quise entornar los ojos. Roberto nunca
simpatizo a mi madre, ella sabía perfectamente quien era en mi vida y no le
gustaba. Siempre me castigo por irme con él y cuando le grite que él era más
padre de lo que ellos dos nunca serian recibí lo que recuerdo fue mi último
golpe salido de ella.
-Me iré a vivir con
él, a Brasil.
Levanto la cabeza bruscamente
-¡¿Qué?!
-Ya está haciendo
el papeleo, iré a la universidad allá, viviré con Doña Piedad
Sara también sabia quien era Doña Piedad,
que tampoco la apreciaba. Siguió comiendo sin mirarme. Hablo al casi acabar su
plato
-Supongo que no
puedo detenerte
-No—dije de
inmediato
-¿Cuándo?
-En un poco más de
un mes, aproximadamente.
-¿Y tu
novio?—aventuro
Sentí una punzada en el pecho
-Se reunirá con su
familia a España, donde comenzara sus estudios
-¿Emma y la niña están
en España?—pregunto con el ceño fruncido
Emma y ella hablaron varias veces, después de
todo eran vecinas.
-Y él los alcanzara
dentro de un mes aproximadamente
Suspiro pesadamente, juntando las manos
delante de ella
-¿Regresaras?
-No se—no lo había
pensado y no quería indagar por ahí
-Vaya—levanto sus
cejas—Te hicimos más daño del que nunca podremos imaginar, ¿verdad?
Me baje del carro y camine lentamente todo
el porche hasta quedar enfrente de Sebastián, que estaba sentado contra la
puerta principal y un cigarro en la mano
-No creas que no me
he dado cuenta que solo fumas cuando estoy fuera
Se encogió de hombros y me puse a su lado
-Se que no te gusta
el olor
Me encogí yo de hombros y le agarre el
cigarro de la mano y me lo lleve a la boca. Sebastián me observo con una
sonrisa y cuando solté el humo pregunte
-¿Qué?
Rio entre dientes
-Nada—se volvió a
recargar—me vas a contar todo o tendré que sacártelo a golpes
Suspire.
Antes de levantarme de la mesa, Sara me dijo el apellido de mi padre biológico.
-Tal vez algún día decidas
buscarlo, por las dos—había murmurado con seguridad
Sebastián se le acabo el cigarro y lo tiro
lejos. Agarro dos de su bolsillo junto con un encendedor y me tendió uno, para después
prender ambos
-Estuvo bien,
supongo. Estuvo más cooperativa de lo que nunca imagine, e igual que Ignacio,
me sorprendió—solté humo—Tuvo un romance con un amigo de Ignacio
-¿Entonces él no es
tu padre biológico?
Lo mire a la cara, y se veía que estaba
confundido
-No—alzo las cejas
en sorpresa—Fernando Cadaval lo es
Hubo un momento de silencio, uno largo
-Ya veo. ¿Fue una
buena historia la que te conto?
-Se ahorro el lujo
de detalles. Decidieron solo tener una hija, luego a Sara le dio depresión
post-parto y apareció este señor. Duraron dos años hasta que Sara se embarazo
de mi.
-¿Y luego él se
fue?
Negué con la cabeza. Observe el cigarro que
se consumía lento, y suspire pesadamente
-Se iban a escapar,
Sara le diría de la aventura a Ignacio y también iban a llevarse a Lorena. Cuando
nací fue a verme al hospital a mí y a mi madre. Sara me dijo que me
cargo—inhale—supongo que fue solo a despedirla porque después de eso ya no
regreso.
-¿Sin explicación?
-Sin
explicación—sacudí la cabeza—Es muy difícil imaginarla enamorada y con un
corazón roto.
-¿Te dio
explicación para su maltrato hacia ti? O esa es la explicación
-Suena ridículo,
pero lo es. Dice que me parezco mucho a él, que tengo su boca y sus ojos, que a
veces ni podía verme—mi voz sonaba cortante
Traté de ponerme en los zapatos de Sara, al menos
por un minuto. Teniendo una aventura imprudente porque no amaba a su marido. Y
llegando amar a otro, durando casi tres años de amante, y quedar embarazada.
Planear toda la escapatoria—ella menciono que hasta se mudarían de ciudad—eso
es demasiado para confesarle a tu marido—aunque Ignacio ya lo sabía—Se debe de
estar muy enamorada para hacer todas esas locuras, ¿no? Para que al final todo
se fuera a la mierda. Todo lo que ella planeo para un futuro, eso lo podía
entender y perfectamente. Todo se te fue a la mierda, eso es lo que me esta pasado a mí. Con la excepción que yo no seré
dejada con un bebé.
Tal vez ella pensó que yo sería un consuelo
al principio pero conforme fui creciendo vio que sería todo lo contrario. Ahí
era donde tenía que ponerme en sus pies, ese era la situación donde yo tenía
que entenderla. Yo era un recordatorio diario, verme le debió de resultar
doloroso, tal vez insoportable pero… ¿maltratarme de la manera en que lo hizo?
Si no soportaba verme, ¿Por qué no me dejo irme con Tía Carmen cuando me
ofreció irme con ella? Fue injusto para ella como lo fue para mí, pero fue peor
para mí.
Y Fernando
al margen de todo esto, sin tener idea de lo que dejo atrás.
-¿Por qué crees que
se haya marchado?—dijo ido en pensamientos, igual que yo
Me encogí de hombros
-Tal vez no la quería
lo suficiente—baje mis ojos, no queriendo aceptar eso
Sí,
eso sonó cruel
-Nunca se
sabe—sacudió la cabeza, con el ceño fruncido—un hombre no hace planes para
escaparse con dos hijas que no son de él solo porque si, a menos que sea un
hombre muy cruel
Lo mire consternada, pero se veía que estaba
seguro de sus palabras
-Siempre se tienen
dos versiones de la historia—concluyó
-Bueno, yo nunca sabré
la suya—murmure, llevándome lo ultimo del cigarro a la boca
-No te dijo porque
nunca lo busco, digo ¿al menos lo intento?
Fruncí el ceño, no había pensado en eso
-Bueno, si Sara y
yo tenemos algo en común es el orgullo. Si alguien me dejara embarazada con
promesas de llevarme lejos de un matrimonio no deseado con otra hija que no es
de él y al final se largara… no lo buscaría.
-¿No lo buscaras tú?—pregunto,
con el ceño de nuevo fruncido. Tiro su cigarro lejos
Y algo
dentro de mi hizo bum
- ¡Sebastián,
incluso aunque le hayan puesto una pistola en la cabeza al hombre para que se
marchara jamás regreso!—grite—Y ya han pasado 18 años, el interesado debería de
ser él, ¿no? ¡Y al parecer no lo está! ¿Por qué yo sí debería? ¡Apenas me acabo
de enterar de su existencia hace unas horas!
Y conforme gritaba estas palabras mi voz se
fue quebrando. Tenía un nudo en la garganta. Había durado años sin llorar,
perfectamente. Pero desde que Sebastián me dio la noticia que se iba, llore
mares, derribando todos los muros que tenía separando las lagrimas de las
emociones. Aquellas paredes que puse atreves de los años y las experiencias, estaban
ahora derrumbadas. ¿Cuánto me tardaría en volver a separar esas dos cosas? Tal
vez mucho tiempo.
Y ahora, por culpa de eso el nudo en la
garganta convertia lágrimas en los ojos. Trate de controlarme pero no sabía cómo,
había olvidado cómo.
Mire a Sebastián
-Perdóname, no
pretendía gritarte—susurré
Me tendió la mano y me llevo
adentro de la casa donde, sentándose en el sillón, me acomodo en su regazo.
Deje llevarme por las lágrimas
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