sábado, 14 de julio de 2012

Capitulo 27: ¿Porque me haces esto?




   Voltee a ver el reloj grande en la gran pared blanca. Daban las 12 del día
-          Ya es la hora de salida—le dije a Melisa
Ella volteo a ver el reloj como lo hice apenas unos segundos y le sonrió
-          Hoy tengo una cita con el muchacho que conocí en la fiesta, ¿recuerdas que te conté de el?
-          Me hablas de el todo el tiempo Melisa—le sonreí en plan de juego
-          Es que me gusta demasiado
   Fuimos juntas a recoger nuestras cosas y despedir a Paco. Ya estando fuera nos fuimos a nuestros respectivos coches
-          Suerte—me despedí—Y recuerda que en la primera cita no—le guiñe un ojo y ella se despidió de mi riendo
   Tenía mi blusa amarilla—que era parte del uniforme—con mi pantalón negro y botas negras igual. En el coche me quite la blusa y me puse una de tirantes.
   Anoche, Alberto me hablo diciéndome que Doña Piedad quería hablar conmigo. Me encamine hacia el barrio pero a mitad de camino, deje el coche en una zona segura y tome un taxi, pues todavía me seguían buscando, o al menos eso creo
   Al llegar a los comienzos del barrio, el taxista me dijo que hasta ahí me podría llevar.
   Cobarde
   Lo malo ahora era que los taxistas por este rumbo eran de mala calaña.
   Suspire pesadamente mientras agarraba muy bien mi bolso. Otra cosa negativa era que los taxis generalmente siempre iban ocupados, en estoy partes casi todos eran lo suficiente pobres como para no tener coche.
   Después de un rato, un taxi se detuvo frente mío y subí en el.
   Olía algo mal, pero por dentro no estaba tan feo como otros.
   Le dije que se adentrara a una cuadra antes de la humilde casa de Doña Piedad, y cuando llego a estacionarse algo raro paso.
   Las puertas estaban cerradas y no podía abrirlas. Me comencé a espantar pero trate de que no se me notara. Para cuando alce mi vista al hombre—que no lo había visto bien, era de piel muy morena y muchas arrugas, muchos tatuajes sobre su ostentosos músculos que más bien era grasa y un gran bigote despeinado—me estaba viendo demasiado… no sabía describirlo.
-          ¿Cuánto es?
-          Son 50 pesos pero podría ser gratis claro si…
   Aunque trataba con todas mis ganas de no voltearlo a ver tuve que. En su mirada había lujuria y no dejaba de ver mi cuerpo. Me sentí asqueada.
-          ¿Si qué?—controle mi voz
-          Tu sabes—el hombre se volteó complemente en su asiento a mirarme.
   Trate de volver a abrir la puerta más desesperada que antes en mi vida.
-          A donde—me agarro de los hombros
   Al sentir el roce de sus asquerosos dedos sin lavar en mi piel desnuda—puesto que traía tirantes—mi sentido de autoprotección se activo
   Lo aparte y antes de que volviera a agarrarme saque mi pistola de mi bota y lo apunte con ella.
   El hombre se aparto pero comenzó a reírse histéricamente
-          ¿Dónde compraste eso bombón? ¿En una tienda de juguetes?
   Apunte con la pistola hacia su máquina que cuenta el dinero y le dispare tres veces.
   Aquel sucio hombre se puso las manos en la cabeza para protegerse y al terminar de apretar el gatillo por tercera vez nos miramos a los ojos. Puse mi mirada de perra
-          Ábrame la puerta o le vuelo la cabeza.
-          No tienes el valor
   Bufe
-          Quieres averiguarlo
   Para asustarlo, cheque que tuviera balas y estaban completas a excepción de esas tres que acababa de tirar
   Le pico a uno de los botones del costado del volante y volví intentar abrir la puerta, esta vez teniendo éxito.
-          Ahora quiero que verlo irse, cerdo de mierda—y le escupí en la cara.
   La rabia se le subió hasta la cabeza y me dedico la más horrible de las miradas. Le dio con todo avenida abajo dejándome donde le pedí. Mínimo pudo hacer algo bien y no pague. Aunque el susto de mierda nadie me lo quitaba
   Comencé a correr cuando vi el auto verde desaparecer entre los demás carros. No me sentí segura hasta llegar a la puerta del jardín delantero de la casa.
-          Hola, mi niña—Doña Piedad se encontraba en la mesa de la pequeña cocina.
-          Hola, nana—le di un abrazo
-          Feliz cumpleaños, aunque ya pasaron varias semanas
-          La intención es lo que cuenta, no pudimos vernos
-          Me hubiera gustado estar contigo, los 18 solo se cumplen una vez
   Reí ente dientes
   Comencé a ponerme al tanto con ella, pero al poco tiempo una persona salió de su habitación
-          Listo, ya no creo que se vuelva a caer de esa manera
   Mi vista paso del rostro arrugado de ella, a aquellos verdes ojos de el  
   Mierda
-          ¿Qué estás haciendo aquí?
El se quedo viéndome confundido. No sabía que decir
-          Yo lo invite—me dijo Nana
-          ¿Por qué?
   Recordé todas las llamadas que había tenido con Doña Piedad desde que mi hirieron con balas y no pude venir tanto como antes; Doña Piedad sabía todo: Samanta, nuestra amistad casi destruida. Mis sentimientos hacia el que seguía sin aceptarlos totalmente. ¿Por qué ahora me lo traía a la misma habitación que yo? Ya pasaron como dos semanas desde que me desahogue con Borjas en el estacionamiento, dos semanas en donde ni nombrarlo me había atrevido. Y hasta me sentía orgullosa, pues según yo tenía fuerza de voluntad.
   Si, tenía fuerza de voluntad porque no me lo topaba de frente y verlo a los ojos, porque no estaba en una diminuta habitación conmigo, no tenia que dirigirle la palabra. Si, así era como demostraba mi fuerza de voluntad. Ahora tenía que probarme a mi misma y tener la misma fuerza pero ahora viéndolo, hablándole.
   Doña Piedad me dio una de sus miradas. Sacudí la cabeza
-          No es que quiera sonar grosera pero… de verdad, ¿para qué lo llamaste? ¿y a mí también?
   Se encogió de hombros
-          Quería partirte un pastelito, nosotros tres. Hubiera querido que también estuvieran Gabriel, Martin y Gustavo—se salto a Roberto—pero con nosotros es suficiente, ¿no crees?
-          No tienes porque comprarme ningún pastel—le dije agradecida
-          Demasiado tarde. Está en el refrigerador—hablo Sebastián
   Trate de no mirarlo para que no se me notara lo que sentí al escuchar su voz
   Pase la siguiente media hora haciendo la cena mientras hablamos los tres. Por momentos Sebastián y yo hablábamos sonriéndonos amablemente. Como dos desconocidos que apenas los acababan de presentar.
   Como dos desconocidos siendo amables
   Dos desconocidos…
   Mínimo nos hablábamos bien… las últimas peleas que hemos tenido han sido fuertes.
   La conversación fue interrumpida por el tono de llamada de mi celular. Provenía de una persona que a lo mucho cinco veces en mi vida me ha marcado
-          ¿Qué quieres?
-          ¡¿En qué clase porquería estas metida?!
-          ¿De qué hablas Sara?
   Doña Piedad y Sebastián callaron el escuchar mi tono de voz
-          ¿Pasa algo?—pregunte
-          Se acaban de ir unos hombres preguntando por ti
-          ¿Eso qué? Mira si vas a hablarme de fregaderas mejor…
-          Tenían la pinta más asquerosa. Todos tatuados y vinieron a amenazarme con pistolas, mientras desayunaba con mis amigas ¡qué vergüenza!
   Me quede pálida
-          Olían a tabaco y sudor, que asco y me tocaron
   Y como siempre a Sara le importaba más la apariencia que la intención
-          Te estaban buscando. ¡Dime para que! ¡En que chingadera estas metida! ¿Por qué te buscan? ¿Qué hiciste? ¡Contéstame!
   Pero yo ya no la escuchaba porque en la ventana de la pequeña casa donde me encontraba apareció Alberto. Tenía la apariencia de haber corrido 10 kilómetros.
   No hizo falta que dijera nada, todavía no se daban por vencidos. Doña Piedad me miro a los ojos
-          Corre—murmuro
   Como pude ser tan estúpida. No fui lo suficientemente discreta y ahora estaba poniendo en peligro hasta con la gente que vivía.
-          Yo voy contigo—Sebastián se puso de pie
   Yo ya me encontraba en el patio trasero. Debajo de unas rocas guardábamos varias pistolas con cartuchos. Agarre una fuerte y muchos cartuchos. Esperemos y esto no se ponga feo
    Ojala y no me maten ahorita
-          ¡No!—le grite— ¡No te muevas!
   Escale hasta subirme al techo vecino.
   Una vez arriba de el  cargue mi nueva arma y me fui sigilosamente hacia adelante.
   Brinque hacia el siguiente techo y todo seguía normal. Pero no debía confiarme. Si algo me enseño Roberto es que nunca debo confiarme de nada ni de nadie.
-          ¡Carolina!—alguien grito
   No, no alguien. Uno; Sebastián estaba en el techo la casa de alado
   ¡Maldición!
   Si digo eso porque de inmediato se escucho un disparo y vi a un hombre con una gran arma grande que salió de una ventana abajo mío. No me dio pero estuve muy cerca me moví unos metros.
-          Regresa a dónde estabas, con Doña Piedad o los dos estamos muertos—le murmure histéricamente antes de echarme a correr.
   Sabía que era muy peligroso andar entre techos ahora que ya sabían dónde estaba así que decidí bajar a un porche.
   Volteaba para todas partes pero no veía a nadie, ni una alma. Solo a aquel hombre que falló el disparo. Tal vez fue solo para acorralarme o algo
   Los disparos siguieron—pues me seguían a donde corría—y me di cuenta que Sebastián me seguía desde arriba.
   Luego algo me quito la respiración.
   Escuche al chico arriba mío y donde le siguió corriendo se escucharon múltiples disparos demasiado cerca.
   Volví mi mirada hacia arriba pero el ya no seguía hay. El pánico me inundo. Trate de volver a subirme a un techo pero en el estrecho pasillo donde me encontraba en el porche de algún fulano me encontró uno de ellos.
   Era alto y musculoso, sin embargo algo maduro. Me apunto en un segundo y al otro apretó el gatillo. Trate de ser más rápida pero aunque no lo fui no sentí ninguna bala dentro de mi pecho, que fue donde me apunto.  
   Llegue al techo de la casa y al mirar hacia abajo aquel hombre ya no estaba.
   Frenéticamente miraba para todas partes tratando de encontrarlo. Al menos un Sebastián lastimado o algo pero nada. En mi cabeza centenares de posibilidades se abrieron. Me lo imaginaba ya muerto en una de sus camionetas. O tal vez huyendo del mismo hombre que me acababa de encontrar
   El hombre. Ahora se encontraba a cinco techos de distancia de donde me encontraba.
     ¿Cómo fregados llego tan rápido hay?
   Estaba más espantada por Sebastián que por mi propia vida.
     ¿Qué quieres de mí?
   Antes de siquiera pensar en lo dolorosa que podría ser mi muerte, atrás del hombre se acercaba Sebastián sigilosamente. Mi corazón volvió a latir de puro alivio. Trate de no verlo para que no se diera cuenta aquel hombre.
   Yo me hacía cada vez más para atrás, mientras el mas para adelante
-          Me acorralaste
-          Si—su voz era áspera—No creí que sería tan fácil.
   Le sonreí sínicamente
   El se acercaba a mí y Sebastián a él. Ya sabía cuál podría ser su plan.
   En el momento en que el hombre levanto su arma y me apuntaba directo al corazón. Sebastián se le cayó encima, tirándolo de rodillas
   El arma se disparo y yo reaccione en ese momento.
   El hombre recibió tres disparos por mi pistola. No lo suficiente para matarlo… creo
   En un cansancio aliento levanto un radio de su bolso y llamo por ayuda.
-          Vete—le articule
   Y cada quien por su lado trato de ocultarse
   Me fui directo para la casa de Martin donde su madre me recibió y hasta me ayudo a calmarme. Pero yo no podía
   ¿Qué pasaba si los hombres de ese hombre encontraban a mi hombre? ¿Qué pasaría si encontraran a Sebastián? ¿O a mí? ¿Y si ya le hicieron algo malo a Doña Piedad?
   ¡No! Yo no aguantaría eso, no lo soportaría
   Tuve que esperar a que se hiciera de noche.
   En mi celular había miles de llamadas perdidas de mi madre y de mi padre que a estas alturas del partido ya a de saber todo.
  Pero había algo que no cuadraba aquí. Aquel hombre—posiblemente muerto—tuvo la oportunidad de darme directo al corazón. Pero no lo hizo.
   Tuvo muchas oportunidades, pero no lo hacía rápido. Esos son de los que no esperan a nada
   ¿Por qué?
   Mi angustia crecía cada vez más y los minutos no pasaban. Trate de comunicarme con Sebastián y nada, lo mismo con Alberto
   La Señora Martínez o como me decía que la llamara “Lupe” solo hacía más que ofrecerme té para calmarme. Pero me tarde en darme cuenta que ella también estaba angustiada. No por mí, sino por su hijo que se encontraba en Rio.
-          ¿No has sabido nada de ellos?
   En realidad no. Gustavo ya no me marcaba
-          No, Lupe. Desde hace meses. Lo último que me dijo Gustavo es que tenían que prepararse para algo, no sé muy bien.
   Se le arrugo la frente de preocupación
-          Pero ya los conoces, Lupe. No les va a pasar nada, ellos se saben cuidar, son de hierro
-          Es muy peligroso en ese lugar. Más que aquí y eso que esta re-gacho.
   Voltee a ver a la cuna del pequeño hermano de dos años de Martin. Era tan dulce y si de por si no tenía a su padre pues todavía le quedaba Martin. Ahora ya ni eso podría tener por mi culpa
-          Lo siento mucho; perdóname
-          No tienes porque Caro. De todas maneras tarde o temprano aquellos se iban a buscar a tu padre
   Aquí todos cuando me hablaban de Roberto, lo hacían como “tu padre”
-          ¿Tú siempre supiste?
-          No, me dijo antes de partir. Que cruel es la vida
   Asentí, totalmente de acuerdo
   Después de media hora ya casi el sol estaba completamente metido. Seria más difícil salir de noche pero eso era lo menos que me preocupaba. Había salido de peores situaciones
   Pero no hay mal que por bien no venga. Si de nuevo están tratando de agarrarme es porque tal vez ya saben donde esta Roberto. Tal vez volvería a ver o escuchar muy pronto a mi Roberto
   Mi celular sonó y conteste de inmediato
-          ¿Diga?
-          Carolina, ¿estás bien?—era Doña Piedad desde el celular de Alberto
-          Si, no me hicieron nada. Nana, ¿esta Sebastián contigo?
-          No yo ya no supe nada de él desde que se fue atrás tuyo, ¿Dónde estás?
-          En casa de Martin y Lupe
-          Bueno, quédate hay—ahora era la voz de Alberto—Como a eso de la madrugada iré por ti y te sacare de la zona.
-          Pero, ¿y Sebastián?
-          No te atrevas a salir de la casa, Carolina. De todos modos los hombres van detrás de ti no de él.
-          No lo puedo dejar aquí
-          Si no llega donde estas para la hora en que llegue yo, lo siento mucho.
   Y colgó. Lupe se encontraba dormida en su habitación. Tenía toda la libertad de ponerme ansiosa y nerviosa y poder estar sola.
   Le marque a Sebastián novecientas noventa y nueve veces pero no me contestaba.
   A la milésima llamada respondió
-          ¿Sebastián?—casi grito
   Para poder hablar mejor me subí al techo de la casa sin dejar de decir su nombre por el teléfono
-          ¿Dónde estás?—respondió.
   Suspire de alivio
-          En casa de Martin, ¿Dónde estás tú? Llega aquí ya sabes la dirección…
   Se escucho un disparo y la llamada termino
   Le grite desesperada al teléfono. No
   Lo avente lejos y sonó contra el techo de lámina de la casa de alado.
   No solo escuche el disparo en el teléfono, en donde sea que lo lanzaron era cerca muy cerca de aquí. Observe todo el panorama con las manos cerradas fuertemente en unos puños.
   Se volvió a escuchar otro disparo
-          ¡Sebastián!—grite— ¡Sebastián!
   Yo estaba histérica, no dejaba de caminar por el tejado
   Después de un tiempo me convencí que era más seguro para mí y para todos si yo bajaba—antes fui por mi celular, si bien que me ha costado a mí—y llegue al patio trasero de la casa.
   Me senté en una mecedora algo oxidada tratando de calmarme y sin embargo no podía.
   Hasta que el culpable de mi estado de ánimo apareció agitado
   Me pare de golpe
-          ¡Gracias a Dios!—comencé a decir muchas veces mientras el se recuperaba
Lo mire
-          ¿Estás herido?—me acerque a él con cuidado
-          No—dijo con una sonría—No es nada fácil caminar por techos de casas—se quejo agitado
   De acuerdo…
-          ¡Cómo te atreves a seguirme en una situación como esta! ¡Te dije que te quedaras en la casa! ¡En que fregados pensabas!
-          ¿Querías que me quedara cruzado de brazos mientras te perseguían hombres armados?—frunció el ceño
-          ¡SI! ¡Eso era justo lo que debiste de haber hecho!
-          No te iba a dejar en una situación así
-          Sebastián—se me acelero el corazón al acércame enfrente suyo pero me controle—Durante cuatro años Roberto me entreno para situaciones como estas, cosa que tu no. ¡Te pudieron haber matado!
-          ¡Pero no lo hicieron! ¡Y te salve del que te iba a tirar un balazo! ¡Por mi estas aquí!
-          Actué como lo hice porque entre en pánico por ti. Si algo te pasaba la responsabilidad seria mía
-          Yo soy responsable de mis acciones
-          Cada vez que nos encontremos en este barrio, si Doña Piedad te vuelve a invitar me obedecerás si situaciones como estas se repiten, ¿entendiste?
   Entre enojada a la casa
-          Bien, jefa. ¿Cuándo nos vamos?
-          Alberto vendrá por nosotros hasta la madrugada, así que ponte cómodo
-          ¿Estás sola?
-          La mama y hermano de Martin están ya dormidos así que no hay que hacer más ruido
   No más del que ya hicimos hace cinco segundos
-          ¿Nos quedaremos aquí por horas esperándolo?
-          Si te duermes pueden pasar rápido—dije limpiando unas migajas de la mesa
   Sebastián contemplaba tranquilo fotos de la familia que se encontraban en un trinchador
-          ¿Nos quedaremos aquí por horas esperándolo solos?
   Se me detuvo el corazón
-          Si—carraspee
   Me fui hasta el fregadero y me serví agua
-          ¿No podríamos hacer tregua? Hasta que nos vayamos si quieres
-          Como digas
   Hubo un momento de silencio donde no se que hizo ya que le daba la espalda mientras me hidrataba
-          ¿Nos damos un abrazo? De la paz
   Casi me atragante
   ¿Un abrazo? Quiere decir… ¿contacto físico?  
   Me di la media vuelta para encararlo y decirle que en ese preciso momento no, pero todo el plan se fue a la mierda.
   Ya lo tenía justo enfrente de mí. Me sentí una niña que mira a las personas mayores desde abajo.
   No me dio ni espacio ni tiempo para protestar y de pronto ya me encontraba debajo de su abrazo
-          Me alegra tanto que estés bien—susurro en mi oído
   La piel se me puso chinita. El corazón se acelero a mil por hora.
   Tenía mis brazos aprisionados contra su pecho y mi cabeza en el hueco de su cuello.
   Ese aroma que me volvía loca se coló en mi nariz por primera vez en semanas y todo ese tiempo que me convencí que no lo quiera y no lo necesitaba… en esos segundos que tardo en abrazarme y hablarme, todas esas mentiras que me hice desaparecieron
   ¿Por qué me haces esto?
   Tenía los ojos muy abiertos. Lo vi de reojo y vi que él los tenía cerrados
   Mi cuerpo trataba de luchar con las ganas de no regresarle el abrazo, de no mover mi cabeza y encontrarme con sus labios. De decirle que lo quería. Trate de relajarme y no fue muy difícil por el lugar que me encontraba y termine por cerrar mis ojos también y disfrutar estos segundos
   Sentí que me olía el pelo y ni siquiera trato de disimularle
   No ya enserio, ¿Por qué me haces esto?
              Me aleje lentamente de él y sentí su mirada clavada.
   Ya no supe que hacer. Lo único en que pensaba era que no debía de verlo a los ojos, o su cara
   Y es que estuve en sus brazos de nuevo. Fui y regrese del paraíso
   ¿Una mala noticia? ¿Qué íbamos a hacer durante las próximas horas?
   Me senté en la mesa de la cocina y el enfrente mío. Genial


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¿porque ya no comentan como antes? les juro que con un comentario suyo me hacen muy feliz :)

4 comentarios:

  1. Amo sin duda tu hisoria deberias publicar mas seguido! ajaja bueno. publica rapido que me muero sin sebastián! ! ajja esos ojosss! dioss para mi tiene que besarla en el prox cap! ajajaj buee besoss siguee cuidatee :)

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  2. Holaaaa...Pues nada, solo quería decirte que tu blog me tiene fascinada y bastante enganchada ;) No dejes de escribir porque tienes un gran don de la intriga!
    Besos y abrazos, Any!!!

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  3. me encanto el capitulo, y estoy deseando ver que pasa, escribes muy bien, felicidades. te dejo mi blog por si te apetece pasarte y leer los capitulos, me ancantaria que me dijeses que te parece. http://historiasdemiimaginacion.blogspot.com.es
    un beso

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  4. hola!!!!
    pues yo siempre te comento ehh!!! bueno quisas no en el mismisimo momento en que publicas pero siempre estoy leyendo tu historia n_n ay dios ni con la muerte serca de la puerta Cari se permite darle perdon a Sebastián, tremendo orgullo el que tiene!!
    plis publica pronto
    besos
    cuidate!

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