Voltee a ver el reloj grande en la gran pared blanca. Daban las 12 del día
-
Ya
es la hora de salida—le dije a Melisa
Ella volteo
a ver el reloj como lo hice apenas unos segundos y le sonrió
-
Hoy
tengo una cita con el muchacho que conocí en la fiesta, ¿recuerdas que te conté
de el?
-
Me
hablas de el todo el tiempo Melisa—le sonreí en plan de juego
-
Es
que me gusta demasiado
Fuimos juntas a recoger nuestras cosas y
despedir a Paco. Ya estando fuera nos fuimos a nuestros respectivos coches
-
Suerte—me
despedí—Y recuerda que en la primera cita no—le guiñe un ojo y ella se despidió
de mi riendo
Tenía mi blusa amarilla—que era parte del
uniforme—con mi pantalón negro y botas negras igual. En el coche me quite la
blusa y me puse una de tirantes.
Anoche, Alberto me hablo diciéndome que Doña
Piedad quería hablar conmigo. Me encamine hacia el barrio pero a mitad de
camino, deje el coche en una zona segura y tome un taxi, pues todavía me seguían
buscando, o al menos eso creo
Al llegar a los comienzos del barrio, el
taxista me dijo que hasta ahí me podría llevar.
Cobarde
Lo malo ahora era que los taxistas por este
rumbo eran de mala calaña.
Suspire pesadamente mientras agarraba muy
bien mi bolso. Otra cosa negativa era que los taxis generalmente siempre iban
ocupados, en estoy partes casi todos eran lo suficiente pobres como para no
tener coche.
Después de un rato, un taxi se detuvo frente
mío y subí en el.
Olía algo mal, pero por dentro no estaba tan
feo como otros.
Le dije que se adentrara a una cuadra antes
de la humilde casa de Doña Piedad, y cuando llego a estacionarse algo raro
paso.
Las puertas estaban cerradas y no podía
abrirlas. Me comencé a espantar pero trate de que no se me notara. Para cuando
alce mi vista al hombre—que no lo había visto bien, era de piel muy morena y
muchas arrugas, muchos tatuajes sobre su ostentosos músculos que más bien era
grasa y un gran bigote despeinado—me estaba viendo demasiado… no sabía
describirlo.
-
¿Cuánto
es?
-
Son
50 pesos pero podría ser gratis claro si…
Aunque trataba con todas mis ganas de no
voltearlo a ver tuve que. En su mirada había lujuria y no dejaba de ver mi
cuerpo. Me sentí asqueada.
-
¿Si
qué?—controle mi voz
-
Tu
sabes—el hombre se volteó complemente en su asiento a mirarme.
Trate de volver a abrir la puerta más desesperada
que antes en mi vida.
-
A
donde—me agarro de los hombros
Al sentir el roce de sus asquerosos dedos
sin lavar en mi piel desnuda—puesto que traía tirantes—mi sentido de
autoprotección se activo
Lo aparte y antes de que volviera a
agarrarme saque mi pistola de mi bota y lo apunte con ella.
El hombre se aparto pero comenzó a reírse
histéricamente
-
¿Dónde
compraste eso bombón? ¿En una tienda de juguetes?
Apunte con la pistola hacia su máquina que
cuenta el dinero y le dispare tres veces.
Aquel sucio hombre se puso las manos en la
cabeza para protegerse y al terminar de apretar el gatillo por tercera vez nos
miramos a los ojos. Puse mi mirada de perra
-
Ábrame
la puerta o le vuelo la cabeza.
-
No
tienes el valor
Bufe
-
Quieres
averiguarlo
Para
asustarlo, cheque que tuviera balas y estaban completas a excepción de esas
tres que acababa de tirar
Le pico a uno de los botones del costado del
volante y volví intentar abrir la puerta, esta vez teniendo éxito.
-
Ahora
quiero que verlo irse, cerdo de mierda—y le escupí en la cara.
La rabia se le subió hasta la cabeza y me
dedico la más horrible de las miradas. Le dio con todo avenida abajo dejándome
donde le pedí. Mínimo pudo hacer algo bien y no pague. Aunque el susto de
mierda nadie me lo quitaba
Comencé a correr cuando vi el auto verde
desaparecer entre los demás carros. No me sentí segura hasta llegar a la puerta
del jardín delantero de la casa.
-
Hola,
mi niña—Doña Piedad se encontraba en la mesa de la pequeña cocina.
-
Hola,
nana—le di un abrazo
-
Feliz
cumpleaños, aunque ya pasaron varias semanas
-
La
intención es lo que cuenta, no pudimos vernos
-
Me
hubiera gustado estar contigo, los 18 solo se cumplen una vez
Reí ente dientes
Comencé a ponerme al tanto con ella, pero al
poco tiempo una persona salió de su habitación
-
Listo,
ya no creo que se vuelva a caer de esa manera
Mi vista paso del rostro arrugado de ella, a
aquellos verdes ojos de el
Mierda
-
¿Qué
estás haciendo aquí?
El se quedo
viéndome confundido. No sabía que decir
-
Yo
lo invite—me dijo Nana
-
¿Por
qué?
Recordé todas las llamadas que había tenido
con Doña Piedad desde que mi hirieron con balas y no pude venir tanto como
antes; Doña Piedad sabía todo: Samanta, nuestra amistad casi destruida. Mis
sentimientos hacia el que seguía sin aceptarlos totalmente. ¿Por qué ahora me
lo traía a la misma habitación que yo? Ya pasaron como dos semanas desde que me
desahogue con Borjas en el estacionamiento, dos semanas en donde ni nombrarlo
me había atrevido. Y hasta me sentía orgullosa, pues según yo tenía fuerza de
voluntad.
Si, tenía fuerza de voluntad porque no me lo
topaba de frente y verlo a los ojos, porque no estaba en una diminuta
habitación conmigo, no tenia que dirigirle la palabra. Si, así era como
demostraba mi fuerza de voluntad. Ahora tenía que probarme a mi misma y tener
la misma fuerza pero ahora viéndolo, hablándole.
Doña Piedad me dio una de sus miradas. Sacudí
la cabeza
-
No
es que quiera sonar grosera pero… de verdad, ¿para qué lo llamaste? ¿y a mí
también?
Se encogió de hombros
-
Quería
partirte un pastelito, nosotros tres. Hubiera querido que también estuvieran
Gabriel, Martin y Gustavo—se salto a Roberto—pero con nosotros es suficiente,
¿no crees?
-
No
tienes porque comprarme ningún pastel—le dije agradecida
-
Demasiado
tarde. Está en el refrigerador—hablo Sebastián
Trate de no mirarlo para que no se me notara
lo que sentí al escuchar su voz
Pase la siguiente media hora haciendo la
cena mientras hablamos los tres. Por momentos Sebastián y yo hablábamos sonriéndonos
amablemente. Como dos desconocidos que apenas los acababan de presentar.
Como
dos desconocidos siendo amables
Dos
desconocidos…
Mínimo nos hablábamos bien… las últimas
peleas que hemos tenido han sido fuertes.
La conversación fue interrumpida por el tono
de llamada de mi celular. Provenía de una persona que a lo mucho cinco veces en
mi vida me ha marcado
-
¿Qué
quieres?
-
¡¿En
qué clase porquería estas metida?!
-
¿De
qué hablas Sara?
Doña Piedad y Sebastián callaron el escuchar
mi tono de voz
-
¿Pasa
algo?—pregunte
-
Se
acaban de ir unos hombres preguntando por ti
-
¿Eso
qué? Mira si vas a hablarme de fregaderas mejor…
-
Tenían
la pinta más asquerosa. Todos tatuados y vinieron a amenazarme con pistolas,
mientras desayunaba con mis amigas ¡qué vergüenza!
Me quede pálida
-
Olían
a tabaco y sudor, que asco y me tocaron
Y como siempre a Sara le importaba más la
apariencia que la intención
-
Te
estaban buscando. ¡Dime para que! ¡En que chingadera estas metida! ¿Por qué te
buscan? ¿Qué hiciste? ¡Contéstame!
Pero yo ya no la escuchaba porque en la
ventana de la pequeña casa donde me encontraba apareció Alberto. Tenía la
apariencia de haber corrido 10 kilómetros.
No hizo falta que dijera nada, todavía no se
daban por vencidos. Doña Piedad me miro a los ojos
-
Corre—murmuro
Como pude ser tan estúpida. No fui lo
suficientemente discreta y ahora estaba poniendo en peligro hasta con la gente
que vivía.
-
Yo
voy contigo—Sebastián se puso de pie
Yo ya me encontraba en el patio trasero.
Debajo de unas rocas guardábamos varias pistolas con cartuchos. Agarre una
fuerte y muchos cartuchos. Esperemos y esto no se ponga feo
Ojala y no me maten ahorita
-
¡No!—le
grite— ¡No te muevas!
Escale hasta subirme al techo vecino.
Una vez arriba de el cargue mi nueva arma y me fui sigilosamente
hacia adelante.
Brinque hacia el siguiente techo y todo
seguía normal. Pero no debía confiarme. Si algo me enseño Roberto es que nunca
debo confiarme de nada ni de nadie.
-
¡Carolina!—alguien
grito
No, no alguien. Uno; Sebastián estaba en el
techo la casa de alado
¡Maldición!
Si digo eso porque de inmediato se escucho
un disparo y vi a un hombre con una gran arma grande que salió de una ventana
abajo mío. No me dio pero estuve muy cerca me moví unos metros.
-
Regresa
a dónde estabas, con Doña Piedad o los dos estamos muertos—le murmure
histéricamente antes de echarme a correr.
Sabía que era muy peligroso andar entre
techos ahora que ya sabían dónde estaba así que decidí bajar a un porche.
Volteaba para todas partes pero no veía a
nadie, ni una alma. Solo a aquel hombre que falló el disparo. Tal vez fue solo
para acorralarme o algo
Los disparos siguieron—pues me seguían a
donde corría—y me di cuenta que Sebastián me seguía desde arriba.
Luego algo me quito la respiración.
Escuche al chico arriba mío y donde le siguió
corriendo se escucharon múltiples disparos demasiado cerca.
Volví mi mirada hacia arriba pero el ya no
seguía hay. El pánico me inundo. Trate de volver a subirme a un techo pero en
el estrecho pasillo donde me encontraba en el porche de algún fulano me
encontró uno de ellos.
Era alto y musculoso, sin embargo algo
maduro. Me apunto en un segundo y al otro apretó el gatillo. Trate de ser más
rápida pero aunque no lo fui no sentí ninguna bala dentro de mi pecho, que fue
donde me apunto.
Llegue al techo de la casa y al mirar hacia
abajo aquel hombre ya no estaba.
Frenéticamente miraba para todas partes
tratando de encontrarlo. Al menos un Sebastián lastimado o algo pero nada. En
mi cabeza centenares de posibilidades se abrieron. Me lo imaginaba ya muerto en
una de sus camionetas. O tal vez huyendo del mismo hombre que me acababa de
encontrar
El hombre. Ahora se encontraba a cinco
techos de distancia de donde me encontraba.
¿Cómo
fregados llego tan rápido hay?
Estaba más espantada por Sebastián que por
mi propia vida.
¿Qué quieres de mí?
Antes de
siquiera pensar en lo dolorosa que podría ser mi muerte, atrás del hombre se
acercaba Sebastián sigilosamente. Mi corazón volvió a latir de puro alivio.
Trate de no verlo para que no se diera cuenta aquel hombre.
Yo me hacía cada vez más para atrás,
mientras el mas para adelante
-
Me
acorralaste
-
Si—su
voz era áspera—No creí que sería tan fácil.
Le sonreí sínicamente
El se acercaba a mí y Sebastián a él. Ya sabía
cuál podría ser su plan.
En el momento en que el hombre levanto su
arma y me apuntaba directo al corazón. Sebastián se le cayó encima, tirándolo
de rodillas
El arma se disparo y yo reaccione en ese
momento.
El hombre recibió tres disparos por mi
pistola. No lo suficiente para matarlo… creo
En un cansancio aliento levanto un radio de
su bolso y llamo por ayuda.
-
Vete—le
articule
Y cada quien por su lado trato de ocultarse
Me fui directo para la casa de Martin donde
su madre me recibió y hasta me ayudo a calmarme. Pero yo no podía
¿Qué pasaba si los hombres de ese hombre
encontraban a mi hombre? ¿Qué pasaría si encontraran a Sebastián? ¿O a mí? ¿Y
si ya le hicieron algo malo a Doña Piedad?
¡No! Yo no aguantaría eso, no lo soportaría
Tuve que esperar a que se hiciera de noche.
En mi celular había miles de llamadas
perdidas de mi madre y de mi padre que a estas alturas del partido ya a de
saber todo.
Pero había algo que no cuadraba aquí. Aquel
hombre—posiblemente muerto—tuvo la oportunidad de darme directo al corazón.
Pero no lo hizo.
Tuvo muchas oportunidades, pero no lo hacía
rápido. Esos son de los que no esperan a nada
¿Por qué?
Mi angustia crecía cada vez más y los
minutos no pasaban. Trate de comunicarme con Sebastián y nada, lo mismo con
Alberto
La Señora Martínez o como me decía que la
llamara “Lupe” solo hacía más que ofrecerme té para calmarme. Pero me tarde en
darme cuenta que ella también estaba angustiada. No por mí, sino por su hijo
que se encontraba en Rio.
-
¿No
has sabido nada de ellos?
En realidad no. Gustavo ya no me marcaba
-
No,
Lupe. Desde hace meses. Lo último que me dijo Gustavo es que tenían que
prepararse para algo, no sé muy bien.
Se le arrugo la frente de preocupación
-
Pero
ya los conoces, Lupe. No les va a pasar nada, ellos se saben cuidar, son de
hierro
-
Es
muy peligroso en ese lugar. Más que aquí y eso que esta re-gacho.
Voltee a ver a la cuna del pequeño hermano
de dos años de Martin. Era tan dulce y si de por si no tenía a su padre pues
todavía le quedaba Martin. Ahora ya ni eso podría tener por mi culpa
-
Lo
siento mucho; perdóname
-
No
tienes porque Caro. De todas maneras tarde o temprano aquellos se iban a buscar
a tu padre
Aquí todos cuando me hablaban de Roberto, lo
hacían como “tu padre”
-
¿Tú
siempre supiste?
-
No,
me dijo antes de partir. Que cruel es la vida
Asentí, totalmente de acuerdo
Después de media hora ya casi el sol estaba
completamente metido. Seria más difícil salir de noche pero eso era lo menos
que me preocupaba. Había salido de peores situaciones
Pero no hay mal que por bien no venga. Si de
nuevo están tratando de agarrarme es porque tal vez ya saben donde esta
Roberto. Tal vez volvería a ver o escuchar muy pronto a mi Roberto
Mi celular sonó y conteste de inmediato
-
¿Diga?
-
Carolina,
¿estás bien?—era Doña Piedad desde el celular de Alberto
-
Si,
no me hicieron nada. Nana, ¿esta Sebastián contigo?
-
No
yo ya no supe nada de él desde que se fue atrás tuyo, ¿Dónde estás?
-
En
casa de Martin y Lupe
-
Bueno,
quédate hay—ahora era la voz de Alberto—Como a eso de la madrugada iré por ti y
te sacare de la zona.
-
Pero,
¿y Sebastián?
-
No
te atrevas a salir de la casa, Carolina. De todos modos los hombres van detrás
de ti no de él.
-
No
lo puedo dejar aquí
-
Si
no llega donde estas para la hora en que llegue yo, lo siento mucho.
Y colgó. Lupe se encontraba dormida en su
habitación. Tenía toda la libertad de ponerme ansiosa y nerviosa y poder estar
sola.
Le marque a Sebastián novecientas noventa y
nueve veces pero no me contestaba.
A la milésima llamada respondió
-
¿Sebastián?—casi
grito
Para poder hablar mejor me subí al techo de
la casa sin dejar de decir su nombre por el teléfono
-
¿Dónde
estás?—respondió.
Suspire de alivio
-
En
casa de Martin, ¿Dónde estás tú? Llega aquí ya sabes la dirección…
Se escucho un disparo y la llamada termino
Le grite desesperada al teléfono. No
Lo avente lejos y sonó contra el techo de lámina
de la casa de alado.
No solo escuche el disparo en el teléfono,
en donde sea que lo lanzaron era cerca muy cerca de aquí. Observe todo el
panorama con las manos cerradas fuertemente en unos puños.
Se volvió a escuchar otro disparo
-
¡Sebastián!—grite—
¡Sebastián!
Yo estaba histérica, no dejaba de caminar
por el tejado
Después de un tiempo me convencí que era más
seguro para mí y para todos si yo bajaba—antes fui por mi celular, si bien que
me ha costado a mí—y llegue al patio trasero de la casa.
Me senté en una mecedora algo oxidada
tratando de calmarme y sin embargo no podía.
Hasta que el culpable de mi estado de ánimo
apareció agitado
Me pare de golpe
-
¡Gracias
a Dios!—comencé a decir muchas veces mientras el se recuperaba
Lo mire
-
¿Estás
herido?—me acerque a él con cuidado
-
No—dijo
con una sonría—No es nada fácil caminar por techos de casas—se quejo agitado
De acuerdo…
-
¡Cómo
te atreves a seguirme en una situación como esta! ¡Te dije que te quedaras en
la casa! ¡En que fregados pensabas!
-
¿Querías
que me quedara cruzado de brazos mientras te perseguían hombres armados?—frunció
el ceño
-
¡SI!
¡Eso era justo lo que debiste de
haber hecho!
-
No
te iba a dejar en una situación así
-
Sebastián—se
me acelero el corazón al acércame enfrente suyo pero me controle—Durante cuatro
años Roberto me entreno para situaciones
como estas, cosa que tu no. ¡Te pudieron haber matado!
-
¡Pero
no lo hicieron! ¡Y te salve del que te iba a tirar un balazo! ¡Por mi estas
aquí!
-
Actué
como lo hice porque entre en pánico por ti. Si algo te pasaba la
responsabilidad seria mía
-
Yo
soy responsable de mis acciones
-
Cada
vez que nos encontremos en este barrio, si Doña Piedad te vuelve a invitar me obedecerás
si situaciones como estas se repiten, ¿entendiste?
Entre enojada a la casa
-
Bien,
jefa. ¿Cuándo nos vamos?
-
Alberto
vendrá por nosotros hasta la madrugada, así que ponte cómodo
-
¿Estás
sola?
-
La
mama y hermano de Martin están ya dormidos así que no hay que hacer más ruido
No más
del que ya hicimos hace cinco segundos
-
¿Nos
quedaremos aquí por horas esperándolo?
-
Si
te duermes pueden pasar rápido—dije limpiando unas migajas de la mesa
Sebastián contemplaba tranquilo fotos de la
familia que se encontraban en un trinchador
-
¿Nos
quedaremos aquí por horas esperándolo solos?
Se me detuvo el corazón
-
Si—carraspee
Me fui hasta el fregadero y me serví agua
-
¿No
podríamos hacer tregua? Hasta que nos vayamos si quieres
-
Como
digas
Hubo un momento de silencio donde no se que
hizo ya que le daba la espalda mientras me hidrataba
-
¿Nos
damos un abrazo? De la paz
Casi me atragante
¿Un
abrazo? Quiere decir… ¿contacto físico?
Me di la media vuelta para encararlo y
decirle que en ese preciso momento no, pero todo el plan se fue a la mierda.
Ya lo tenía justo enfrente de mí. Me sentí
una niña que mira a las personas mayores desde abajo.
No me dio ni espacio ni tiempo para
protestar y de pronto ya me encontraba debajo de su abrazo
-
Me
alegra tanto que estés bien—susurro en mi oído
La piel se me puso chinita. El corazón se
acelero a mil por hora.
Tenía mis brazos aprisionados contra su
pecho y mi cabeza en el hueco de su cuello.
Ese aroma que me volvía loca se coló en mi
nariz por primera vez en semanas y todo ese tiempo que me convencí que no lo
quiera y no lo necesitaba… en esos segundos que tardo en abrazarme y hablarme,
todas esas mentiras que me hice desaparecieron
¿Por
qué me haces esto?
Tenía los
ojos muy abiertos. Lo vi de reojo y vi que él los tenía cerrados
Mi cuerpo
trataba de luchar con las ganas de no regresarle el abrazo, de no mover mi
cabeza y encontrarme con sus labios. De decirle que lo quería. Trate de
relajarme y no fue muy difícil por el lugar que me encontraba y termine por
cerrar mis ojos también y disfrutar estos segundos
Sentí que me olía el pelo y ni siquiera
trato de disimularle
No ya enserio,
¿Por qué me haces esto?
Me aleje lentamente de él y sentí su
mirada clavada.
Ya no supe que hacer. Lo único en que
pensaba era que no debía de verlo a los ojos, o su cara
Y es que estuve en sus brazos de nuevo. Fui
y regrese del paraíso
¿Una mala noticia? ¿Qué íbamos a hacer
durante las próximas horas?
Me senté en la mesa de la cocina y el
enfrente mío. Genial
_____
¿porque ya no comentan como antes? les juro que con un comentario suyo me hacen muy feliz :)
Amo sin duda tu hisoria deberias publicar mas seguido! ajaja bueno. publica rapido que me muero sin sebastián! ! ajja esos ojosss! dioss para mi tiene que besarla en el prox cap! ajajaj buee besoss siguee cuidatee :)
ResponderEliminarHolaaaa...Pues nada, solo quería decirte que tu blog me tiene fascinada y bastante enganchada ;) No dejes de escribir porque tienes un gran don de la intriga!
ResponderEliminarBesos y abrazos, Any!!!
me encanto el capitulo, y estoy deseando ver que pasa, escribes muy bien, felicidades. te dejo mi blog por si te apetece pasarte y leer los capitulos, me ancantaria que me dijeses que te parece. http://historiasdemiimaginacion.blogspot.com.es
ResponderEliminarun beso
hola!!!!
ResponderEliminarpues yo siempre te comento ehh!!! bueno quisas no en el mismisimo momento en que publicas pero siempre estoy leyendo tu historia n_n ay dios ni con la muerte serca de la puerta Cari se permite darle perdon a Sebastián, tremendo orgullo el que tiene!!
plis publica pronto
besos
cuidate!