Todo iba bien. Creo.
Mi relación con mi amigo iba de peor a bien en pocos días, aunque no era
lo de antes. Samanta seguía hay, seguía siendo su novia.
Debo confesar que me espante cuando pasaron días y seguía sintiendo
sentimientos de amor por él. Lo sigo sintiendo como un sueño del que nunca
podre despertar.
Varios días después estábamos comiendo juntos en mi habitación. El se
encontraba sentado en la cama muy plácidamente mientras me encontraba sentada
en el suelo, recargada en la puerta de mi habitación.
-
Hoy
iré a ver a Doña Piedad
-
¿Al
barrio?
Trague un pedazo de mi hamburguesa mientras asentía.
-
No—dijo
serio
-
No
te estaba pidiendo permiso
-
¿Tú
todavía no entiendes verdad?
-
¿Entender
qué?—lo rete con la mirada mientras me cruzaba de brazos.
-
Lo
grave que estuviste hace casi dos meses en el hospital, antes que te
trasladaran al otro hospital que más bien parecía hotel—al ver mi cara
inexpresiva continuo, dejo su comida al lado—Cuando Doña Piedad me hablo fue
después de que llegara la ambulancia y llegue mucho antes que ella ya que me
pase todos los semáforos en rojo. Al verte en su cama, desmayada e inconsciente,
inmóvil y pálida. No te imaginaras todas las cosas que pasaron por mi cabeza
empezando por el sentimiento de que iba a hacer sin ti en este mundo. No
soportaría perderte—las mariposas en este momento parecían caballos sin riendas
en mi estomago—Y me decía a mi mismo que decía ser positivo pero como serlo
contigo medio muerta. Y las cosas no se pusieron mejores cuando llego la
ambulancia y nos confirmaron lo grave que estabas. A Doña Piedad tuvieron que
checarle la presión por lo alterada que se puso, yo lo supe cuando vi lagrimas
en sus ojos—di un respingo, que Doña Piedad llorara por lo grave que estaba me
hiso sentir culpable de una manera—No te imaginaras lo histérica que estaba
Edith cuando ya estábamos en el hospital y los doctores nos decían que estabas
en estado crítico por tu falta de sangre. Quería golpear al doctor por hacer
perder el tiempo explicándonos lo que ya sabíamos. Carolina—el me llamo para
que lo mirara a los ojos—si no recibías sangre en las próximas horas podrías
morir; así de grave estuviste.
Deje la hamburguesa de lado.
-
Lo
siento.
-
¿De
qué te disculpas?
-
Por
haberles causado todas esas cosas
Bufo
-
El
que se debe disculpar soy yo contigo por no haber estado hay para protegerte.
-
No
tienes porque—le sonreí.
-
¿Todavía
quieres ir hay? Por lo que me contaste esas personas no descansaran hasta
tenerte o encontrar a Roberto.
-
Tengo
que ir a ver a Doña Piedad. Perdóname pero no me harás cambiar de opinión.
Suspiro.
-
Como
quieras—dijo cansando mientras comía de nuevo de su hamburguesa—Yo te
llevare—dije mientras masticaba.
-
¿Seguro?
-
Claro,
ni de chiste te dejare sola. No de nuevo.
-
No
tienes…
-
Iré
contigo, se acabo—dije firme y con su voz de hombre.
-
¡Bien!
Me levante del suelo mientras dejaba le daba
el ultimo bocado a mi hamburguesa. Fui a mi closet y agarre un pantalón de
mezclilla rojo y una blusa negra de tirantes.
-
No
es que te corra, pero me voy a cambiar.
Rio fuerte
-
¿Enserio?
Carolina; te has cambiado infinidades de veces enfrente mío. Ya hasta te he
visto desnuda, ¿recuerdas?
¿Y cómo lo iba a olvidar? Recuerdo ese día
como si hubiera sido ayer. El año pasado, estaba en su casa, había pasado la
noche en su sillón y él en el suelo; nos quedamos dormidos mientras veíamos
películas y platicábamos de una infinidad de cosas. Se nos hacia tarde para la
preparatoria y ni tiempo tenia de ir a
mi casa así que me bañe en la suya. Cuando termine de bañarme, me di cuenta que
la toalla se me había olvidado así que salí completamente desnuda. Su madre y
Jimena ya no estaban y estaba completamente segura de que él estaba en la
cocina así que entre bien segura a su habitación. En el momento en que abrí la
puerta el estaba ahí. Ya se imaginaran el resto, el no hacía más que atacarse
de la risa mientras yo estaba más roja que un tomate.
-
Es
distinto ahora—sacudí la cabeza para alejar el incomodo momento.
-
¿Por
qué?—pregunto inocente
Porque ahora sé que estoy enamorada de
ti, porque ahora sé que te quiero, porque no sé si podre ser capaz de
desnudarme enfrente tuyo sin desnudarte a ti también, porque… porque…
-
Porque
tienes novia, por eso.
Se encogió de hombros
-
Según
tú eres la que más quiere que las cosas sean como lo eran antes pero con esa actitud…
-
¡Okey!
Quédate donde estas mientras vez como hago de stripper
Le dio un ataque de risa.
Ya empezaba marzo, lo que quería decir que faltaba muy poco para la
primavera pero el calor ya se empezaba a sentir. Mejor para mí.
Fuera de mi casa, nos fuimos directo al barrio en su coche. Pusimos
nuestra estación favorita y cantamos como locos los clásicos del rock. Nos
llevamos a Doña Piedad a la tienda de abarrotes donde compro todo que le
faltaba. Ella nos regañaba cada vez que hacíamos travesuras. De verdad
parecíamos niños chiquitos cada vez que íbamos juntos a una tienda.
También Doña Piedad me regaño por regresar a su casa, ella sabía que las
cosas todavía no cambiaban por hay
-
Sé
que es imposible controlar a esta muchacha pero échame una ayudadita—le dijo a Sebastián
Rio entre dientes
-
Lo
mejor que puedo hacer es yo traerla bajo estricta vigilancia, Doña; ya la
conoce.
-
¡Ya
se!—exclame— ¡Vengase a vivir conmigo!
-
¡¿Qué?!—los
dos alzaron la ceja.
-
Si,
es estupendo. No le faltara nada en mi casa y ya no estará sola.
-
No,
hija.
-
¿Por
qué no? Es una estupenda idea
-
No,
no seré un estorbo—hablo más rápido cuando comencé a protestar—Yo sé que no
para ti pero si para el resto de tu familia y digamos que no son muy amorosos.
Aparte nada me hace falta y no siempre estoy sola. Me acompañan Alberto y mis
comadres que ya me sacan a pasear. No te preocupes por mí.
-
Eso
es imposible, Doña.
-
Mira
para que te quedes más tranquila, háblale a Alberto y así nos comunicamos.
-
¿Segura
que no se quiere venir a mi casa? La habitación de huéspedes es muy cómoda. Creo
que tiene un colchón mas cómodo que el mío.
Ella negó con la cabeza
-
Muchas
gracias por la oferta, cariño. Pero sigue siendo un no.
Acordamos en que yo llamaría a Alberto cada semana y él me comunicaría
con Doña Piedad para ver cómo iba. También en que no regresaría al barrio hasta
que los muchachos regresaran.
Y así quedamos, aunque no lo llamaba cada semana si no muchas veces por
semana.
Ese era otro tema que me preocupaba ya que Gustavo ya hace semanas,
meses que no me marcaba. Aparte de que los extrañaba a todos mi preocupación se
hacía más grande cada vez.
Para distraerme me fui a sentar a un parque que estaba muy cerca de mi
casa. Era muy bello, lleno de gente y niños sobretodo. Jugando y divirtiéndose.
Me pase el día entero hay, sentada viendo todo el escenario de gente
despreocupada y feliz. Y llego la noche demasiado rápido que ni siquiera me di
cuenta. No sé si era al flojera de pararme y caminar hacia mi casa o
simplemente que me gusto demasiado alejarme de los problemas de la vida por un día
sentada en aquel mundo verde con niños.
Pero ahora los niños ya no estaban por lo tarde que era. De hecho ya
estaba casi solo, mejor dicho estaba
solo.
Decidí pararme y comencé a despedirme de mi banca y compañera del día, literalmente.
A lo lejos veía una persona, un hombre. Mientras me acercaba me di
cuenta que era más bien un muchacho, y uno muy borracho; no caminaba en línea
recta.
Conforme más me acercaba a aquel desconocido me di cuenta que no era
ningún desconocido, todo lo contrario; era Alex.
-
¡Alex!—grite
en la obscuridad. Aquella parte del parque no estaba nada iluminada. Corrí
hasta llegar a su lado.
-
¿Carolina?—medio
dijo, lo agarre de la cintura para que no se cayera.
Alex se veía y olía horrible.
Lo quise llevar a que se sentara en una banca pero él se negaba a
moverse. Y como si se diera cuenta de pronto quien soy yo comenzó a hablar de
mas. Y al hacerlo me llego su aliento todo alcohólico y hasta me mareo. Me
separe discretamente un poco de él.
-
Alex,
por favor… dime porque estas así ¿Qué te paso? ¿estás bien?
Porque para tomar de esta manera nadie se encuentra bien. Yo soy un
ejemplo vivo.
-
Lo
que pasa es que te quiero y tu a mí no.
Me ponía demasiado triste verlo así, y también la decepción de apoderaba
de mi.
-
Pero
yo si te quiero—sentía que hablaba con un niño de cinco años
-
¡NO!—grito
y movía las manos—no como yo quiero
-
Pues
lo siento Alex, solo es amistad lo que te puedo dar—me acerque a él para
ayudarlo a caminar pero él me empujo con un dedo mientras que le daba hipo me
señalo
-
Pero
claro, a tu otro—hizo una seña de comidas en el aire— “amiguito”, a ese si lo
quieres, ¡¿crees que no me doy cuenta?!
Me moleste.
-
Estas
borracho, no sabes ni lo que dices. Deja que te ayude…
Me volvió a empujar
-
¡NO!
¡no la necesito!—eructo— ¿Por qué Carolina? ¡¿Por qué?! ¡DIME! ¡¿Qué tiene el
que no tenga yo?!
-
¡BASTA!—brame—no
pienso seguir con esto. Te voy a llevar a tu casa—por decima vez me acerque a él
para ayudarlo a caminar.
-
Sabes
que—soltó hipo—que yo te amo Carolina, y quiero estar contigo
-
No
digas cosas estúpidas, mejor calla y ayúdame tu a mi--estaba poniendo resistencia y eso lo hacía más
pesado.
En eso el me abraza y me empieza a besar el
cuello.
-
¡Detente!—lo
empuje bruscamente—no te atrevas a tocarme.
Enfadada y ofendida comencé a caminar en la
dirección contraria, hacia mi casa. Rápido me alcanzo y volvió a abrazar
-
Tú
no te vas sin antes ser mía, Carolina
Me asuste por la forma en que se veía
diciendo eso y lo empuje por segunda vez y le di una cachetada de las buenas.
Solo vi mis dedos marcados en su mejilla.
El ahora era el enfadado y ofendido y me
agarro de los brazos, me estampo contra un árbol. Comenzó a besarme a la fuerza
pero yo mantenía mi boca ocupada gritando por ayuda.
Me empujaba demasiado fuerte, no había mucho
que hacer.
Las lagrimas comenzaron a bajar por mi cara
pero no dejaba de gritar, ya no por ayuda sino por desesperación al sentir sus
asquerosas manos bajar por mi blusa y levantarla para tocar mi abdomen y busto
mientras la otra se encargaba de recorres mi muslo.
No había nadie en el maldito parque y aunque
yo no dejaba de pegarle o patearlo no funcionada. Todo lo contrario eso hacía
que se enfureciera más y me apretaba mas los brazos, lastimándome—aunque eso
era lo último que me preocupaba—no me gustaba nada sus manos sobre mi cuerpo.
La lagrimas y los gritos se hacían más fuertes
Solo quería que acabara ya y ni siquiera
había empezado. La desesperación se apoderaba de mi más que cualquier otro
sentimiento. Solo deseaba que se detuviera, que se detuviera, que parara…
Y fue como si mis peticiones se volvieran
realidad. Algo lo detuvo, ya no sentía a Alex aplastándome contra el árbol.
Me sentí tan aliviada, me baje la blusa y me
limpie las lágrimas como pude y fue cuando me di cuenta de lo que pasaba
enfrente de mí.
-
¡ESTUPIDO
ANIMAL! ¡¿COMO SE TE ATREVE TOCARLA?!
Sebastián no dejaba de golpearlo. Alex se
encontraba en el suelo, mientras el no dejaba de herirlo.
Yo no sabía qué hacer, me encontraba
demasiado ida, entonces fue cuando me desmaye.
Me gusta mucho el capítulo, aunque no comente los leo. ¡Siguiente! ^^
ResponderEliminaryo siempre que me entero que publicas los leo y comento!!
ResponderEliminarpor favor Fathi no alargues demasiado el proximo cap! ya sabia yo que ese bastardo queria hacerle algo malo a Carolina ¬¬ solo era cuestion de tiempo menos mal que llego Sebastian a tiempo
plis publica pronto
besos
cuidate