domingo, 15 de abril de 2012

Capitulo 21: Aléjate de mi


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Todo iba bien. Creo.
   Mi relación con mi amigo iba de peor a bien en pocos días, aunque no era lo de antes. Samanta seguía hay, seguía siendo su novia.
   Debo confesar que me espante cuando pasaron días y seguía sintiendo sentimientos de amor por él. Lo sigo sintiendo como un sueño del que nunca podre despertar.
   Varios días después estábamos comiendo juntos en mi habitación. El se encontraba sentado en la cama muy plácidamente mientras me encontraba sentada en el suelo, recargada en la puerta de mi habitación.
-          Hoy iré a ver a Doña Piedad
-          ¿Al barrio?
   Trague un pedazo de mi hamburguesa mientras asentía.
-          No—dijo serio
-          No te estaba pidiendo permiso
-          ¿Tú todavía no entiendes verdad?
-          ¿Entender qué?—lo rete con la mirada mientras me cruzaba de brazos.
-          Lo grave que estuviste hace casi dos meses en el hospital, antes que te trasladaran al otro hospital que más bien parecía hotel—al ver mi cara inexpresiva continuo, dejo su comida al lado—Cuando Doña Piedad me hablo fue después de que llegara la ambulancia y llegue mucho antes que ella ya que me pase todos los semáforos en rojo. Al verte en su cama, desmayada e inconsciente, inmóvil y pálida. No te imaginaras todas las cosas que pasaron por mi cabeza empezando por el sentimiento de que iba a hacer sin ti en este mundo. No soportaría perderte—las mariposas en este momento parecían caballos sin riendas en mi estomago—Y me decía a mi mismo que decía ser positivo pero como serlo contigo medio muerta. Y las cosas no se pusieron mejores cuando llego la ambulancia y nos confirmaron lo grave que estabas. A Doña Piedad tuvieron que checarle la presión por lo alterada que se puso, yo lo supe cuando vi lagrimas en sus ojos—di un respingo, que Doña Piedad llorara por lo grave que estaba me hiso sentir culpable de una manera—No te imaginaras lo histérica que estaba Edith cuando ya estábamos en el hospital y los doctores nos decían que estabas en estado crítico por tu falta de sangre. Quería golpear al doctor por hacer perder el tiempo explicándonos lo que ya sabíamos. Carolina—el me llamo para que lo mirara a los ojos—si no recibías sangre en las próximas horas podrías morir; así de grave estuviste.
   Deje la hamburguesa de lado.
-          Lo siento.
-          ¿De qué te disculpas?
-          Por haberles causado todas esas cosas
   Bufo
-          El que se debe disculpar soy yo contigo por no haber estado hay para protegerte.
-          No tienes porque—le sonreí.
-          ¿Todavía quieres ir hay? Por lo que me contaste esas personas no descansaran hasta tenerte o encontrar a Roberto.
-          Tengo que ir a ver a Doña Piedad. Perdóname pero no me harás cambiar de opinión.
   Suspiro.
-          Como quieras—dijo cansando mientras comía de nuevo de su hamburguesa—Yo te llevare—dije mientras masticaba.
-          ¿Seguro?
-          Claro, ni de chiste te dejare sola. No de nuevo.
-          No tienes…
-          Iré contigo, se acabo—dije firme y con su voz de hombre.
-          ¡Bien!
   Me levante del suelo mientras dejaba le daba el ultimo bocado a mi hamburguesa. Fui a mi closet y agarre un pantalón de mezclilla rojo y una blusa negra de tirantes.
-          No es que te corra, pero me voy a cambiar.
   Rio fuerte
-          ¿Enserio? Carolina; te has cambiado infinidades de veces enfrente mío. Ya hasta te he visto desnuda, ¿recuerdas?
  ¿Y cómo lo iba a olvidar? Recuerdo ese día como si hubiera sido ayer. El año pasado, estaba en su casa, había pasado la noche en su sillón y él en el suelo; nos quedamos dormidos mientras veíamos películas y platicábamos de una infinidad de cosas. Se nos hacia tarde para la preparatoria  y ni tiempo tenia de ir a mi casa así que me bañe en la suya. Cuando termine de bañarme, me di cuenta que la toalla se me había olvidado así que salí completamente desnuda. Su madre y Jimena ya no estaban y estaba completamente segura de que él estaba en la cocina así que entre bien segura a su habitación. En el momento en que abrí la puerta el estaba ahí. Ya se imaginaran el resto, el no hacía más que atacarse de la risa mientras yo estaba más roja que un tomate.
-          Es distinto ahora—sacudí la cabeza para alejar el incomodo momento.
-          ¿Por qué?—pregunto inocente
      Porque ahora sé que estoy enamorada de ti, porque ahora sé que te quiero, porque no sé si podre ser capaz de desnudarme enfrente tuyo sin desnudarte a ti también, porque… porque…
-          Porque tienes novia, por eso.
   Se encogió de hombros
-          Según tú eres la que más quiere que las cosas sean como lo eran antes pero con esa actitud…
-          ¡Okey! Quédate donde estas mientras vez como hago de stripper
    Le dio un ataque de risa.
    Ya empezaba marzo, lo que quería decir que faltaba muy poco para la primavera pero el calor ya se empezaba a sentir. Mejor para mí.
    Fuera de mi casa, nos fuimos directo al barrio en su coche. Pusimos nuestra estación favorita y cantamos como locos los clásicos del rock. Nos llevamos a Doña Piedad a la tienda de abarrotes donde compro todo que le faltaba. Ella nos regañaba cada vez que hacíamos travesuras. De verdad parecíamos niños chiquitos cada vez que íbamos juntos a una tienda.
   También Doña Piedad me regaño por regresar a su casa, ella sabía que las cosas todavía no cambiaban por hay
-          Sé que es imposible controlar a esta muchacha pero échame una ayudadita—le dijo a Sebastián
   Rio entre dientes
-          Lo mejor que puedo hacer es yo traerla bajo estricta vigilancia, Doña; ya la conoce.
-          ¡Ya se!—exclame— ¡Vengase a vivir conmigo!
-          ¡¿Qué?!—los dos alzaron la ceja.
-          Si, es estupendo. No le faltara nada en mi casa y ya no estará sola.
-          No, hija.
-          ¿Por qué no? Es una estupenda idea
-          No, no seré un estorbo—hablo más rápido cuando comencé a protestar—Yo sé que no para ti pero si para el resto de tu familia y digamos que no son muy amorosos. Aparte nada me hace falta y no siempre estoy sola. Me acompañan Alberto y mis comadres que ya me sacan a pasear. No te preocupes por mí.
-          Eso es imposible, Doña.
-          Mira para que te quedes más tranquila, háblale a Alberto y así nos comunicamos.
-          ¿Segura que no se quiere venir a mi casa? La habitación de huéspedes es muy cómoda. Creo que tiene un colchón mas cómodo que el mío.
   Ella negó con la cabeza
-          Muchas gracias por la oferta, cariño. Pero sigue siendo un no.







   Acordamos en que yo llamaría a Alberto cada semana y él me comunicaría con Doña Piedad para ver cómo iba. También en que no regresaría al barrio hasta que los muchachos regresaran.
   Y así quedamos, aunque no lo llamaba cada semana si no muchas veces por semana.
   Ese era otro tema que me preocupaba ya que Gustavo ya hace semanas, meses que no me marcaba. Aparte de que los extrañaba a todos mi preocupación se hacía más grande cada vez.
   Para distraerme me fui a sentar a un parque que estaba muy cerca de mi casa. Era muy bello, lleno de gente y niños sobretodo. Jugando y divirtiéndose.
   Me pase el día entero hay, sentada viendo todo el escenario de gente despreocupada y feliz. Y llego la noche demasiado rápido que ni siquiera me di cuenta. No sé si era al flojera de pararme y caminar hacia mi casa o simplemente que me gusto demasiado alejarme de los problemas de la vida por un día sentada en aquel mundo verde con niños.
   Pero ahora los niños ya no estaban por lo tarde que era. De hecho ya estaba casi solo, mejor dicho estaba solo.
   Decidí pararme y comencé a despedirme de mi banca y compañera del día, literalmente.
   A lo lejos veía una persona, un hombre. Mientras me acercaba me di cuenta que era más bien un muchacho, y uno muy borracho; no caminaba en línea recta.
   Conforme más me acercaba a aquel desconocido me di cuenta que no era ningún desconocido, todo lo contrario; era Alex.
-          ¡Alex!—grite en la obscuridad. Aquella parte del parque no estaba nada iluminada. Corrí hasta llegar a su lado.
-          ¿Carolina?—medio dijo, lo agarre de la cintura para que no se cayera.
   Alex se veía y olía horrible.
   Lo quise llevar a que se sentara en una banca pero él se negaba a moverse. Y como si se diera cuenta de pronto quien soy yo comenzó a hablar de mas. Y al hacerlo me llego su aliento todo alcohólico y hasta me mareo. Me separe discretamente un poco de él.
-          Alex, por favor… dime porque estas así ¿Qué te paso? ¿estás bien?
   Porque para tomar de esta manera nadie se encuentra bien. Yo soy un ejemplo vivo.
-          Lo que pasa es que te quiero y tu a mí no.
   Me ponía demasiado triste verlo así, y también la decepción de apoderaba de mi.
-          Pero yo si te quiero—sentía que hablaba con un niño de cinco años
-          ¡NO!—grito y movía las manos—no como yo quiero
-          Pues lo siento Alex, solo es amistad lo que te puedo dar—me acerque a él para ayudarlo a caminar pero él me empujo con un dedo mientras que le daba hipo me señalo
-          Pero claro, a tu otro—hizo una seña de comidas en el aire— “amiguito”, a ese si lo quieres, ¡¿crees que no me doy cuenta?!
         Me moleste.
-          Estas borracho, no sabes ni lo que dices. Deja que te ayude…
   Me volvió a empujar
-          ¡NO! ¡no la necesito!—eructo— ¿Por qué Carolina? ¡¿Por qué?! ¡DIME! ¡¿Qué tiene el que no tenga yo?!
-          ¡BASTA!—brame—no pienso seguir con esto. Te voy a llevar a tu casa—por decima vez me acerque a él para ayudarlo a caminar.
-          Sabes que—soltó hipo—que yo te amo Carolina, y quiero estar contigo
-          No digas cosas estúpidas, mejor calla y ayúdame tu a mi--estaba  poniendo resistencia y eso lo hacía más pesado.
   En eso el me abraza y me empieza a besar el cuello.
-          ¡Detente!—lo empuje bruscamente—no te atrevas a tocarme.
   Enfadada y ofendida comencé a caminar en la dirección contraria, hacia mi casa. Rápido me alcanzo y volvió a abrazar
-          Tú no te vas sin antes ser mía, Carolina
   Me asuste por la forma en que se veía diciendo eso y lo empuje por segunda vez y le di una cachetada de las buenas. Solo vi mis dedos marcados en su mejilla.
   El ahora era el enfadado y ofendido y me agarro de los brazos, me estampo contra un árbol. Comenzó a besarme a la fuerza pero yo mantenía mi boca ocupada gritando por ayuda.
   Me empujaba demasiado fuerte, no había mucho que hacer.
   Las lagrimas comenzaron a bajar por mi cara pero no dejaba de gritar, ya no por ayuda sino por desesperación al sentir sus asquerosas manos bajar por mi blusa y levantarla para tocar mi abdomen y busto mientras la otra se encargaba de recorres mi muslo.
   No había nadie en el maldito parque y aunque yo no dejaba de pegarle o patearlo no funcionada. Todo lo contrario eso hacía que se enfureciera más y me apretaba mas los brazos, lastimándome—aunque eso era lo último que me preocupaba—no me gustaba nada sus manos sobre mi cuerpo. La lagrimas y los gritos se hacían más fuertes
   Solo quería que acabara ya y ni siquiera había empezado. La desesperación se apoderaba de mi más que cualquier otro sentimiento. Solo deseaba que se detuviera, que se detuviera, que parara…
   Y fue como si mis peticiones se volvieran realidad. Algo lo detuvo, ya no sentía a Alex aplastándome contra el árbol.
   Me sentí tan aliviada, me baje la blusa y me limpie las lágrimas como pude y fue cuando me di cuenta de lo que pasaba enfrente de mí.
-          ¡ESTUPIDO ANIMAL! ¡¿COMO SE TE ATREVE TOCARLA?!
   Sebastián no dejaba de golpearlo. Alex se encontraba en el suelo, mientras el no dejaba de herirlo.
   Yo no sabía qué hacer, me encontraba demasiado ida, entonces fue cuando me desmaye. 

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho el capítulo, aunque no comente los leo. ¡Siguiente! ^^

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  2. yo siempre que me entero que publicas los leo y comento!!
    por favor Fathi no alargues demasiado el proximo cap! ya sabia yo que ese bastardo queria hacerle algo malo a Carolina ¬¬ solo era cuestion de tiempo menos mal que llego Sebastian a tiempo
    plis publica pronto
    besos
    cuidate

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